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La curva moderna de Horta

Un belga del art nouveau

La curva moderna de Horta

La curva moderna de Horta

Mónica Faro Bruselas

La etapa más productiva de este constructor de patrimonio de la humanidad abarcó los últimos años del siglo XIX y se prolongó hasta la segunda década de la centuria pasada. La puesta en marcha de la Primera Guerra Mundial le puso punto final a la ebullición creativa.

A Víctor Horta, hijo de un zapatero, le iban los caminos del arte. Nacido en la ciudad de Gante, en 1861, sus primeros estudios fueron de corte musical. Abandonó los cursos sonoros y se enfocó en el dibujo y la arquitectura.

Se formó en un estudio en el que los materiales se amoldaban a un entendimiento neoclásico del oficio. Su ingenio fue tal que fundó un lenguaje arquitectónico propio.

Horta falleció en Bruselas en 1947, y a siete décadas de distancia la capital belga sigue pendiente de su afamado proyectista, tanto que en este 2018 le rinde homenaje.

La huella de este gran pionero del art nouveau impregna las calles de Bruselas con edificios emblemáticos y otros menos conocidos, que abren al publico.

Horta es a Bélgica lo que Gaudí a España, aunque ambos reflejan facetas muy diferenciadas del modernismo, estilo que surgió a finales del siglo XIX con el auge de la burguesía y para romper con los moldes clásicos. Otros exponentes belgas de esa corriente fueron Paul Cauchie y Henry van de Velde.

Desde el Palacio de Bellas Artes (Bozar), uno de los espacios culturales más dinámicos de la ciudad, hasta la estación Central de Bruselas, el legado de Victor Horta permanece vivo en muchos rincones, pero no intacto, algunas de sus obras fueron destruidas como consecuencia de la llamada "bruselización", término despectivo para referirse a un desarrollo urbanístico realizado sin respeto por los elementos históricos de una urbe.

Es el caso de la emblemática Maison du Peuple, construida en 1896 para ser sede de los socialistas belgas; la construcción fue demolida en 1965, víctima de la especulación inmobiliaria, en lo que hoy muchos ven como un crimen arquitectónico; tampoco sobrevivieron los grandes almacenes L'Innovation, estos desaparecieron a causa de un incendio en 1967.

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Maison du Peuple. Foto: Riba Architecture

MATERIAL

Hoy día, muestras de art nouveau son reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Es el caso de obras de Horta como los hoteles Solvay, Tassel o el van Eetvelde.

En el organismo de Naciones Unidas los ubican dentro de los inmuebles más innovadores de fines del siglo XIX. También se expone que “La revolución estilística de la que son representativas se observa en su plano abierto, así como en la difusión de la luz y la genial fusión de las líneas curvas de su decoración con las estructuras de fábrica”.

Otra pieza del dosier del proyectista que es destacada por la Unesco es su casa-taller convertida en museo, el Museo Horta, en el barrio bruselense de Saint-Gilles.

Se trata de dos edificios contiguos, claramente diferenciables por sus fachadas, en los que Horta vivió y concibió gran parte de su trabajo, hasta que en 1919, al volver de Estados Unidos, decidió venderlos.

Según el conservador adjunto Benjamin Zurstrassen, no está claro que Horta tomara esta decisión tanto por razones de tipo económico o bien por el hecho de que "el Art Nouveau se había pasado un poco de moda y, como arquitecto, no quería recibir allí a sus clientes".

El edificio -de unos 750 metros cuadrados, cuyos detalles más minuciosos fueron conservados dentro de los trabajos de remodelación- fue ocupado durante casi medio siglo por familias y particulares. Fue un expúpilo de Horta, el proyectista Jan Delhaye, quien convenció a las autoridades del distrito para que adquirieran el inmueble, el primero clasificado como art nouveau en la capital.

Esa etiqueta no es gratuita, cuando su creador la diseñó, estaba decidido a innovar. Lo consiguió, para ello prescindió de cualquier referencia a los lenguajes arquitectónicos que lo habían precedido. Adoptó la línea curva, se decantó por la integración del arte de los materiales con las disciplinas decorativas, empleo nuevos componentes y los combinó con notorio éxito con elementos tradicionales.

La vivienda, cuya restauración completa se concluyó en 2014, refleja el espíritu artístico de Horta y su lenguaje, inspirado en la naturaleza, con ornamentos abstractos y líneas curvas de metal y piedra, cerrajerías arabescas y fachadas escultóricas que ejecutaba con maquetas de escayola, como puede verse en el taller.

La fascinación de Horta por el arte japonés, algo que compartía con muchos intelectuales de la época, también puede descubrirse en el recorrido por la casa, a través de sus diseños y las colecciones de objetos. Otro elemento destacado de su repertorio era la iluminación de los espacios. Concebía imponentes juegos de luz natural y oscuridad mediante decisiones como colocar un marco metálico en el corazón de sus creaciones.

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Estación Central de Bruselas. Foto: National Compass

HUELLA

Gracias a varias acciones de mecenazgo, el Museo Horta se sumará al evento Horta Inside Out, un programa que se dedicará durante todo este año al gran pionero del modernismo, con la instalación de elementos tecnológicos que harán de visitar el sitio una experiencia más interactiva, aunque esto también implica limitar el acceso por razones de seguridad y conservación, subraya a Efe el conservador adjunto Zurstrassen.

Una veintena de instituciones belgas se ha sumado a la iniciativa que busca avivar el recuerdo del proyectista presente en varios rincones de Bruselas. El programa de acción incluye exposiciones, visitas guiadas (a pie, en autobús o en bicicleta), talleres para niños y conferencias.

"Victor Horta es el gran responsable de cambios importantes en la arquitectura de Bruselas, de una ruptura con la arquitectura clásica que supuso una revolución", asegura la responsable de art nouveau y art déco del organismo turístico de Bruselas (Visit Brussels), Tineke De Waele.

La huella del proyectista también está presente en una antigua escuela, en el barrio de Marolles, o en el interior del Museo del Cómic, ubicado en la que fue sede de los grandes almacenes "Waucquez" inaugurados en 1906 y que acogen hoy cientos de viñetas.

Pese a la escasa claridad que caracteriza a Bruselas, los edificios de Horta desprenden una luz excepcional, aspecto de su obra que el museo explorará en una exposición a inaugurarse en marzo próximo.

El recorrido por la ciudad en la que el gran pionero hizo brillar su percepción arquitectónica puede ampliarse a cientos de paradas si incluye a aquellos que se sumaron a los veneros del modernismo con piezas como la Maison Cauchie, de Paul Cauchie, o el Museo de los Instrumentos de Música, de Paul Saintennoy, cuya azotea esconde una de las vistas más cotizadas de la ciudad.

La etapa más productiva de este constructor de patrimonio de la humanidad abarcó los últimos años del siglo XIX y se prolongó hasta la segunda década de la centuria pasada. La puesta en marcha de la Primera Guerra Mundial le puso punto final a la ebullición creativa.

Horta emigró a Estados Unidos y allí radicó unos años. Cuando regresó a territorio belga, combinó el ejercicio del oficio con la docencia. En su paso por las aulas también llegó alto, fue director de la Academia de Bellas Artes de Bruselas. Por esos días ya había abandonado la característica curva que le dio renombre, es decir, el estilo que había buscado y que expresara de forma correcta su época. Encabezó proyectos de corte mucho más apegado a la tradición como el Palacio de Bellas Artes.

El modernismo, explican en el Museo Horta, nació, creció y murió entre 1893 y 1910. En un principio se basó en el uso de arabescos y decoración naturalista, con el cambio de siglo se fue haciendo cada vez más geométrico.

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Izquierda, Museo Horta. Derecha, una de las salas del Museo Horta Foto: Paul Louis/Marc Nouss

Escrito en: Horta, Museo, siglo, gran

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