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De Política y Cosas Peores

CATÓN

Un tipo le dijo a otro: "Mi mujer se fugó con mi contador. ¡Vieras cómo me hace falta!". "Te entiendo -se condolió el otro-. Una esposa.". "No -lo interrumpió el tipo-. ¡Vieras cómo me hace falta mi contador!". Doña Macalota le preguntó con emoción a su esposo don Chinguetas: "¿Me amarás cuando mi cabello sea blanco?". "No veo por qué no -respondió él-. Te he amado a través de 18 tintes diferentes". El pirata Barbaloca tenía un gancho en vez de mano. Cierto día su esposa llegó a la casa y vio que la piel de la linda criadita de la casa estaba llena de rasgaduras, sobre todo en las piernas y en la región pectoral. Antes de que la fiera señora pudiera pronunciar palabra le dijo apresuradamente Barbaloca: "¡Te juro que se hizo eso pelando papas!". Himenia Camafría le preguntó al director de la academia militar: "Perdone, señor: ¿aquí es donde forjan hombres?". "Así es" -repuso el severo mílite. Pidió la señorita Himenia: "¿Podrían por favor forjarme uno?". Una mujer le pidió al farmacéutico: "Deme 100 gramos de estricnina. Mi esposo me engaña y lo voy a envenenar". El de la farmacia se quedó estupefacto al oír tal cosa. Respondió azorado: "No puedo venderle eso, señora, y menos sabiendo el uso que le va a dar". La mujer sacó del bolso una fotografía y se la mostró. La amante del marido era la esposa del farmacéutico. "Perdone, señora -le dijo éste a la mujer al tiempo que le entregaba la estricnina-. No sabía que traía usted una receta". Increíblemente hay en nuestro tiempo fábricas de cáncer, y más increíblemente aún hay quienes todavía consumen su letal producto. Hablo de las empresas que elaboran y ponen en el mercado esa droga mortal que es el cigarro, y hablo de los fumadores, que persisten en el nocivo y absurdo hábito de llenarse con humo los pulmones. Todo esto lo digo movido por la rabia. Un querido amigo mío, mucho más joven que yo, murió ayer víctima de cáncer pulmonar. Fue durante años lo que en inglés se llama un "chain smoker", fumador en cadena. Incontables veces lo vi encender un cigarro con otro. Su esposa decía que mi amigo no fumaba entre comidas: comía entre fumadas. No dejó de fumar ni siquiera cuando se le diagnosticó la enfermedad que lo llevó a la tumba: siguió fumando hasta que cayó en cama y por su debilidad no pudo ya encender un cigarro y sostenerlo. Mi padre fue también fumador empedernido. Sufrió un infarto, y su doctor le dijo que debía escoger entre el cigarro y sus hijos. Ese mismo día dejó de fumar. Por fortuna las estadísticas muestran que el número de fumadores va descendiendo en forma considerable. A los fumadores y fumadoras se les ve ya, si no como entes raros, sí como personas que conscientemente ponen en riesgo su vida y la de aquellos que los rodean. Pienso que llegará el día en que no habrá ya quien fume, y el que lo haga será visto con la misma curiosidad con que veríamos hoy a alguien aspirando por la nariz polvos de rapé. Vivamos libres de humo, y los fumadores que dejen de fumar sean libres de amo. Hazle a uno de tus cuates la siguiente broma. Relátale el siguiente cuento: "Murió un hombre apuesto y atractivo. Llegó al Cielo y San Pedro le dijo: 'Antes de entrar aquí deberás cumplir una dura penitencia, pues cometiste adulterio. Regresarás a la tierra y vivirás algunos años con la mujer más fea del mundo'. Regresó el hombre y, en efecto, se vio en una calle del brazo de la mujer más fea del mundo. Masculló entre dientes: 'No debí cometer adulterio'. En eso vio que venías tú del brazo de una estupenda rubia. Al pasar junto a ella el hombre oyó que la bella mujer que iba contigo mascullaba entre dientes: 'No debí cometer adulterio'". FIN.

Escrito en: De Política y Cosas Peores mujer, hombre, cigarro, fumadores

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