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Coloquio de los caminantes

LETRAS DURANGUEÑAS

Coloquio de los caminantes

Coloquio de los caminantes

FCO. JAVIER GUERRERO GÓMEZ

Otro caminante se acercó a mi paso: mirada ausente, en las manos sangraban diez heridas (sentimientos pútridos del desamor).

Me latió el pecho en desbandada de suspiros…repetí con gritos retumbantes el nombre de la amada. Solo la entumida voz de un viento que lamía el escozor añoso del paisaje, mi queja dibujaba:

Te esperé, no llegaste, las horas se volvieron alas, al despertar de la temperatura, ardía por dentro, quemaba… Color de braza en la mejilla derretía el clamor de volver a verte. Escribí tu nombre en el espacio microscópico de la caliente espera. No llegaste y eso hizo un ahogo al corazón que hervía en su sangre.

Era difícil después del desencuentro repetir ese gusto del amor quemado. Pesadilla donde los diablos picaban los ojos con el garabato de tu nombre.

DIJO EL SEGUNDO CAMINANTE:

Amores perdidos, esquirlas en la escarlata fuente que arrulla al corazón. Cicatriz que no duerme, nombres como plagas, huellas de besos mala yerba y desilusión. Murmullo de palabras inventadas, la que se fue no vuelve, lepra que cubre y lleva acompañar absurdos caminantes. El llanto es fuga única donde perros sin dueño van ladrando nostalgias Epitafio que hiere cuando desempolva el recuerdo torcido, mariposas traspasadas que constantes se exhiben. Son hormigas que minan el poema escrito, almacenan en pozos el sabor de unos ojos, son opresión retrógrada, la fábrica incansable de los sollozos.

Cuando enraíza el desamor, pudre momentos que cincela en el escaparate de los rostros. Debes voltear el pecho ir en cada lágrima a resarcir la herida, o cerrarás la aldaba del armazón del alma.

Mi todo ya no proclamaba… guardó hacia adentro el recuerdo rapado del perdido amor...Yo no era Dante, Virgilio jamás atrevería dejar su limbo para acercarse a mi terruño. Triste, despechado tenía que buscar amor sublime ente la gente, juro que no soportaría una escena con sabor a estupro.

CALLÓ EL CAMINANTE.

Cada palabra: heridas entreabiertas, sentí las fuerzas mudas, la nostalgia arañaba. Quise traer a la memoria momentos del idilio: hiedra propasando el muro con que se negaba el polen para la flor del amor.

El tercer fantasma retrasó el paso, sin mover el gesto milenario. Se notaba cansado, las rodillas le sonaban como si no tuviera pizca de carne. Arrastrando las palabras entonó los labios, me dijo:

Apátrida, vagas por escorial, haz dejado el principio del tiempo, árbol seco donde van a orinarse azules hienas de los pensamientos.

Mira, pierden entre las masas fútiles de tus sesos genes que te hicieron hombre. Siembras culpas mientras gira el mundo, los porvenires vienen en rayos de un sol que nace. Despierta de las penas, hay mañana para todos, las criaturas cada día son más importantes.

Busca en los libros, cofres de enseñanza, abre las alas que en sus páginas duermen. Mariposas pensantes ávidas de sol. Sé obrero de la vida, estibador de secretos. El hombre transforma la materia, cambia climas, estruja ríos. Ha inventado cerebros donde guardan infinitos archivos en el surco de un disco...

Encubado de una célula el ácido de ellas miles de seres semejantes como si proyectara el espejo de la ciencia. Con manos de hadas los nuevos cirujanos hurgan los órganos de los niños nonatos… Es el progreso la vida no cede, el despertar delos sentidos. ¡Tu mundo! La hora que te toca compartir… y la quieres cambiar por un mísero beso de la que se fue tras las auroras, yo seguía ensimismado en mis pesares:

Apenas te alejaste entre la niebla enamorada que aturde al corazón, mi mamo, asesina de ensueños se levantó en protesta, oprimió la garganta del instante que tu huella marcó para siempre…

No posaste en mi ser el beso de Iscariote, tus ojos que eclipsaban a los míos voltearon a otra parte.

Cayó la noche eterna sobre tu cuerpo ausente. El verso que gemía por decir secretos, trabó los ayes de las fibras del ama: sombras, letras intangibles, sangre de tinta, oscuridad de la entumida pluma.

Amor maldito podredumbre, romance estéril, sangrante pétalo, separa el viento el rostro hecho de dos enamorados. Tropecé con las piedras, su ruido encegueció los ojos, soñando pasos las horas estiraban, elásticos momentos de la rueda del tiempo. Hasta la puerta misma del infierno de eros, mordido en las entrañas por las cinco letras, cinco letales puntas de la palabra adiós... (segunda parte del poema de largo aliento “Hombres de ceniza”).

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS momentos, sabor, palabras, entumida

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