Editoriales

Catilinarias insolentes electorales

Metáfora ciudadana

LUIS ALBERTO VÁZQUEZ ALVAREZ

"¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?

¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros?

¿Cuándo acabará esta desenfrenada osadía tuya?"

Marco Tulio Cicerón

En la Roma Republicana, lo altos cargos eran designados por el senado a través de una elección. En el año 66 a de C; se lanzó al cargo de Cónsul Lucio Sergio Catilina y perdió la designación. Tres años después volvió a lanzar su candidatura, en esa ocasión; Cicerón, con discursos perfectamente estructurados, argumentos sólidos y expresiones convincentes, le acusó, frente a él, de recibir apoyos para sobornos por gente ansiosa de poder y riquezas, muchos de ellos romanos carentes de ética, generalmente políticos arruinados que buscaban oportunidades ilícitas y hasta criminales, Nuevamente fue derrotado; tras este nuevo fracaso Catlina inició una guerra civil que también perdió; por dicho motivo se suicido

Cicerón, el vencedor de esta confrontación tanto política como militar, escribió la historia de esos hechos y, aunque siempre actuó abiertamente, nunca utilizó la penumbra y menos a instituciones romanas para dañar a nadie, subsiste aún la duda si todo lo dicho por él en sus cuatro "catilinarias" es totalmente cierto y si Catilina era el villano descrito por el filósofo y orador históricamente puro.

En el cuarto y último discurso, Cicerón estableció las bases de la argumentación que se emplearían en juicios de conspiradores. Un cónsul en tal calidad, no podía legalmente expresar opiniones sobre procesos y/o candidatos electorales, pero utilizando sutiles retóricas y falacias que los comunicadores comprados por el poder justificaban, se podía fácilmente soslayar dicha prohibición.

Vivimos un período electoral donde los candidatos y sus allegados invierten dinero, tiempo y fueros para lograr ataques vehementemente dirigidos a sus opositores, plagados en su mayoría de falacias y sofismas que podrían pasar por verdaderos, dada la escasa riqueza del lenguaje con que se manejan.

El uso correcto de la palabra entre personas cultas es un arte. El lenguaje es un conjunto de sonidos que convertidos en vocablos expresan pensamientos, razones y emociones; cuando cobran sentido se llama discurso. Este debe nacer con un "exordio": presentación de ideas centrales y buscar atraer la atención del auditorio. "Narrativa": exposición de los hechos sobre los que se diserta; se apoya en la "argumentación": exhibición de pruebas que demuestran la veracidad de lo dicho y aseguraran que el "Epílogo" contenga propuestas de mejora reales. Los tonos de voz juegan un papel esencial y se enfocaban a lo que se querría decir: los hay lúgubres, de sospecha, profundos que invitan a la prudencia y serenidad y destemplados, con furor o enojo que hacen vibrar al espectador y lo suman a su causa. Hay quienes utilizando la verdad suman a beneficios y quienes, a través de la retórica, logran hermosear el discurso, sonorizarlo bello, perfecto en cuanto a palabras ornamentales, pero mentiroso, demagógico, falaz, sin propuestas racionales, expresadas por políticos cuya única grandeza es el cinismo.

Los grandes filósofos lingüistas opinan que todos los argumentos políticos deben ser considerados como fenómenos retóricos. El argumento es una "Cosa" que puede espantar a quien lo escucha; es "una estrategia de énfasis" que nos permite descollar alguna característica resaltable a nuestro entendimiento aun cuando esta sea intrascendente. Mientras, ocultamos otras singularidades valiosas manteniéndolas en el sótano de nuestra inteligencia. Esos argumentos falaces emitidos por expertos de la comunicación subliminal, nos obligan a cambiar nuestro punto de vista como lo requieran sus propósitos e intereses.

En breve, se realizarán debates entre candidatos, los más publicitados, a la presidencia de la república, pero habrá también muchos otros. Sin embargo: ¿a qué estaremos condenados los electores cuando soportemos esos pandemóniums que saturarán todos los medios de comunicación?

En primer lugar, a una lamentable falta de escucha entre los participantes. Sordos a seguir cada quien su monólogo previamente enclaustrado en insultos, agresiones, y disensiones. Imposible dejar su soberbia posición para tratar de percatarse un poco de la intención del otro. Lo trascendente es mantener una actitud bastante defensiva y ofensiva, hacia los adversarios. Hoy ya, entre los lemas de campaña de los candidatos, podemos prever, lo que más tarde en los debates emitirán, Méxicos muy diferentes; uno que cada partido concibe y con base en sus creencias populistas, serán sus propuestas políticas, económicas o sociales. Poco o nada importa si estás son o no buenas para la ciudadanía.

Caen en la "Falacia de Falsa Inferencia"; ninguno realmente conoce, vive, siente las auténticas necesidades populares; títulos universitarios o visitas meteóricas a comunidades humildes, no perciben una realidad concreta de las circunstancias que viven las personas, menos aún, cuando su única cercanía ha sido utilizar los recursos destinados a sacar de la pobreza a esas personas para comprar su voto, no en lograr su desarrollo humano.

Escucharemos muy pocos argumentos éticos y políticos para respaldar sus posiciones y al carecer de un común objetivo, al no poseer un marco de referencia o proposiciones honestas en cuanto a qué es lo mejor para el pueblo, provocarán que todos los argumentos se sitúen en polos opuestos, divergentes y antípodas, esos donde cada candidato ofrece un mundo maravilloso, utópico y de ensueño, cuando lo que existe en realidad es un pueblo huérfano de padres que, según ellos, luchan por protegerlos.

Escrito en: Metáfora ciudadana argumentos, políticos, esos, dicho

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