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Narrativa española contemporánea

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ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Espejos de la memoria, los libros -cambiantes y eternos- permanecen siempre vivos. Las novelas, venidas desde la antigua épica, nos retratan en nuestras grandezas y bajezas, tiempos y espacios recreándose durante los trabajos y los días. Y el castellano, la bisagra que une a los pueblos latinoamericanos con sus fuentes originales, más allá de los mares.

En los años que cruzaron recientemente de un siglo a otro, se han publicado no pocas narrativas verdaderamente excepcionales. Apuntemos algunas de estas novelas.

Ya no se habla aquí de Antonio Muñoz Molina, Enrique Vila Matas, Rosa Montero o Javier Marías -para solamente citar unos nombres que anteceden a quienes ahora tratamos-, sino a Javier Cercas, Elvira Lindo, Albert Sánchez Piñol, Bernardo Atxaga y, tal vez el más reconocido, aunque no necesariamente el mejor, Carlos Ruiz Zafón. Digamos pues algo a propósito.

Elogiada por Mario Vargas Llosa –a la que le dedicó uno de sus artículos periodísticos-, “Soldados de Salamina” (Tusquets, 2001), de Javier Cercas, narra una historia situada en la culminación de la guerra civil española. Es un buen ejemplo de la novela que mira otros ángulos que no recupera la realidad histórica, acercando a las facciones enfrentadas en un momento clave, que resume la índole humana de los hechos: un soldado republicano extrañamente le perdona la vida a Rafael Sánchez Mazas –fundador de la Falange- que huye para salvarse del fusilamiento. Estructurada de forma impecable, el relato de Cercas describe también el encuentro de un escritor y su obra literaria y, todavía más allá, en busca de sí mismo. Llevada luego al cine por David Trueba, “Soldados de Salamina” ha vendido más de un millón de ejemplares.

Por su parte “Una palabra tuya” (Seix Barral, Premio Biblioteca Breve, 2005), da testimonio de la estrecha amistad entre Rosario y Milagros, dos barrenderas a las que vinculan hasta sus propias contradicciones. La soledad, y el revés de su espejo, la esperanza de ser felices, son la fuerza que mantiene toda la novela. Al recorrer sus páginas una pregunta asalta a los lectores: ¿Cómo podemos salir adelante en la vida si ya traemos con nosotros una enorme carga de desventajas familiares y sociales? La respuesta la hallamos en las extraordinarias posibilidades del ser: hay una luz única que no se deja apagar nunca.

Un viaje a una isla es el punto de “La piel fría” (2003), originalmente escrita en catalán, y debida a la autoría de Albert Sánchez Piñol. Un tema prevalece, según quien esto escribe, sobre todos los demás: la realización plena solamente se alcanza en lo colectivo. Con dos basta, para llegar a la gloria o al infierno. No hay paraíso para uno solo. Deudora de Stevenson o Conrad, la narración de Piñol se hila en un discurso, línea a línea, magníficamente escrito. La relectura permanente de esta aventura sería de lo más natural. Ficción, profundidad sicológica, sugerente ambientación, le otorgan a “La piel fría” una categoría aparte dentro de las mejores novelas ibéricas.

“Obabakoak” (1988, Alfaguara, 2007) es el título que ha hecho de Bernardo Atxaga un escritor ampliamente reconocido, y celebrado por la crítica especializada. La novela se multiplica en una serie de relatos que tienen como punto de concurrencia en Esteban Werfell, el personaje central de la historia. Relación padre-hijo, el despertar de la adolescencia, la difícil convivencia en una tierra extranjera, serían algunos de los elementos que sustentan la narración. También de una hechura espléndida, “Obabakoak” –vertida primero del vasco al castellanoes una verdadera fortuna literaria. Acciones y sentimientos son retratados con notable sabiduría. Menciono, casi al paso, que conocimos al autor en Cartagena de Indias hace ya seis años. Se sorprendió de que aquí en Durango –tan lejano del otro Durango, el suyo- tuviera lectores y admiradores su obra. Humilde, generoso, tuvo la gentileza de dibujarnos a manera de autógrafo un sencillo paisaje con nuestro nombre adentro. Seguramente muy pocos escritores del mundo tienen esa deferencia con quienes leen sus libros.

He dejado al final a “La sombra del viento” (2001), sin duda el fenómeno narrativo más llamativo de los últimos años en lengua española. Carlos Ruiz Zafón, su animador, ha logrado integrar un relato –ubicado en Barcelona llena de hechizos- en base al amor a la mujer, a los viejos libros, a los hijos. Daniel Sempere tiene que resolver un misterio que se le presenta, y que será fundamental para toda su existencia. Vale la pena, así sea nada más en este caso de los que nos ocupan, transcribir una nota de The New York Times sobre esta atrayente obra: “García Márquez, Umberto Eco y Jorge Luis Borges se encuentran en un mágico y desbordante espectáculo, de inquietante perspicacia y definitivamente maravilloso, escrito por el novelista español Carlos Ruiz Zafón”.

Después de este breve repaso, confirmo la necesidad que tenemos de ser muy cuidadosos a la hora de escoger bien una obra para darnos a la lectura. Hay demasiados libros, diría con toda razón Gabriel Zaid. Por lo mismo se debe ser muy selectivo para mejor aprovechar nuestro tiempo y los dineros. Tengo la seguridad de que las cinco novelas aludidas garantizan la atención que les brindemos. Son una fabulosa recompensa siempre a la espera. Su buena hechura, las situaciones inolvidables que nos reflejan, los hombres y mujeres de carne y hueso que se presentan, son mundos poderosamente imaginados que nos invitan a pasar…para ya nunca volver a salir de ellas.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS toda, Carlos, Sánchez, Ruiz

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