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Espionaje marca Kremlin

El FSB y su herencia centenaria

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Saúl Rodríguez

La Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) acusó al gobierno ruso de usar la FSB (su agencia de seguridad nacional) para interferir y vulnerar procesos electorales en el globo terráqueo. El presidente Vladímir Putin y su gabinete han negado rotundamente los señalamientos hechos desde la primera potencia mundial. Una conclusión se va de la mano: las rebabas de la Guerra Fría no han desaparecido y asoman en la posmodernidad como si se tratara de una nueva novela de John Le Carré. De Lenin a Putin, las instituciones de seguridad de la Madre Rusia han practicado el misterio. Pero, ¿el ojo del Kemlin tiene tanta presencia en el mundo como para influir en la política de otras naciones?, ¿el FSB no es sino una réplica de su antecesora, la KGB?

Tras la caída del zarismo, con el arresto de Nicolás II, los revolucionarios rusos buscaron la manera de blindar su nuevo gobierno ante las intrigas y conspiraciones de los enemigos. Lenin, consciente de que sus partidarios, los bolcheviques, no eran ni numerosos ni populares, temía perder el poder tan rápido como lo había obtenido. Para consolidar el nuevo mando, el 20 de diciembre de 1917, se creó una policía secreta: la Checa.

Por esos días se había instaurado una asamblea democrática con el objetivo de derrocar a los recién llegados. A la Checa le correspondió arrestar a los líderes de la oposición y reprimir las manifestaciones que se gestaban. La policía secreta fue vital para el éxito del bolchevismo durante la guerra civil rusa. Sin ir más lejos, fue la encargada de ejecutar a Nicolás II y su familia. Sus restos permanecieron sin paradero conocido durante más de siete décadas, hasta la desintegración del bloque socialista.

Para Félix Dzerzhinski, fundador de la Checa, la causa bolchevique debía obtener el triunfo a cualquier precio. Su grupo se encargaba de sabotear todo intento de ataque contrarrevolucionario. Presentaba a los saboteadores frente a un tribunal que abolía sus derechos como ciudadanos rusos y los identificaba como enemigos del pueblo. Los castigos eran tan leves como el destierro a Siberia o tan severos como la pena de muerte. Los agentes de esa unidad especializada estaban autorizados para ejecutar, sin importar el lugar ni el momento, a cualquier persona que considerasen peligrosa para la Revolución. Podían hacerlo incluso sin el respaldo de una investigación adecuada que confirmara las sospechas.

El poder de la policía secreta aumentó cuando Dzerzhinski comenzó a ocupar cargos diplomáticos en el nuevo gobierno. Todos los asuntos importantes del Estado Ruso eran manejados por su grupo de agentes. No había cupo para opositores y las operaciones de infiltración eran la constante. A la guerrilla campesina de Tambov, liderada por Aleksandr Antónov, la radicalizaron completamente mediante el trabajo encubierto de sus espías.

El gran desafío internacional llegó en 1921. La hambruna azotó a Rusia. Países occidentales enviaron ayuda a suelo soviético. La Checa interpretó esa acción del bloque occidental como un intento por emprender labores de espionaje. Vigilaron hasta el hartazgo a los integrantes de la Asociación Americana de Socorro.

La escasez de alimentos le generó un beneficio importante al grupo de Dzerzhinski. Se adueñaron de las posesiones de la Iglesia ortodoxa con el pretexto de combatir la terrible crisis.

La Unión Soviética se convirtió en un tablero de ajedrez donde el rey era el régimen socialista de Lenin. La reina no era otra que su policía secreta. Cada que a un enemigo se le ocurría cruzar la línea de fuego y poner en jaque al rey, inmediatamente era eliminado por la poderosa consorte.

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Desgarradas y descalzas, hambrientas familias rusas en la zona del Volga durante la hambruna en octubre de 1921. Foto: Agencia de prensa local / Getty Images

GPU Y GUERRA FRÍA

El ascenso de Dzerzhinski en la estructura gubernamental fue imparable. Para 1922 dejó la Checa y se convirtió en presidente de la Agencia Política Principal (GPU). Convirtió a la GPU en la sucesora del grupo que había fundado. Con mayores recursos, mejoró sus tácticas de espionaje. Tiempo después, la agencia de operaciones encubiertas cambió nuevamente de nombre a Directorio Unificado del Estado (OGPU), y ya no sólo se encargaba del espionaje en Rusia, sino en toda la Unión Soviética.

Con todo este poder, creció la cacería de enemigos del Régimen Comunista. El de Borís Sávinkov fue un caso sobresaliente. Combatió al gobierno socialista en la Guerra Civil. Huyó al extranjero para seguir con sus actividades antisoviéticas. Regresó a Rusia cuando le ofrecieronr ser jefe de una asociación secreta inexistente. Todo fue una treta de la OGPU para arrestarlo y refundirlo en prisión. Savinkov murió en 1925 en circunstancias muy extrañas, tras caer de una ventana en la cárcel de Lubianka.

Tras la muerte de Dzerzhinski, en 1926, la agencia dio otro giro. En 1934 surgió la NKVD, institución que Stalin, el nuevo líder, utilizó para manipular elecciones y desaparecer a sus enemigos, dando lugar a celebres atentados como el asesinato de León Trotsky en México. Stanlin empleó a sus agencias de seguridad para expandir la represión y el terror.

Dos décadas después, el Comité para la Seguridad del Estado (KGB) se convirtió en la institución de vigilancia más importante de la URSS.

Entre 1946 y 1948, en la Organización de las Naciones Unidas, se llevaron a cabo negociaciones respecto al control internacional de la energía nuclear. La Unión Soviética elevó a dos el número de integrantes del club nuclear. Rompió el monopolio que mantenían los norteamericanos desde las bombas lanzadas en Japón en 1945.

Los servicios secretos estadounidenses estimaron que los soviéticos igualarían su nivel de desarrollo nuclear en aproximadamente 10 años. El gobierno de Stalin lo hizo en tan sólo tres. Estados Unidos había subestimado el poderío científico de Moscú, cuyo gobierno reclutó a investigadores alemanes después de la Segunda Guerra Mundial. Además, la KGB había obtenido información de las entrañas estadounidenses gracias al espionaje. Había comenzado la Guerra Fría.

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Primera bomba atómica soviética (primera prueba soviética)en Kazajistán. Foto: Preceden

Los ensayos nucleares realizados por la Unión Soviética en 1949 alarmaron a Washington. La CIA apuntó su mirilla y sus recursos contra la KGB. Juntas elaboraron el relato más célebre registrado hasta ahora en la historia del espionaje. Peripecias en uno y otro bando han dado lugar a infinidad de registros ya sea con la forma de novelas o películas.

La CIA descubrió que los soviéticos se hicieron con la cooperación de científicos procomunistas que participaron en las investigaciones nucleares anglosajonas durante la Segunda Guerra Mundial: el físico británico Alan Nunn May y el teórico de origen alemán Klaus Fuchs.

En 1950 el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés) detuvo a un matrimonio de agentes, Julius y Ethel Rosenberg, acusado de entregar el diseño de la bomba atómica a la KGB en 1946. Aunque el hecho en cuestión nunca se demostró, la pareja fue condenada a muerte y ejecutada en la silla eléctrica de la prisión de Sing Sing en Nueva York. Se maneja que el objetivo más que castigar, fue advertir a los elementos de las agencias norteamericanas sobre el resultado de colaborar con Moscú.

Occidente vio en la Unión Soviética una amenaza para sus intereses. La CIA y la KGB se confrontaron como si se tratara de olimpiadas de infiltración. Miembros de las dos delegaciones caían en ambos lados. Uno de los principales campos de batalla fue Berlín, donde las dos agencias tenían y cuidaban sus intereses.

A principios de los noventa la Unión Soviética colapsó. El Muro de Berlín fue derribado. Un joven agente observó el revuelo del pueblo teutón desde las oficinas de la KGB en Alemania. Se trataba de Vladímir Putin. Había recibido preparación como espía en el Instituto Andrópov.

FSB Y POSMODERNIDAD RUSA

La KGB desapareció y el gobierno de la nueva Federación Rusa creó la Agencia de Seguridad Nacional (AFB). En 1995, la instancia cambió de nombre a Servicio Federal de Seguridad (FSB). Las funciones asignadas no se distanciaron de las agendas de sus antecesoras: labores de inteligencia, vigilancia, espionaje y resguardo de la seguridad nacional.

Con Boris Yeltsin al frente del país, la FSB se encargó de supervisar todos los problemas de seguridad del Kremlin, en especial el conflicto histórico con Turquía. Según un estudio realizado por Elnur Hasan Mikail de la Kafkas University, en los noventa Rusia sospechaba que los turcos querían intervenir en Azerbaiyán y apoyar a Chechenia en su lucha separatista. Esto provocó una pelea, similar a la Guerra Fría, entre la FSB y la MIT, su homóloga turca.

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Soldados rusos en Grozny, Chechenia, primera guerra chechena. Foto: AP

Un escándalo fuerte en el que la FSB estuvo involucrada surgió con el nombre de Aldrich Ames, exagente de la CIA. En 1994, Ames fue acusado por Washington de espiar para los rusos desde 1985. Esto abrió múltiples investigaciones para dar con el paradero de más “topos” dentro de las agencias estadounidenses. Fue condenado a cadena perpetua y recluido en la penitenciaría de alta seguridad de Allenwood, Pensilvania.

Ames tenía acceso a los confines más secretos de la CIA y entregó a la KGB los nombres de los activos norteamericanos que estaban actuando en suelo ruso. Su actividad continuó siendo similar con la creación de la FSB. Ames ganó cerca de cuatro millones y medio de dólares por sus servicios. Su historia fue llevada a la pantalla grande en 1998, en la cinta Aldrich Ammes: Traitor within de John Mackenzie.

Ese año, Vladímir Putin fue nombrado nuevo director del FSB. Duró poco en el cargo. Al año siguiente fue elegido presidente de la nación. Sin embargo, el poder que ha ejercido sobre la agencia ha sido blanco de críticas y señalamientos.

Se involucra a Putin y a la FSB en el asesinato de Alexander Litvinenko. Oficial fugitivo de los servicios secretos rusos, Litvinenko saltó a la fama tras publicar un libro donde acusaba al gobierno ruso y a la FSB de planear los atentados bomba que en 1999 mataron a más de 300 personas en Moscú.

En 2006, fue envenenado con polonio 210. El 3 de noviembre Litvinenko ingresó al hospital presentando una serie de vómitos y dolores insoportables, nunca se recuperó. Murió 20 días después. Otra víctima atribuida a Putin y a su 'brazo armado', la periodista rusa Anna Politkovskaya, había investigado el conflicto bélico en Chechenia. En su libro La Rusia de Putin: Una democracia fallida, denunció que el FSB reprimía las garantías elementales de los civiles rusos y contribuía a establecer una dictadura al estilo soviético.

El 7 de octubre de 2006, Politkovskaya fue ultimada a tiros en el ascensor del edificio donde vivía. Respecto al crimen, Putin fue frío. Desde su perspectiva la informadora asesinada no tuvo mucha influencia en suelo ruso.

En un documental rodado por la National Geographic, la periodista rusa Masha Gessen compartió nombres de posibles víctimas. Todas murieron en circunstancias misteriosas y en todos los casos, afirmó, Putin y la FSB tenían razones para hacerlas callar.

Sergei Yushenkov quiso probar que el Kremlin planeó los atentados en Moscú y lo mataron de un disparo en abril de 2003. Stanislav Markélov, abogado y activista, otro crítico del conflicto checheno, terminó baleado en enero de 2009 en pleno centro de la capital rusa. Natalia Estemírova, activista de derechos humanos, fue secuestrada y asesinada en Chechenia en julio de 2009.

Entre los últimos crímenes atribuidos a los poderes del Kremlin destaca la ejecución de Boris Nemtsov, líder de la oposición rusa y crítico radical del gobierno. Nemtsov era a Putin lo que Trotsky fue a Stanlin. Lo acusó, entre otras cosas, de la crisis en Ucrania y de actos de corrupción durante los Juegos Olímpicos de Sochi. Mentsov sufrió varios arrestos. En febrero de 2015 fue abatido de un tiro en la espalda a poca distancia del Kremlin.

Sobre estas y otras muertes, la postura de Putin y su equipo ha consistido en prometer investigar los hechos.

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Anna Politkovskaya, periodista. Foto: Women Journalist Wordpress

RELACIÓN CON ISIS

Es bien sabido que las potencias mundiales suelen meter algo más que las manos en los conflictos bélicos de Medio Oriente. En esa región, en 2013, surgió el llamado Estado Islámico, también conocido como ISIS, una organización terrorista de ideología extremista con adiestramiento militar y equipada con armamento de alto poder. ISIS se adentró en la guerra de Siria y en otras disputas en esa zona.

La guerra civil siria agrega a la complejidad que entraña una disputa de este tipo los intereses que respaldan a los bandos involucrados: el dictador Bachar el Asad, los rebeldes, los kurdos y el Estado Islámico.

Rusia es aliada del régimen sirio desde la época soviética. Putin, por tanto, decidió apoyar al dictador. En su decisión también pesó que, según un artículo publicado por la BBC en abril de 2017, “no quiere ver el colapso del gobierno de un país en el que tiene intereses estratégicos”.

La FSB, como la CIA y otros servicios de inteligencia, se mueve en ese río revuelto.

En diciembre de 2015, un supuesto exagente de la FSB denominado como “Yevgeniy”, declaró a la televisión ucraniana que Rusia había infiltrado espías en los grupos de refugiados sirios que llegaban a Europa con el fin de que se relacionaran con las comunidades musulmanas para generar propaganda a favor de Putin.

Además, Yevgeniy acusó a la FSB de ser cómplice del Estado Islámico en los actos terroristas que realizó en 2015 contra la revista Charlie Hebdo en París. Aseguró que con sus agentes insertados en las comunidades islámicas europeas era imposible que la FSB no supiera de los planes del ISIS.

Las declaraciones de Yevgeniy hacen eco de lo señalado en 1984 por Anatoliy Golitsyn, un desertor de la KGB, en su libro New lies for old, en el sentido de que Rusia secunda actos terroristas para crear caos y anarquía en las regiones que le interesa controlar.

Según Litvinenko, Ayman Al-Zawahiri, líder de Al-Qaeda, recibió adiestramiento en una base de la agencia rusa en Daguestán (sureste de Rusia) en 1998.

Siete meses antes de la intervención de Yevgeniy en medios ucranianos, durante la Cumbre de la Casa Blanca contra el Extremismo Violento, Alexander Bortnikov (actual director de la FSB) reconoció que había cerca de 1 mil 700 rusos luchando por ISIS en Irak. En octubre de ese año, en el seno del Consejo de Jefes de Estado de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), Putin declaró que se estimaba la existencia de entre cinco mil y siete mil combatientes rusos y de otros estados de la CEI en las filas de la organización terrorista. Ningún diplomático ruso aceptó que sus compatriotas fuesen espías o miembros de la FSB.

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Protestas en Pakistá n contra la guerra en Siria. Foto: EFE/Arshad Arbab

Como se señaló líneas arriba, la FSB no ha sido la única agencia acusada de estar involucrada en la organización y ejecución de planes por parte de grupos terroristas. Hay quienes han atribuido a la CIA la creación y el financiamiento (ya sea directa o indirectamente) del Estado Islámico para causar inestabilidad política en Medio Oriente. En WikiLeaks manejaron esa versión en 2014, la difundieron a través de su cuenta de Twitter.

En mayo de 2016, el Estado Islámico publicó en Istok (La Fuente), su revista en ruso, un artículo sobre una supuesta espía del FSB llamada Elvira R. Karaeva. Según el informe, Karaeva se infiltró en el Estado Islámico en el País de Sham (Siria histórica). ISIS afirmó que, una vez descubierta, la agente fue ejecutada.

Las periodistas Jasmine Opperman y Julia Sweet investigaron el caso y concluyeron que, pese al llamativo silencio del Kremlin sobre el artículo de Istok, era muy poco probable que Karaeva hubiera infiltrado al ISIS. Las informadoras manejaron que, como Elvira ya había colaborado con la Federación Rusa en al menos un caso criminal, el Estado Islámico la reconoció desde el principio y la asesinó como advertencia. Sin embargo, no se tenía ninguna evidencia irrefutable de que Karaeva fuese agente del FSB.

Opperman y Sweet acusaron al ISIS y a sus órganos de difusión de generar propaganda mediante noticias falsas. En Istok se acusaba a Karaeva de asesinar a B. Gochiaev, emir de Ichkeria, y a varias personas más el 7 de de diciembre de 2011 en Kabardino-Balkaria (suroeste de Rusia). En realidad, sus “víctimas” murieron cuando intentaban escapar de la policía, una bomba que transportaban estalló.

Al día de hoy el conflicto entre Rusia y el ISIS sigue vigente. En febrero pasado, el FSB publicó un video donde un presunto terrorista del Estado Islámico es abatido en una casa de seguridad en la ciudad de Nizhny Nóvgorod (oeste ruso). Se le había detectado como sospechoso de conspirar contra las elecciones presidenciales.

La noticia concuerda con declaraciones de Bortnikov sobre una posible reestructuración de la organización extremista. Según Bornikov, ISIS buscaría efectuar ciberataques con software malicioso para influir en los próximos eventos políticos de importancia mundial. También reiteró que los ataques informáticos contra centrales nucleares no son un riesgo imaginario.

Además, en una imagen difundida en octubre de 2017, el Estado Islámico amenazó con lanzar ataques durante el mundial de fútbol a realizarse en suelo ruso en junio próximo. Uno de los futbolistas amenazados directamente fue el argentino Lionel Messi.

CONFLICTO EN UCRANIA

En 2004, las relaciones diplomáticas entre Rusia y Ucrania se tensaron como arco bélico. El entonces candidato a la presidencia del país, Víktor Yuschenko, fue envenenado con dioxina durante una junta con el servicio de seguridad ucraniano. La Fiscalía de Ucrania determinó que el químico con el que fue intoxicado sólo pudo conseguirse en Estados Unidos o en Rusia. Los norteamericanos negaron su participación, Rusia no dio una respuesta. Yuschenko sobrevivió, ganó las elecciones y culpó al FSB por la supuesta participación en su atentado.

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Durante las campañas de protesta del Euromaidán la Casa de la Federación de Sindicatos de Ucrania fue objetivo de ataques recurrentes y redadas. Foto: Amakuha

El conflicto estalló a finales de 2013: el entonces presidente ucraniano Víktor Yanukovich se negó rotundamente a aceptar las condiciones de un tratado de comercio con la Unión Europea y buscó ayuda en el gobierno de Putin. Era diciembre y las decisiones de Yanukovich no cayeron bien en los nacionalistas ucranianos del oeste del país. Las protestas contra su administración invadieron las calles de Kiev y estalló una guerra civil. Yanukovich huyó y un opositor, Petró Poroshenko, tomó el poder.

Ucrania se dividió en tres regiones: el oeste, bajo la influencia de Estados Unidos y la Unión Europea, la República de Donetsk y Crimea, territorios al este con inclinación hacia Moscú.

El vecino oriental no titubeó. En 2014, a través de un referéndum, anexó Crimea a su Federación para mantener su control sobre la zona. Este acto fue reprobado por Occidente. A la fecha la anexión no ha sido reconocida por los países de la OTAN.

En la disputa, Kiev impuso sanciones a Rusia: le prohibió el uso de su espacio aéreo, restringió las funciones de sus empresas en suelo ucraniano y limitó el empleo del idioma y las costumbres rusas.

Ese año, el periodista australiano John Pilger compartió en el diario The Guardian que la CIA habría organizado la revuelta en Ucrania para apoderarse de la base naval rusa de Crimea. Putin, sin embargo, fue más inteligente y les ganó la jugada.

Pilger también criticó que la agencia estadounidense hizo del país eslavo un “parque temático” tal y como pasó con Irak o Afganistán. También dijo que la CIA creó una estructura de seguridad desde la que se supervisan ataques contra quienes se opusieron al golpe de Estado, ejemplo de ello sería la matanza de Odessa.

En agosto de 2016, el FSB presumió haber frustrado una operación del Servicio de Seguridad Ucraniano (SBU) tras abatir a un grupo de “saboteadores-terroristas” cerca de la ciudad Armiansk, en Crimea.

La actividad de espionaje entre vecinos se intensificó en el segundo semestre de 2017. En septiembre, el FSB anunció la detención en Crimea de dos ciudadanos rusos, Anna Sujonosova y Dmtri Dolgopolov, acusados de entregarle a la inteligencia ucraniana información importante sobre la Armada Rusa.

Ese mismo mes, el Servicio Federal de Seguridad anunció la construcción de un muro de 50 kilómetros entre Crimea y Ucrania, con una inversión de 200 millones de rublos (aproximadamente tres y medio millones de dólares).

En octubre pasado, la fiscalía ucraniana señaló directamente al FSB por el asesinato del diputado Denis Voronenkov. Yuri Lutsenko, fiscal general, aseguró que el homicidio había sido realizado por órdenes de Vladímir Tyurin, líder de un grupo delictivo relacionado con el servicio secreto ruso. El motivo habría sido que Voronenkov fungía como testigo clave en un juicio contra el antiguo presidente, Víktor Yanukovich.

En contraparte, Bortnikov denunció en diciembre pasado que Ucrania está buscando con esmero desestabilizar la situación política en Crimea mediante el espionaje.

En febrero de 2018, la FSB detuvo a un sospechoso: Konstantin Davydenko. El FSB lo acusó de: “recabar y transmitir deliberadamente a los servicios especiales de Ucrania información sobre las actividades de unidades de la Guardia Nacional rusa y de empleados del FSB. La filtración podría dañar la seguridad del estado”. Así, abrió un proceso judicial contra Davydenko.

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, vuelve a negar una connivencia con el Kremlin para ganar pasadas elecciones. Foto: EFE/Shawn Thew

¿INFLUENCIA EN ELECCIONES?

En mayo de 2013, un informante encubierto de la CIA fue arrestado frente a la embajada de Estados Unidos en Moscú. Su captor: un agente del servicio federal. Ryan Christopher Fogle, originario de Virginia, fue acusado de espía. Las investigaciones arrojaron que Flogle intentaba reclutar para la CIA a agentes rusos. Se expuso que les ofrecía hasta un millón de dólares a cambio de su cooperación. La lucha por espiarse, una que han mantenido Rusia y Estados Unidos por más de siete décadas, no ha cesado.

En 2016, medios estadounidenses acusaron a los rusos de intervenir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y contribuir al triunfo del candidato republicano Donald Trump. Putin declaró que dichos señalamientos eran tonterías y sólo ponían en evidencia la gran desconfianza que tienen los norteamericanos respecto a su sistema político.

Sin embargo, la sospecha concuerda con lo escrito por Irina Borogan y Andrei Soldatov. En su libro The new nobility (2010) aseveran que Putin maximizó los poderes del FSB para enviar agentes al extranjero a realizar operaciones especiales.

Una investigación de fiscales estadounidenses arrojó que una campaña de fake news (noticias falsas), diseñada para desestabilizar las elecciones de 2016, habría tenido su núcleo de trabajo en instalaciones de empresas rusas en San Petersburgo. Sin embargo, no se le ha podido relacionar directamente con el Kremlin.

Por estos días, el Kremlin se mantiene pendiente de las elecciones presidenciales del 18 de marzo. Putin busca retener el poder por un cuarto periodo. Las redes de seguridad se enfocan a resguardar el ciberespacio ruso.

En su trabajo de investigación, Borogan y Soldatov hacen mención del desarrollo y empleo de Sorm, una tecnología que permite a la policía rusa pinchar líneas telefónicas y correos electrónicos. Esta herramienta mantendría las elecciones rusas blindadas en el ámbito de las telecomunicaciones.

Mike Pompeo, exdirector de la CIA, hoy secretario de Estado de la Unión Americana, advirtió sobre la posibilidad de que el FSB busque interferir en las elecciones legislativas de Estados Unidos, programadas para el 6 de noviembre.

Herbert McMaster, consejero de Seguridad Nacional en Estados Unidos, alertó de que Moscú elaboró un plan para intervenir en las elecciones presidenciales de México. Serguéi Riabkov, viceministro ruso, replicó afirmando que Rusia nunca ha intervenido en elecciones en el extranjero. A su vez, acusó a la CIA y a las autoridades de la primera potencia mundial de estar muy inmersos en prejuicios antirrusos. Tratan de imponer a la comunidad internacional, comentó, su tergiversada idea de la política rusa.

Twitter: @BeatsoulRdz

Escrito en: Estado, Putin, Rusia, seguridad

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