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Elecciones y ética del descompromiso

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

En todos los ámbitos del ejercicio profesional crece la tendencia a desentenderse de las consecuencias ocasionadas por el bien o servicio que se produce, sobre todo, cuando dichos efectos no son inmediatos. Así, quienes fabrican o comercializan armas no experimentan responsabilidad alguna por los homicidios que se cometen con ellas, como tampoco los fabricantes de teléfonos celulares sienten que algo tuvieron que ver con los accidentes viales que sufrieron aquellos conductores que venían utilizando sus dispositivos cuando chocaron.

La responsabilidad se reduce a cada individuo en particular en actos muy concretos y específicos y resulta casi imposible convencer a alguien de lo contrario. Es altamente probable que quienes están leyendo este texto, coincidan con posturas similares a las que acaban de ser ejemplificadas en el párrafo anterior.

Cuando el quehacer individual y colectivo en una sociedad ignora las posibles consecuencias de sus actos el descuido que se sigue es de alarmar. Nadie termina haciéndose cargo de nada porque la responsabilidad sólo alcanza hasta el momento y lugar en el que, lo-que-sea-el-caso, se realiza. Si llega a haber cualquier tipo de daño más adelante, ya nada se tiene que ver porque, precisamente, las consecuencias ya no están a la vista. Ni las positivas ni, mucho menos, las negativas, incluso, cuando se trata de cosas previsibles.

Hoy nuestro país tiene muchos problemas y suponer que los únicos responsables son los políticos corruptos es partir de un mal diagnóstico de la situación. Esa lectura es la que conduce, luego, a creer que México cambiará el día que se dé con el político adecuado. Y en verdad que eso no va a suceder así. Si no se comienza a generalizar la preocupación por las consecuencias de lo que se hace y si, por el contrario, se sigue fomentando la idea de que la responsabilidad de cada uno termina en la inmediatez de cada acto, los problemas continuarán agravándose de manera irremediable.

Quienes aspiran a gobernar México deberían partir de reconocer que su sola presencia es insuficiente para lograr los cambios profundos que requiere el país. Hacer lo contrario, venderse como la solución definitiva, es fomentar de manera irresponsable esa actitud de quien pasivamente espera la salvación divina. Nada, ni la corrupción, ha perjudicado tanto a nuestra nación como lo ha hecho el desinterés por lo que ocurrirá como consecuencia de nuestros actos -o nuestra falta de acción-. Hay que evitar, por tanto, que el voto sea para quien o quienes de manera más clara e intensa fomenten la ética del descompromiso que, en términos electorales, se manifiesta con la idea de que sólo basta con votar y que el resto lo resolverá el presidente.

Escrito en: responsabilidad, consecuencias, quienes, actos

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