Nosotros

Las mentiras y sus repercusiones

PADRES E HIJOS

Las mentiras y sus repercusiones

Las mentiras y sus repercusiones

IGNACIO ESPINOZA GODOY

En la actualidad, la mentira es un antivalor al que la gente le ha asignado -qué gran contradicción- un valor y un lugar muy importante en su vida, al grado de que se recurre a ella con una frecuencia que debería sorprendernos; sin embargo, de manera lamentable, esta situación ya se considera como algo normal, cuando debería ser una práctica condenable y censurable a la que, también de forma desafortunada, la mayoría de la población se ha acostumbrado a pesar de que sus repercusiones son generalmente negativas en cualquier contexto que se den.

Dentro de este contexto, los padres de familia jugamos un rol sumamente importante, ya que de nosotros dependerá que los hijos aprendan a mentir o a ser honestos en lo que hagan o digan, lo que se traduce en una simple palabra: congruencia. Es decir, si los progenitores somos un ejemplo en el comportamiento recto, al margen de desviar o tergiversar la realidad, también en esa medida lo absorberán e imitarán nuestros vástagos sin necesidad de estárselos recalcando cada vez que queramos que sean seres humanos que no se apartan de la verdad sólo porque en ese momento es lo más conveniente, porque es más cómodo para sus intereses.

De manera cotidiana, es muy común observar cómo en muchos hogares los padres de familia ofrecen ejemplos a los hijos de lo que no se debe hacer, como cuando alguien llama por teléfono y pregunta por alguno de los progenitores, a lo que el "buscado" inmediatamente recurre ya sea a la pareja o a alguno de los vástagos y les pide que contesten en el sentido de que en ese momento no se encuentran en casa, debido a que se esconde o simplemente no desea responder a quien en ese instante desea contactar por algún motivo, sin importar el que sea.

A partir de ese tipo de incidentes, los hijos toman el mal ejemplo de los padres pues estos, indebidamente, utilizan a los vástagos hasta el extremo de forzarlos para que mientan por ellos, lo que no debería suceder ya que el mensaje que les están enviando es negativo, en el sentido de que pueden mentir cuando las circunstancias así se los indiquen, cuando debería ser de otra manera, para enseñarles a afrontar su realidad, sus problemas, no involucrarlos en juegos de mentiras, que luego se convierte en un estilo de vida que llega a ser considerado normal, socialmente válido y aceptable por una gran mayoría.

En lo personal, aún me sigo preguntando por qué la sociedad admite que este tipo de conductas y actitudes sean las que rijan nuestra convivencia, lo que significa que vivimos en un mundo construido sobre mentiras donde no pasa nada aunque te descubran, pues siempre estará como un recurso disponible el argumento y la respuesta a la que recurren los mentirosos: "Sí, mentí. Lo siento; me equivoqué. Discúlpame". Lamentablemente, este tipo de expresiones sólo son armas a las que se recurre para salir del paso, no como un arrepentimiento sincero, por lo que carece de validez moral.

No obstante, nuestra sociedad es muy tolerante y permite que quienes son mentirosos por costumbre continúen haciendo daño, todo porque se argumenta que la magnitud de los efectos negativos no es de tal grado que lesione a quienes resultan afectados por sus repercusiones, aunque habría que ser un poco más estrictos y aplicar ciertos castigos que podrían resultar efectivos para restringirles el acceso a los círculos sociales hasta que se puedan apreciar cambios positivos, de regeneración auténtica, para que quienes tienen muy arraigada esta costumbre busquen un compromiso consigo mismos para desterrar definitivamente este hábito pernicioso.

Sin embargo, también me pregunto si es posible que las personas que ya mienten inconscientemente pueden cambiar, ya que se puede tratar de un problema mental que no se resuelve con sólo tener la voluntad de hacerlo pues quizá precisen de apoyo profesional para deshacerse de ese hábito que adquirieron sin darse cuenta, por imitación de lo que sus padres les enseñaron, así que habría que buscar las raíces de esa conducta que se asume, en principio, como algo normal y que no le hace daño a nadie si no se es descubierto.

Dicen los que saben que las mentiras siempre caen por su propio peso, que tarde o temprano quienes tienen esta costumbre son apartados previa etiquetación, por lo que todo lo que dicen pierde credibilidad ante los demás, sobre todo en el círculo donde se desenvuelven, así que terminan por ser relegados debido a que hacen daño con lo que inventan o cambian, por emitir verdades a medias.

Entonces, ¿qué debemos hacer los padres para que nuestros hijos no se conviertan en mentirosos crónicos? La respuesta es muy sencilla: ofrezcámosles el mejor ejemplo y enseñémosles que ese hábito, esa costumbre no son argumentos válidos para salir del paso ni, mucho menos, para resolver los problemas, ya que sólo los agravan, por lo que es mejor afrontar la realidad y buscar una solución donde no esté involucrada una mentira.

Escrito en: Padres e hijos padres, costumbre, hijos, quienes

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Nosotros

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas