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Donde el corazón descansa intacto

LETRAS DURANGUEÑAS

Donde el corazón descansa intacto

Donde el corazón descansa intacto

FCO. JAVIER GUERRERO GÓMEZ

Estoy en la dureza de la plancha (granito que carga tanto muerto), por los costados caen líquidos y detergentes, el cuerpo lavan, sin calor ni frío. Están los practicantes platicando, solo soy un cadáver, una cosa, a ninguno le importa lo que he sido nadie me conoce, soy objeto, horas de trabajo para ellos, de seguro morí, la causa a ninguno le interesa pero la buscan.

Mientras preparan y afilan instrumentos salgo del cuerpo endurecido, arriba de los médicos medito, por lo que fue, lo que hice: nada valgo, escucho el rechinar que afila el hierro con que comienza el ritual macabro.

Qué raudo fue mi ciclo por la tierra, no alcancé a comprender que estaba vivo, me creía inmortal, aunque veía como los años pasaban como hojas, morían los amigos, los parientesAl paso disminuía la gran familia. Pensé: las mañanas siempre llegan, a pesar que diariamente en el espejo sorprendía entre las canas el camino agotado, sin ramajes y las articulaciones más estáticas.

Sorbía en el crecer de los ancestros juventudes ajenas, sus caminos los hice míos ¡Qué falsa presunción! Así los años anclaban cada día, la fuerza de las manos las arrugas encostraba, mapas extensos en el rostro me transformaban en otro.

Aquí estoy sin materia, mirando que a mi cuerpo los buitres blancos despedazan… Al aserrar el cráneo, sin dolor solo ese rechinido que siempre presentía, chorro de vapor que inunda el alma. Están dejando al exterior la masa de los sesos, escapan como parvadas insolentes los pensamientos, que en montones había arrinconado. Unos gritan: ¡Adiós! Los más aullando con la letra entre las piernas salen a la maleza de la nada.

Va el bisturí, desde el pecho en línea media, dividiendo mi cuerpo en dos mitades aquí destruyen lo malo de lo inútil, la piel dura, ríspida, no sangra, el líquido vital se fue agotado con hemorragias lentas, perpendiculares a mi tercera edad, silentemente.

Han roto las costillas, busco en ellas el cuerpo de mi Eva, nada encuentro, tal vez en un descuido, corazonada incierta, se fue tras de otro cuerpo. Rompen el nido donde el corazón descansa intacto, soñando aún por los amores pasajeros, de vez en cuando siento un latido: espejismo sin criterio, y entre las mudas pulsaciones deja escapar los nombres de las bellas, el tesoro más grande y más extinto que acunó mientras vivía.

El médico legista en ritual azteca inminentemente y sin que lo escuchen, lanza un grito de euforia, y al dios Huitzilopochtli levanta en triunfo el corazón exangüe…

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS cuerpo, corazón, ritual, Están

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