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Octavio Paz a veinte años de su partida provisional

LETRAS DURANGUEÑAS

Octavio Paz a veinte años de su partida provisional

Octavio Paz a veinte años de su partida provisional

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Una semana sin lluvia, más bien de claridades sosegadas… nada que ver con el bravo sol durangueño. Desde las cinco de la tarde de este 19 de abril comenzaron a llegar al Colegio Nacional los fieles de Octavio Paz –jóvenes, qué bueno, y adultos, por mitad y mitad-, a veinte años de su partida provisional. Dos horas después tendría lugar el homenaje al Premio Nobel, solemne ceremonia coordinada por el historiador Enrique Krauze, y que entre los participantes se incluían los nombres de Christopher Domínguez Michael, Jesús Silva-Herzog Márquez, Malva Flores, y como centro la presentación en México de la pieza coral “Maithuna”, con música del prestigiado Mario Lavista. Un encuentro pues de voces sensibles e inteligentes, una suma de admiradores del recordado autor de “El laberinto de la soledad”.

Llamaba la atención el orden y la buena organización del evento. Todo a tiempo. Todo en su lugar: el diseño escenográfico (con la fotografía del poeta preferida por Marie José Paz, al lado de la escritura de los versos de “Hermandad”), la perfecta disposición de los instrumentos musicales, los micrófonos y las cámaras asimismo a punto. Y la gente, respetuosa, guardando las formas, a la altura. Subrayo lo último por los días llenos de ruido y de furia política que estamos viviendo, sobre todo porque en la reunión se tocaron no pocas veces los comentarios de Paz sobre la realidad del país, que de alguna manera siguen todavía vigentes.

No obstante, los mensajes de Domínguez Michael y Silva Herzog me parecieron algo descosidos y el discurso que sí tenía mayor coherencia, el de Malva Flores, adolecía sin embargo de estar unida por muchos lugares comunes. La palabra de Krauze, al contrario, tuvo la fortuna de ir directo al corazón y al intelecto de los asistentes. Rememoró el difícil ambiente que rodeó aquel Encuentro Vuelta, en 1990, así como el hecho extraordinario de haberlo llevado a cabo. Concluyó aventurando que Octavio Paz pudo haber entrevisto –vate al fin- el México que ya se venía, el del cambio y el de la violencia.

“Maithuna” fue la entrada y el cierre de la noche. Cuatro bellas mujeres –dos sopranos y dos mezzosopranos, integradas en la agrupación denominada “Stregue”-, cantantes sobra decirlo de privilegio, acompañadas (ellas mismas eran las ejecutantes) entre otros instrumentos por un pequeño tambor tarahumara y las atractivas notas de varias copas con medidas diferentes de agua –suponiendo que era agua-, bien “afinadas”, al decir de Lavista, y que al pasar las yemas de los dedos por los bordes del cristal se producía un sonido evocador de lejanías, misterios, maravillas.

Por cierto, ¿qué significa y de qué trata “Maithuna”? Es una palabra en sánscrito que alude a la relación sexual en un contexto religioso; un poema que, en este caso, forma parte de las páginas de “Hacia el comienzo”, y que en palabras del propio escritor: “las parejas eróticas que cubren los muros de ciertos templos budistas e hindúes; la unión sexual; el camino de la iluminación, en el budismo e hinduismo tántricos, por la conjunción de karuna (la Pasión) y prajña (la Sabiduría). Karuna es el lado masculino de la realidad y prajña el femenino. Su unión es súnyata: la vacuidad…vacía de su vacuidad. El fragmento séptimo de este poema es una imitación de Li Po” (Obra poética I, págs. 551 y 552). “Mis ojos te descubren/ desnuda/ y te cubren/ con una lluvia cálida/ de miradas (…) Anoche/ en tu cama/ éramos tres/ tú yo la luna (…) Dormir dormir en ti/ o mejor despertar/ abrir los ojos/ en tu centro/ negro blanco negro/ blanco/ Ser sol insomne/ que tu memoria quema/ (y/ la memoria de mí en tu memoria)”. Así se oyen algunos versos del poema.

Es verdad también que el homenaje de hace diez años, con el mismo motivo, en el Palacio de Bellas Artes fue muy superior al de hoy; ¿pero no siempre es así? La muerte poco a poco va diluyendo todo. Como en el relato de Rulfo, pasados los años llega el momento en que ya nadie va al panteón a visitar a sus seres queridos. Esperemos que con Octavio Paz, el tiempo no sea tan inclemente con su obra. Preocupa, eso sí, que no se haga más por darle una mejor difusión a su palabra. Solamente hay que teclear periódicamente en Google los nombres del mexicano y del colombiano Gabriel García Márquez para observar que hay más noticias (estatua, rescate de archivos, premio de periodismo…) acerca del segundo. Octavio Paz merece que se le conozca mejor, que se le celebre más. Sobre todo: que se lea y se estudie más su legado literario.

Quedan las lecciones del poeta. Y queda en sus allegados la generosidad del verdadero maestro. Conmueve, por ello, la gratitud sincera de Krauze a su mentor (haciendo de conductor, subiendo una y otra vez de la primera fila al podio, con auténtica sencillez y humildad), contribuyendo a preservar la ejemplaridad y la excelencia de uno de los máximos exponentes de la lengua española en ambos lados del Atlántico (mientras tanto Maricarmen Santiesteban, mi esposa, y Andrea Martínez Baracs, la esposa de Krauze, se unían sus votos por la posible y próxima visita del ameritado historiador a Durango).

Don Octavio se sentiría orgulloso de Enrique Krauze -digo para concluir-, tal vez su mejor alumno en no pocas materias.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Octavio, Krauze,, instrumentos, homenaje

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