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Lino con tradición

Teñido y bordado en lengua nahua

Lino con tradición

Lino con tradición

Mariangel Calderón

Doña Teresa se recuerda a los cuatro años de edad, debajo del telar de la abuela, mirando con impaciencia la manera en la que la lana se transformaba en alguna prenda. No tardó en aprender las primeras puntadas y, más adelante, el modo de trabajar la materia prima.

Teresa Lino porta con orgullo una falda y una blanca blusa bordada con colorido. Un chal de lana le cubre los años de experiencia en el teñido natural de lana y el confeccionado de prendas de vestir.

La artesanía, dice, no es más que traer de vuelta el modo de vida de nuestros ancestros. En mi caso, señala, es al confeccionar prendas textiles con teñidos naturales, labor que llevaron a cabo su madre y su abuela. De esta última aprendió, además del oficio, a tener paciencia.

Doña Teresa se recuerda a los cuatro años de edad, debajo del telar de la abuela, mirando con impaciencia la manera en la que la lana se transformaba en alguna prenda. No tardó en aprender las primeras puntadas y, más adelante, el modo de trabajar la materia prima.

La primera prenda la elaboró cuando ya era “mayor”, a los 16 años, para ese tiempo ya se había casado y tenía responsabilidades. Con el tiempo se fue involucrando en las tareas que realizaban las mujeres de Hueyapan, Puebla, de donde es originaria.

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Los recursos que utiliza la comunidad para el proceso artesanal del teñido natural con añil en Hueyapan, Puebla: añil en piedra, tequesquite y plantas de la región. Foto: Carla Fernandez

ENVUELTA

Conforme el trato con la lana la fue cubriendo con sus hilos, Teresa Lino comenzó con el rescate de la tradición de bordar en su comunidad. Compartió sus saberes con otras mujeres.

Los colores los extrae a la antigua. Inicia con la recolección de algunas plantas y materiales como el añil, el tequesquite, el alumbre y la grana cochinilla. Cada elemento demanda diferentes procesos de cocción y fermentado; en ningún caso se utilizan procesos con agregados químicos; para medir las temperaturas se vale del meñique, tal como lo hacían sus ancestras.

“Yo sigo manejando la técnica que me enseñaron mis abuelas, que es sentir la temperatura con el dedo chiquito, si me preguntan a qué grado no lo sabría decir, pero de los dedos de la mano, el que más aguanta el calor es este, esta es la medida”, comenta mientras enseña sus manos.

Tan sólo el proceso de teñido de las prendas, comenta, requiere de unos ocho días: “Teñir con tinte natural es como un ritual, en los rituales te tienes que purificar, tienes que estar tranquila y eso es lo que implica el trabajo con tinte natural, si estás apurada mejor no tiñas porque no te sale, si estás preocupada tampoco porque, como decían las mayores, <>”.

En Hueyapan, las artesanas están organizadas para conservar el legado depositado en ellas. Teresa pertenece a una organización que opera desde hace más de 30 años; de ahí, conoció a otras mujeres y compartieron sus saberes.

Además, reconoció que una de las personas que promovieron el influjo artesanal fue la maestra Teresa Pomar, dedicada a la difusión de esta ocupación y quien por muchos años dirigió el Museo de Arte Popular que ahora lleva ese nombre.

Lino recuerda cuando la maestra Pomar le decía a ella y a sus compañeras que sus trabajos debían llevar la identidad y los colores de Hueyapan. Poco a poco comenzó a interesarse en las raíces de la riqueza tradicional que emanaba de sus manos, quiso conocer el significado de los animales que bordaba, la manera ancestral de extraer los colores de las hierbas y los secretos de su cocción.

A sus poco más de 50 años, doña Teresa ha sido distinguida en varias premiaciones de su especialidad gracias a la confección de prendas de lana teñidas que además llevan un bordado con al menos cinco puntadas diferentes.

En un tomicotón, que es la prenda que cubre el torso, se reúnen las expresiones del bordado. Con su dedo Teresa señala las puntadas de cruz, la antigua, el trenzado, pepenado y frontal: “En esta pieza están todas las técnicas, también mi corazón”. De sus manos también salen chales y “enredados” que son como una especie de falda.

Con el interés de los niños, la indígena nahua se adentró no sólo en el oficio que le da sustento, sino en conocer a fondo el significado de todo aquello que salía de sus empeños; así, con el colibrí, recuerda los años en los que curaba de espanto a sus cuatro hijos pequeños con una planta del mismo nombre.

Además, se enfoca en estampar en el lienzo de tela plantas medicinales, comestibles y animales, que son los espíritus de cada personas. Los árboles le devuelven la imagen de la importancia de las raíces familiares.

Los motivos de árboles y fauna conservan su diversidad. Existen representaciones de árbol del clavel y del “ilite”, que por su postura inclinada es la representación de la eternidad: “Nosotros al morirnos no desaparecemos. Hay otro lugar. Las mujeres mayores nos contaron que sus abuelas les decían que si tú te mueres te vas a un lugar muy bonito, otras nos decían que reencarnamos en animales, si tu espíritu es de águila te mueres y te vas con tu espíritu”.

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Foto: Archivo Siglo Nuevo

ESPECTRO CROMÁTICO

La selección de colores la hace con base en sus estados de ánimo, mientras va dando vida a los atuendos piensa en las personas que los portarán, aun cuando no conoce todos sus pasos imagina hasta dónde llegarán.

Pero, lo suyo lo suyo es el teñido y en ese terreno, si bien lo hace de la misma manera que sus abuelas, llevó a cabo algunos experimentos, en algunos procesos, para sacar colores diferentes a los tradicionales.

“Me da alegría que puedan apreciar mi trabajo, mucha gente prefiere comprarse ropa de marca y no comprar nuestro trabajo artesanal, entonces, me da alegría que lo estén comenzando a aceptar, nuestras piezas promueven nuestro trabajo, vemos que mucha gente ya nos conoce”, expone.

Doña Teresa ganó un reconocimiento por su trayectoria en el Concurso Gran Premio Nacional de Arte Popular 2018. Considera que su legado se debe compartir sin miedo a la competencia, simplemente por el gusto de poner en alto el nombre de su tierra, Hueyapan en este caso.

Las artesanas, explica, conocen bien su oficio. Sin embargo, aún enfrentan problemas a la hora de comercializar sus productos. Esto se debe, muchas veces, a que ellas mismas no valoran sus propios esfuerzos. “Como hacemos nuestro trabajo como si fuera para nosotros lleva mucho detalle y eso encarece nuestro trabajo, es necesario revalorarlo”, reflexiona mientras da otra puntada a su reconocida trayectoria.

Escrito en: Teresa, lana, colores, manera

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