En menos de una semana, el discurso de López Obrador ha pasado de la embestida incendiaria en contra de un listado específico de empresarios importantes del país a los que se refirió como "minoría rapaz" y de inmediato, pasa a la exhibición del pañuelo blanco que en son de paz, tremola frente al empresariado nacional y la sociedad en su conjunto.
El Peje no es tonto ni está loco. Cada una de sus palabras y actitudes por desconcertantes que parezcan, lleva un propósito deliberado y específico como es el caso del doble discurso que lo anterior implica. El discurso alterno de odio-amor, actúa de modo similar a la terapia por contraste que los médicos traumatólogos prescriben a los pacientes en rehabilitación, aplicando frío y calor extremos, sobre las partes del cuerpo que se pretende estimular.
Se trata de un riesgo calculado que le permite al candidato del Partido Morena permanecer en el centro de atención, con el objeto de evitar que se convierta en desplome, el descenso que en condiciones ordinarias amenaza a una figura hueca y tediosa, que en un proceso electoral prolongado, alcanza altos niveles de popularidad, a base de sembrar la división y la guerra entre hermanos.
López Obrador alienta el odio contra los empresarios, mediante actitudes que no tienen precedente en una elección presidencial y con ello, alaga los oídos de sus seguidores de extrema izquierda, fomenta la pasión de la turba que lo sigue con ciego fanatismo y de paso, pretende mantener el apoyo que le brinda el grupo de enojados, seguidores de última hora, que empeñados en el autoengaño, consideran la posibilidad de que una vez en el poder, surgirán bajados del cielo, contrapesos que le pondrán límites al hoy candidato.
Esta estrategia de "Un paso adelante, dos pasos atrás", fue ensayada a principios del Siglo Veinte por Nicolás Lenin, aplicada al golpe de estado conocido como Revolución Rusa. El personaje referido propuso la estrategia en una obra publicada en mayo de 1904, con el objeto de dirimir una controversia entre radicales y moderados que existía al interior del incipiente Partido Comunista, impulsando a los bolcheviques, empeñados en la toma del poder por medios violentos, enfrentados a los mencheviques o moderados, que pretendían un avance democrático gradual, por vía del convencimiento.
La estrategia cuyo comentario nos ocupa, tiende al engaño y alienta el extremismo y la violencia, y de ningún modo contribuye al progreso social y político, por la vía institucional. El resultado de su aplicación en el caso de la Unión Soviética, generó un sistema totalitario que convirtió a Rusia y a sus satélites en un inmenso campo de concentración y provocó un baño de sangre, que en números del disidente Alejandro Zoltzhenitsin, Premio Novel de Literatura 1970, causó la muerte de cincuenta millones de seres humanos, tan solo en Rusia.
Frente al discurso odio-amor, la sociedad mexicana ha reaccionado de modo inteligente, porque evitó caer en la trampa de la lucha dialéctica, entre grandes y pequeños empresarios, que tendió el Peje al decir con sutileza y dañada intención, que los que descalificó de modo personal mencionándolos por sus nombres, no son empresarios, sino traficantes de influencia que medran al amparo del poder público. Organizaciones sociales de diversa índole y empresarios grandes, pequeños y medianos de todas las regiones del país, se manifestaron a nivel nacional en contra del extremismo pejista, cerrando filas en torno a las libertades ciudadanas fundamentales.
La postura de los empresarios y de la sociedad en su conjunto, elude hacer el juego al Peje y lejos de cerrarse frente a la postura irracional que descalifica y propaga el odio entre mexicanos, permanece abierta frente a las propuestas de todos los candidatos, incluyendo al provocador que según se dirija al público de lunetas o galerías, de sombra o de sol, lo mismo se presenta vestido de lobo, de oveja o de blanca paloma.