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Educación: mensajes de un debate

JESÚS SILVA-HERZOG

JESÚS SILVA

Este gobierno ha hecho del narcisismo, su principal política pública. Los recursos públicos sirven para celebrarse. El Estado Narciso se adora y pretende que todos nos unamos en el amor a su espejo. Lo triste es que es ese cuento romántico no acaba bien: pocos aman a quien tanto ha invertido en su amor propio. La revelación reciente del diario Reforma vuelve a retratar a una administración con prioridades extraviadas. La SEP gasta más en promoverse que en capacitar a los maestros. Si alguien quiere una cápsula de las aberraciones morales de este gobierno puede quedarse con los datos que se han hecho públicos.

Hacer mal lo bueno es peor que hacer lo malo. Lo dijo, de mejor manera, Gómez Morin pero no encuentro su línea para ponerla entre comillas. Tenía razón: la incompetencia, la vanidad, la corrupción pueden contaminar el proyecto más encomiable. Ese es, seguramente, la peor herencia de la actual administración: desprestigiar una agenda razonable de apertura, manchar una sensata apuesta de contemporaneidad. En la manera en que el gobierno ejerce su gasto se exhiben sus verdaderas prioridades. Ahí se advierte igualmente su escasísimo respeto por las normas, su opacidad y las torpezas de su ambición. Los gastos en la SEP ensucian una reforma que, a mi entender, sigue mereciendo defensa. Dime en dónde gastas y te diré qué es lo que te importa. Se nos ha dicho hasta la saciedad que la reforma educativa de esta administración implicaba el poner el interés de los niños y de los jóvenes por encima de las ambiciones de los políticos pero al titular de la SEP le importó menos la capacitación de los profesores que su imagen. El narcisismo de la clase política debilitó la reforma que promovía y contribuyó a su desprestigio. ¿Puede negarse que las prioridades de la Secretaría de Educación Pública siguen estando de cabeza? ¿Puede negarse que el interés de los niños y los profesores sigue estando por debajo de las vanidades de los políticos?

Si el reportaje de Reforma sobre los gastos en la SEP permite identificar la manera en que gobernaron los priistas de la nueva generación, la controversia dentro de Morena sobre la política educativa puede adelantar los problemas que tendría una probable administración de López Obrador. El populista, dice el especialista Jan-Werner Müller vive en un mundo de fantasía: se imagina una oposición radical entre las élites corruptas y un pueblo homogéneo y moralmente puro. (¿Qué es el populismo?, México, Grano de sal, 2017.) La fábula puede tener sentido desde la oposición pero... ¿qué pasa si se conquista el poder? ¿Cómo puede conciliarse la responsabilidad de gobierno con la obsesión conspirativa?

Aún accediendo al poder, el populista necesita de la polarización. La confrontación con los enemigos es un combustible insustituible. Por eso habrá de escenificar espectáculos de proximidad popular, ocupar con los suyos todos los espacios del poder, acusar a los adversarios de ser agentes del antipueblo. Un barranco de ineficacia se abre de inmediato: mientras la gestión gubernativa exige atención al detalle, comprensión de la complejidad y diálogo con los actores relevantes, el liderazgo populista se obstina con la fisura maniquea para calentar el debate con notas bélicas.

Lo advierte el populistólogo Müller: Los populistas en el poder tienden luchar contra las organizaciones de la sociedad civil porque amenazan su aspiración de representar moralmente y en exclusiva al pueblo. Por eso sostienen que la sociedad civil no es realmente la sociedad civil y que cualquier oposición es contraria a la verdadera voluntad del Pueblo. Lo que ha sucedido esta semana en el campo de Morena me parece revelador. Mientras sus asesores formales en materia educativa responden a un requerimiento de organizaciones cívicas para exponer las líneas de su concepción educativa reconociendo algunas virtudes de los cambios recientes, el caudillo reitera su intención de tirar al caño la reforma educativa, se lanza contra los fifís que no entienden al pueblo y coquetea con los líderes de los sindicatos magisteriales. Así ha sido en todas las órbitas durante la campaña: un líder que antagoniza y un equipo que constantemente pretende atemperar la provocación.

No es probable que esta tensión desaparezca en el gobierno. Su equipo será, seguramente, su primera víctima.

Escrito en: JESÚS SILVA-HERZOG reforma, gobierno, educativa, sociedad

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