Siglo Nuevo

El ritmo infantil se respeta

Adultos con prisa, niños con tiempo

El ritmo infantil se respeta

El ritmo infantil se respeta

Redacción S. N.

Los cambios en la sociedad, las innovaciones, las competencias, el consumismo, la conectividad y demás afecta la relación entre padres e hijos. Sin ir más lejos, el proceso de formar a los menores se ha trastocado para atender lo urgente y no lo importante.

Criar a los hijos implica la búsqueda de un equilibrio entre los ritmos de la infancia y de la adultez. La tarea tiene su complejidad dadas las prisas y factores en torno al funcionamiento familiar en los tiempos actuales: tráfico en todas partes, mucha iluminación artificial, la necesidad de establecer horarios muy rígidos dada la cantidad de cosas por hacer. En principio, debe tenerse en cuenta que el ritmo de los infantes es distinto al de los papás, es decir, su cerebro funciona de forma distinta y conciliar novedad y rutina es complicado.

La movilidad adulta avanza, se detiene, acelera, gira y demás con base en objetivos externos, prima el resultado y el proceso se pierde de vista ante el cumplimiento del cometido. Con los niños, en cambio, la parte principal del proceso sucede a nivel interno. Los infantes disfrutan tanto de las tareas que ejecutan con la pericia adecuada como de alcanzar el objetivo planteado.

Si le pides a un infante que limpie algo disfrutará viendo el objeto limpio una vez concluida la tarea. No debe perderse de vista que igual disfruta de mojar sus manos, aplicar el líquido y verlo fluir, formar pompas de jabón, enjuagar. Es decir, el modo natural de los pequeños es lento, se recrean, gozan la experiencia. Entre los adultos, en cambio, suele primar la rapidez.

/media/top5/SNfamPater2.jpg

Foto: Archivo Siglo Nuevo

INDEPENDENCIA

Es una situación normal. Los adultos sienten el impulso, quieren ayudar al niño para que ejecute sin demora, sin embargo, eso tiene más relación con la comodidad de los papás que con el adecuado desarrollo del infante.

Las necesidades infantiles son muy particulares, carecen de la madurez suficiente para adaptarse al cronómetro y a las necesidades de los mayores. No es raro, si uno se da un tiempo para reflexionar al respecto, descubrir cómo se orilla a los infantes, de forma inconsciente, a entrar con calzador en el modelo paterno.

Los cambios en la sociedad, las innovaciones, las competencias, el consumismo, la conectividad y demás afecta la relación entre padres e hijos. Sin ir más lejos, el proceso de formar a los menores se ha trastocado para atender lo urgente y no lo importante.

El equilibrio es el concepto clave, que ni el niño ni el adulto hagan todo lo que les plazca. De los dos lados hay necesidades esenciales irrenunciables. Tanto el progenitor como el menor requieren que el otro sea feliz para estar bien.

En cuanto a la mejor manera de llevar la formación del menor, especialistas en pediatría ponen el énfasis en dejarle cierta libertad para que gane seguridad y autonomía, cualidades valiosas para enfrentar los retos del mañana. Son cuestiones tan elementales como permitirle comer o vestirse solo, así ganará confianza y se aprestará a abordar nuevas experiencias, definirá gustos y prioridades personales, intentará retos mayores, ganará experiencia y su mente estará más ordenada.

La cuestión es darles opciones de avanzar a su ritmo en cuestiones como el aprendizaje o al llevar a cabo algunas tareas, se trata de un ámbito de decisión cuyas repercusiones se extenderán a lo largo de su vida.

VIGILANCIA

Tener “respeto” por el ritmo infantil no significa en modo alguno dejar que el menor haga lo que le plazca. Se debe vigilar y permanecer atento a la seguridad del niño, acompañarlo en su ascenso por la escalera de hitos evolutivos, desde establecer rutinas hasta hacerse de hábitos.

Es importante no perder de vista lo siguiente: cada infante es diferente, pueden ser dos varones o dos mujeres nacidos el mismo día, en la misma colonia y sin embargo serán muy diferentes. Cuando uno ande, el otro aún seguirá en gateando, cuando uno ya diga sus primeras palabras el otro seguirá emitiendo voces ininteligibles. La diferencia no anula que ambos sean normales.

Los progenitores pues, no deben apresurarlo sino, aquí sí, respetar los ritmos del menor cuando se trate de la consecución de logros evolutivos como instalar su reloj del sueño, el control de esfínteres, saber sentarse o caminar o hablar o alimentarse.

Cuando un bebé cumple cierto número de meses no significa que pueda realizar lo marcado en las guías sobre paternidad e infancia, equivocarse es tan fácil como forzar al infante a hacer cosas para las que no está preparado.

/media/top5/SNfamPater2.jpg

Foto: Archivo Siglo Nuevo

A veces se confunde “respetar” el ritmo de evolución del niño con permitirle dirigir las acciones y los hábitos en el seno de la familia de un modo que quizá no sea el más positivo ni pensando en su desarrollo ni en el bienestar de sus familiares.

No puede respetarse el deseo del menor a bajar al arroyo vehicular cuando hay carros circulando o su deseo de comer dulces todo el tiempo; si se puede respetar su deseo de moverse con libertad bajo la debida supervisión o que coma lo que él quiera cuando se trata de alimentos benéficos para su salud.

El papel paterno versa sobre ayudar a sus hijos a regular su conducta y ejercer su función de salvaguarda en la toma de decisiones que sobrepasan la capacidad de quien no tiene mucho tiempo en el mundo. Es indispensable que los adultos sean adultos y escuchen las necesidades del descendiente e intenten satisfacerlas cuando sea posible, sin eludir la responsabilidad paterna, esto en el entendido de que no todo es posible en todo momento.

Si el infante no tiene la madurez suficiente para hacer los ajustes correspondientes a su conducta o armar planes y tomar decisiones benéficas, una opción a contemplar es establecer hábitos y rutinas positivas para él.

RITMO

Los niños suelen pasar de una etapa de desarrollo a otra en un orden natural y en cierto modo predecible. Los papás no deben desesperar si ven a infantes de la misma edad que superan al propio en, por ejemplo, el lenguaje. Bien puede ser que su vástago tenga algún rezago en esa esfera y, al mismo tiempo, vaya adelantado en desarrollo sensorial o motor.

Cumplir el paterno papel es garantizar la satisfacción de las necesidades del hijo, estar atento a su correcto crecimiento físico o cognitivo, ponerse atención a lo que dice, a lo que siente, al modo en que se mueve y a cómo se relaciona con el entorno, con su familia, con otras personas. Los pequeños, para su formación integral, necesitan ser agentes activos en el proceso de aprendizaje.

Escrito en: proceso, necesidades, ritmo, modo

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Siglo Nuevo

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas