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Homero en cápsulas genéricas

El abismo entre “basado” e “inspirado”

Homero en cápsulas genéricas

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Iván Hernández

Apelar a la épica del relato en el que está inspirada es uno de los errores de Troy: fall of a city. Otro es que la promocionaron como una “superproducción”, pero tal calificativo le queda grande.

Compartir nombre con algún eminente personaje en modo alguno representa que uno esté hecho para la gloria. Al contrario, bien puede conducir a momentos de suyo incómodos por cortesía de las odiosas comparaciones. Del mismo modo, llevar el nombre de una de las ciudades desaparecidas más ilustres de la historia no significa estar en presencia de una serie de época.

Hace un par de meses la BBC estrenó, hecha en coproducción con Netflix, Troy: fall of a city (Troya: la caída de una ciudad). La clave para resumir sus ocho episodios está inscrita en los créditos, entre “Creada por David Farr” y “Escrita por Joe Barton”, y dice: “Inspirada en Homero y los mitos griegos”.

Lo que se ve a lo largo de la serie justifica con creces la leyenda. El televidente, y lector del célebre ciego, de sus geniales coterráneos y de rigurosos estudiosos de ese mundo, no puede decir que no estaba advertido. “Inspirado” y “basado” son términos tan equivalentes como vino y bebida.

Pero, ¿cómo no ser vencido por el entusiasmo? Es tan fácil dejarse llevar por el gusto de ver en pantalla a viejos amigos de la infancia y primera juventud y no en una película, por mucho que dure 177 minutos, sino en un serial con capítulos de casi una hora de duración y con la posibilidad de que, dado el generoso volumen de tramas secundarias disponibles, la experiencia se postergue hasta una segunda temporada.

El espectador goza de un buen primer episodio. Los siguientes tienen algo que contar mas el resultado se desarrolla a prudente distancia del molde. Nada rara es la sorpresa de ver cercano el final de la aventura y, sin embargo, sentir que no hemos visto La Ilíada.

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Foto: BBC

INICIO

La caída de la ciudad comienza con el joven y apuesto Paris, un pastor, no de hombres, entregado a los placeres de la vida campirana. Es reclutado por Zeus crónida para juzgar la disputa entre Hera, Atenea y Afrodita por hacerse con la manzana dorada de Miss Olimpo. Las participantes, como buenas griegas, intentan corromper al ecuánime mortal. La primera le ofrece poder, la segunda, sabiduría, y la tercera, sexo con amor con la mujer más hermosa del mundo. Afrodita gana y las derrotadas juran venganza.

Luego, el pastor juguetón se mete en problemas con unos príncipes. Paris lanza un reto y acaba en la arena de pugilato enfrentado a un domador de caballos. La lucha se desarrolla frente a la mirada atenta de Priamo, rey de Troya. El padre de Paris arroja la toalla cuando su chico ya está a punto de entregar el equipo. El progenitor revela su carácter postizo, el imprudente muchacho, prosigue, es realeza, un hijo del monarca de Ilión, se trata de un bebé enviado a morir a resultas de los malos augurios que acompañaron su nacimiento.

Priamo y su mujer, Hécuba, no lo pueden creer. Dan al recién hallado blasones acordes a su rango. El rey, interesado en educar al pastor en las maneras de gobernar y en las relaciones con las potencias extranjeras, decide enviarlo a Esparta, a congraciarse con el rey Menelao. Pronto, el joven demuestra que las maneras diplomáticas no son lo suyo: hace comentarios fuera de lugar, se conduce con altanería frente a su anfitrión, pone en aprietos al siervo que lo asiste en la misión. Esto dura hasta que encuentra un motivo digno de buen comportamiento. El atrevimiento da un giro de 180 grados, Paris incluso se muestra dispuesto a desposarse con la joven Hermione para reforzar los lazos entre los pueblos. Las cosas, sin embargo, no salen como los futuros suegros esperaban. El pastor, ahora conocido como Alejandro, aprovecha una salida obligada del rey espartano para hacerse a la mar y llevarse consigo el tesoro más bello del mundo.

GIROS

La principal apuesta de Troy: fall of a city consiste en contar la historia desde dentro de los muros de Ilión. Al principio esto no queda claro. Somos testigos del flechazo entre Paris, interpretado por el australiano Louis Hunter, y Helena, en la piel de la alemana Bella Dayne. Luego se alternan escenas de la preocupación troyana acerca de las represalias, el debate acerca de qué podemos hacer, con los preparativos del ejército encabezado por Agamenon, pastor de hombres.

El llamado a los aliados para que acudan a defender la honra de Menelao, nos obsequia una de las mejores puntadas de Odiseo. Llegan a buscarlo y el fecundo en ardides se hace el loco. Cuando el mensajero pone en riesgo a Telémaco, hijo de Ulises y Penélope, el monarca de Ítaca se cura milagrosamente de su locura y se pone a las órdenes del comandante en jefe.

Entre los monarcas griegos hay inconformidad por tener que cumplir con la palabra dada: cuando se disputaron la mano de Helena, juraron respaldar al vencedor.

A regañadientes viajan a esa playa en la que pasarán los próximos años y episodios. Su confianza en conseguir lo que otros no han podido, superar las murallas de Ilión, está depositada en el jefe de los mirmidones, cuyo papel fue asignado a David Gyasi, mejor conocido por sus actuaciones en Cloud Atlas y en la serie Containment.

En el primer choque de ejércitos vemos a los dioses en el campo de batalla, bendicen a sus favoritos de uno y otro bando, pero no llegan a pelear entre ellos ni con alguno de los paladines.

Ulises, interpretado por Joseph Mawle, el Benjen Stark de Juego de tronos, es de los que más quedan a deber a lo largo de la historia.

Lo demás es una serie inspirada en relatos homéricos y muestras de los mitos griegos que sería mucho mejor si se llamara de otro modo y sus actores respondieran a otros nombres.

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Foto: BBC

¿ÉPICA? NO TANTO

Apelar a la épica del relato en el que está inspirada es uno de los errores de Troy: fall of a city. Otro es que la promocionaron como una “superproducción”, pero tal calificativo le queda grande. La ambientación es correcta, el esfuerzo, notable; las imágenes computarizadas utilizadas para recrear la ciudad que abrió sus puertas al engaño griego quedan a deber. El espectador notará con facilidad la falta de tomas abiertas, de escenas de combate y de efectos especiales que hacen a las superproducciones.

Priamo y sus hijos ocupan los primeros planos. Hay algo de Casandra y de Andrómaca y abundancia de licencias para ajustar la mira a la óptica de los sitiados. A Diomedes, uno de los baluartes aqueos, ni siquiera lo convidaron; Eneas, aliado troyano y futura semilla de Roma, juega un papel minúsculo; se agradece la inclusión de Pentesilea y las amazonas; se echa de menos el arrojo de Protesilao, el genio de Palamedes, el sufrimiento de Filoctetes.

La divina intromisión es otro de los aspectos que se extrañan, en especial las que llevan las firmas de Apolo, Ares y Escamandro. Zeus y las diosas ya mencionadas acuden al pase de lista, pero en casi todas sus apariciones, el crónida reafirma aquello de “no intervenir en el curso de los acontecimientos”.

Las actuaciones son buenas y aunque se suele destacar a la parte psicológica como lo más destacado del serial, en realidad, los únicos que evolucionan son Paris y Helena. El primero pasa de seductor empedernido y príncipe por accidente a tener el yelmo bien puesto y ser poseído por el espíritu del masiosare un extraño enemigo. El cambio efectuado en Helena tiene mucho de sueño que se extingue y aceptar el hado.

Al final, Troya: la caída de una ciudad, tiene cosas parecidas con el canto homérico, personajes que comparten nombre y situaciones mas, ¿para qué adaptar La Ilíada cuando simplemente podemos inspirarnos en ella y presentar una especie de producto similar? Hay preguntas que, a la vista de los resultados, no ameritan buscar una respuesta. En todo caso, como forma de acercar a nuevas generaciones a los señeros personajes de la hoguera inmortal, puede estar bien.

Twitter: @ivanhazbiz

Escrito en: serie, Paris, Troy:, fall

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