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La literatura mexicana en la época de Cervantes

LETRAS DURANGUEÑAS

La literatura mexicana en la época de Cervantes

La literatura mexicana en la época de Cervantes

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Guanajuato, la capital cervantina de América -ni más ni menos- nuevamente fue ocasión para el diálogo de altura, la información derivada de la investigación rigurosa, esta vez en torno a la “Literatura mexicana en la época de Cervantes”. ¿Cómo comenzó el proceso histórico que dio lugar a la expresión nacional decimonónica, para decirlo con el término feliz del conmemorado José Luis Martínez? Un buen número de académicos provenientes de varios países ofrecieron sus respuestas la semana pasada en teatro Juárez, ante el público asistente al XXVIII Coloquio Cervantino Internacional.

A lo largo de estos años, el Coloquio ha pasado por varias etapas, todas con su peso específico y atractivo particular. Al principio, allá por los años ochenta, y animado por la voluntad extraordinaria del inmenso don Eulalio Ferrer –grande por su generosidad y amor a México- el encuentro intelectual se configuraba bajo sus buenos oficios con hombres tan notables como Martín de Riquer, Jean Cannavaggio, Francisco Rico, Florencio Sevilla –desde la mejor academia- o Jorge Edwards y Sergio Pitol -desde la creatividad literaria-, por citar solamente unos cuantos nombres representativos. Tras la muerte de don Eulalio, el encuentro ha tomado un énfasis todavía más academicista. ¿Para bien? Cada fase ha tenido sus ventajas y beneficios (en otra parte ya contaré con más detalle experiencias y anécdotas al respecto).

Este 2018, como se dijo, la reunión trató con acierto los orígenes de nuestras letras. Para ello, coordinada por el historiador Christian Duverger –a veces tan discutido por sus propuestas a propósito de Bernal Díaz del Castillo, Hernan Cortés y Cristóbal Colón, hay que señalarlo también sin ningún reparo- se expuso una temática por demás interesante. Desde los “Antiguos textos literarios en náhuatl”, la “Crónica y competencia literaria entre Gómara y Cervantes de Salazar” y “Sahagún escritor” hasta “La narrativa de Diego Durán”, pasando por “El teatro evangelizador” y los “Inicios de la mexicanidad en la literatura novohispana: Francisco de Terrazas y Antonio de Saavedra y Guzmán”, sin agotar la lista.

¿Y la relación Miguel de Cervantes?, se preguntará con toda razón el lector más atento. He ahí la cuestión. Se supone que lo que han tratado de mostrar las sesiones guanajuatenses son algunos antecedentes americanos – arte escrito, fundamentalmenteque luego se fusionará al amparo de la influencia española, en especial a partir de la publicación y lectura del Quijote. Pero más allá de la intención inicial, lo cierto es que las cátedras resultaron muy sugerentes y motivaron a los asistentes al teatro Juárez. Eso es lo que se observó.

Durango, apunto con no disimulada satisfacción, siempre ha tenido una presencia notable en los Coloquios, junto con Veracruz. Con un subrayado importante: nosotros no tenemos Escuela de Filosofía y Letras, por lo mismo, cabe la valoración de la participación durangueña. Con sus propios recursos económicos, anualmente viaja a la hermosa ciudad de los túneles el grupo de escritores y lectores de Durango, con entusiasmo y deseos de seguir aprendiendo.

Por mi parte, al tiempo que mi esposa Maricarmen y yo disfrutamos cada nueva edición de la cita cervantina, no dejo de sentir cierta nostalgia por los maestros que ya nos han dejado. El propio don Eulalio, para empezar. ¡Qué señor! Una de las personas, que cuando se le conoce, deja su huella indeleble en uno. “Esto es de ustedes”, nos dijo un día, señalando con su mano amistosa los cientos de tesoros del Museo Iconográfico del Quijote. Y cómo olvidar su bellísima y humana expresión para referirse a nosotros: “Somos hermanos en Cervantes” En otra medida, más sinceramente modesta, todos los días tratamos de merecer esa distinción, inigualable y llena de prosapia espiritual.

Hace unas horas regresamos a nuestra tierra, con el sentimiento del deber cumplido. Nos disponemos a seguir con el alto compromiso de la tarea cultural, mientras seguimos viendo en el recuerdo reciente al Pípila custodiando la espléndida ciudad de piedra labrada, con su placita central, las estilizadas columnas de su teatro emblemático (es difícil decidir si es más seductor con la luz del sol o de la luna) y sus restaurantes “Valadez” y “El Truco 7”, que nos esperan con su sabores característicos. Y seguimos oyendo las entusiastas estudiantinas y los Entremeses Cervantinos, legendarios y eternos, y una de las mayores alegrías para los fieles del clásico en castellano. Son voces que nos acompañarán a todas partes por sus escenas inolvidables envueltas en una íntima musicalidad: la de las palabras de los abuelos. Con las que crecimos y descubrimos y nombramos las cosas, el mundo que nos tocó vivir. Gracias Guanajuato por darnos tanto, una vez más.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS teatro, todas, mexicana, Eulalio,

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