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Revienta México

JORGE RAMOS

JORGE RAMOS

La escena era impresionante y llena de simbolismo.

Andrés Manuel López Obrador acababa de ganar la elección presidencial en México, y miles de sus seguidores no podían entrar a celebrar en la plaza central del Zócalo en la Ciudad de México. Unas vallas metálicas y la policía les impedían pasar al que se había convertido en un lugar para ver el Mundial de fútbol en pantallas gigantes. Pero la multitud creció tanto y la presión fue tan grande que los policías tuvieron que abrir una entrada entre las vallas y la gente se desparramó por la plaza histórica.

México había reventado.

Más de la mitad de los votantes (53%) dijeron: "No queremos más de lo mismo". Tras 77 años del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y 12 años del Partido Acción Nacional (PAN) en la presidencia, México dio un giro a la izquierda. Nadie sabe exactamente lo que eso significa, pero, sin duda, será distinto a lo que han tenido los mexicanos hasta el momento.

Llegar hasta aquí no fue fácil. La última vez que un candidato de izquierda ganó una elección presidencial en México fue en 1988. Pero el temible Carlos Salinas de Gortari y su partido (PRI) realizaron un fraude descomunal y le robaron la victoria a Cuauhtémoc Cárdenas. López Obrador asegura que fraudes electorales similares le impidieron llegar a la presidencia en el 2006 y el 2012. El tercer intento fue distinto.

Esta "ola de indignación", como me lo describió la escritora Elena Poniatowska, fue imparable. Los asesinados (más de 200.000 en dos sexenios), la grosera corrupción (empezando por el propio presidente) y la terrible sensación de que el presidente Donald Trump estaba ninguneando e insultando a México generaron un voto masivo por el cambio. El resultado fue muy superior a lo que sugerían las encuestas, lo que quiere decir que hubo muchos mexicanos que votaron por AMLO, pero que lo ocultaron a los encuestadores, y quizás también a sus amigos, familiares y jefes.

Las expectativas que se han puesto sobre López Obrador son altísimas. Solo son comparables a las que hubo tras el histórico triunfo de Vicente Fox en el 2000 que terminó con 71 años de férreo control priista. Pero Fox nos defraudó. Lejos de cambiar el sistema, se aferró a él, y la esperanza de algo nuevo se esfumó. López Obrador no puede hacer lo mismo. En su primer discurso como ganador insistió en que no nos va a fallar. Ese es el gran reto.

EL triunfo de AMLO tiene a muchos nerviosos. "¡Se van!", tuiteó el actor Diego Luna. Ojalá, pero no será tan rápido. Ese grupo que López Obrador identificó como la "mafia del poder" está en plena metamorfosis. De la negación - "no, López Obrador nunca será presidente" - pasaron a la conmoción y ahora están pataleando para sobrevivir. Harán lo que sea necesario.

Algunos mexicanos tienen una habilidad particular para orbitar hacia el poder. Y, rápidamente, se alinean con el "chingón" y el de arriba, como me dijo un exembajador estadounidense. Ocurrió igual con el tlatoani azteca y con el virrey español. Ahora políticos, periodistas, empresarios y hasta artistas se están acercando a AMLO y a su gente para no perder los privilegios que han hecho de México uno de los países más desiguales del mundo.

Si López Obrador cumple con sus promesas les tendrá que decir "no" a esos jefes que durante décadas se alinearon con el PRI y el PAN.

Lo que había antes del 1 de julio ha quedado esparcido y embarrado por todos lados. Las estructuras del pasado priista y panista se resquebrajaron; no se pueden volver a colocar unas encima de otras como en un juego de Lego. No podemos, afortunadamente, regresar la pasta de dientes al interior de su envase.

Todos estábamos hartos y enojados con el México de la muerte y la corrupción. Pero sabíamos que era cuestión de tiempo para que explotara. Algunos imaginamos que sucedería en medio de protestas masivas o, incluso, mediante un juicio para destituir al presidente. Pero la sorpresa fue que el truene ocurrió pacíficamente un domingo de votación.

Miles de mexicanos, ahí frente a mis ojos, se desparramaron en la plaza - que es el ombligo del país - mientras los comentaristas de programas de televisión, muy lejos de ahí, trataban de explicar por qué se había dado el triunfo de AMLO. Con un vistazo al Zócalo lo habrían entendido todo: México había reventado.

Escrito en: Jorge Ramos Obrador, López, México, Pero

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