Los pápagos, indios de Sonora, tenían una ceremonia cuyo nombre era "mutilli". Cuando una joven llegaba a la edad núbil el cónari, jefe de la tribu, llamaba a sus pretendientes, que se congregaban frente a la muchacha. A una señal del cónari ella salía a todo correr y se perdía en el monte. Dejaba pasar una hora el jefe, y luego daba otra señal, y partían los pretendientes tras la joven. El que la hallara y trajera de regreso tendría derecho a hacerla su mujer.
Aparentemente todos participaban en igualdad de circunstancias. No era así: la muchacha había escogido ya al hombre que le gustaba. No se dejaba hallar de los demás, y sin que su preferido lo supiera lo ayudaba a encontrarla.
Igual sucede entre nosotros. Igual sucede en todo el mundo y en todos los tiempos. El hombre cree que ha escogido. El escogido ha sido él.
¡Hasta mañana!...