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Educación sin rumbo

Consinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

La educación escolar ha sido reducida a mercancía que se comercializa y esto poco tiene que ver con el origen del financiamiento de la institución que la imparta. El abordaje que se hace de los problemas educativos suele estar en función de sus atributos en tanto "servicio que se oferta" y no en relación con el papel social y cultural que debería jugar.

Como en un piso de subastas, las instituciones educativas de todos tipos y niveles incrementan sus promesas alimentadas por el único deseo de generar más riqueza económica a sus dueños: idiomas, artes, deportes, horarios ampliados o calendarios saturados son algunas de las características que se agregan al "modelo austero", para convencer a la "clientela" de que su oferta es la mejor.

También los actores políticos entran en el juego: dispositivos tecnológicos, supresión de exámenes de admisión o becas, son ejemplos de lo que están dispuestos a otorgar, tal vez no por dinero, pero sí a cambio de votos. Incluso la gratuidad y la obligatoriedad de la enseñanza básica que en el Siglo XIX se instituyeron como rasgos distintivos del sistema educativo, ante la necesidad de democratizar al país, hoy se manejan como moneda de intercambio.

Aquel que tiene más recursos disponibles, y no me refiero en exclusiva a los económicos sino también, en algunas ocasiones, a los intelectuales, es quien puede comprar mayores y mejores servicios de educación. Sin embargo, en más de una ocasión se trata de una mera ilusión porque, como demuestran las distintas evaluaciones que se aplican en México, al final los resultados no son demasiado diferentes entre los que recibieron el "modelo de lujo" y quienes sólo llevaron lo elemental. Y es que a los comerciantes de la educación se les olvida que, con demasiada frecuencia, menos resulta ser más.

El caso más dramático del fracaso educativo mexicano es nuestra pobre comprensión lectora. Si no somos capaces de entender de manera profunda lo que leemos ¿cómo pretendemos realizar otras tareas de mayor dificultad como la de discernir entre la validez o falsedad de una proposición o enunciado?

El negocio inmoral de construcción y difusión de noticias falsas ha llegado al colmo de inventar declaraciones, alterar imágenes y mentir descaradamente sobre los acontecimientos de interés público. En el papel, todos sabemos de la posibilidad que brinda la tecnología para trastocar la realidad y presentarla de manera trucada, a conveniencia del que tiene esos medios y los sabe manejar. A pesar de eso, mordemos el anzuelo una y otra vez, con la credulidad propia de quien lee, pero no entiende más allá de lo que está escrito.

Casi nada de lo que hasta ahora están proponiendo las futuras autoridades educativas permite alimentar el optimismo. La educación en México sigue sin rumbo. Continuamos atorados en el mismo lugar, pensando en los rines, la tapicería o el motor del vehículo, y no en el destino al que debemos llegar como nación.

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