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CATÓN

CATÓN

Entre los hombres de la Europa que fundaron Saltillo, mi ciudad, debe haber venido un sapiente urbanista, algún insigne planificador.

He aquí que fincaron la población en un suave declive que baja de lo alto de un alto lomerío hasta llegar al fértil valle que cultivaron aquellos recios soldados labradores. Se explica lo sinuoso de las calles: seguían las curvas de los arroyos y acequias que en profusión descendían por el terreno.

Por eso mi ciudad no se inunda cuando llueve, sino que se baña. Queda limpiecita, como muchacha recién salida de la ducha, y olorosa como barro de alfarero. El agua que en torrentes baja por las calles se lleva los detritos del caserío, y es tan lustral que pienso que se lleva también los pecados de los hombres.

Ayer llovió por unanimidad, y hoy las calles amanecieron como espejos. Ven a mirarte en ellas. Quizá llueva otra vez, y si te pones bajo esta lluvia bautismal quedarás limpio de alma y cuerpo, igual que queda mi ciudad.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador lleva, alto, baja, calles

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