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¿Quieres dejar marca?

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Roberto Iturriaga

La huella del ser humano en la Tierra puede ser vista desde dos puntos de vista muy diferentes, está la perspectiva propia y que ha generado un desarrollo total en todas las actividades humanas, y también está el punto de vista de la naturaleza, misma que ha sufrido los estragos de ese mismo desarrollo en detrimento de ecosistemas enteros; una de las afectaciones al mundo que más ocupan a los especialistas es precisamente la generación excesiva de bióxido de carbono (CO2).

El bióxido de carbono es el gas de efecto invernadero más abundante en la atmósfera, naturalmente se produce, pero gracias a la actividad industrial humana su cantidad ha llegado a niveles sin precedentes, los cambios en el medio ambiente son desde hace años evidentes (inundaciones, huracanes, aumento en la temperatura de los mares) y podrían ser también catastróficos.

Ante dicho fenómeno, diversas organizaciones y grupos de científicos han creado el concepto de la llamada “marca ambiental”, se trata de un parámetro que pretende medir con ciertos criterios específicos la huella que deja la raza humana en el ecosistema, se miden principalmente aspectos como la autosuficiencia alimentaria, el consumo de agua en actividades diarias, actividades productivas, recreativas y hasta el impacto reproductivo.

Si bien, dichas mediciones pueden aplicarse a los datos de ciudades, estados, países y hasta regiones del mundo, algunos colectivos ambientales han diseñado escalas a nivel familiar o personal, principalmente para fomentar la consciencia del cuidado del entorno y la puesta en marcha de prácticas menos dañinas.

Para tales efectos la “marca ambiental” cuenta con variaciones respecto a cada criterio, iniciando con la forma en que las personas se alimentan, por ejemplo, si un individuo consume una gran cantidad de carne de res de manera regular, estará generando un gasto de agua y produciendo más CO2 que si optara por la carne de pollo o si llevara una dieta vegana, los datos son variables dependiendo del país, pero se toman en cuenta aspectos como el riego del alimento del ganado, los gases que expide el estiércol del mismo, el combustible utilizado para las labores de limpieza y preparado del producto, entre otros.

Precisamente en los países en los que la producción, tanto de alimentos como de otros artículos, es mayor, se suelen tener los mayores niveles de producción de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y en consecuencia dejan una “marca ambiental” de mayores consecuencias, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el primer lugar en generación de GEI en la última década es China con más de 8 mil toneladas métricas per cápita anuales, le sigue Estados Unidos con más de 7 mil, la Unión Europea con más de 5 mil y Brasil con más de 3 mil, México ocupa el lugar 11 de dicha medición que se realiza de manera permanente y con el apoyo de diversos organismos ambientales en todo el mundo.

Ante tal escenario, 195 naciones industrializadas (incluyendo México) se comprometieron en 2015, mediante el llamado “Acuerdo de París”, a implementar políticas locales determinantes que puedan reducir el impacto ambiental de sus industrias y actividades económicas en general, esto en reconocimiento del gran riesgo que representa para la Tierra y para la salud humana el mantener el actual ritmo industrial. Cabe señalar que en 2017 el presidente Donald Trump ordenó que Estados Unidos se retirara de dicho acuerdo aduciendo al tema comercial.

A nivel global las políticas se han comenzado a implementar entre todos los gobiernos firmantes, pero disminuir la “marca ambiental” requiere también de voluntad individual, principalmente en el tema de la consciencia y compromiso de las nuevas generaciones.

Son los propios especialistas quienes coinciden que limitar el uso del automóvil, los viajes internacionales, el consumo de carne de res y cerdo, así como productos alimenticios que requieran una aplicación de pesticidas constante, son sólo algunas de las medidas diarias que puedan ayudar a reducir la “marca ambiental”, pero sin duda el racionamiento del agua, el respeto los por ecosistemas y especies que los habitan, así como una cultura reproductiva responsable son en general pasos firmes hacia tal objetivo.

En todo caso, reflexionar sobre las prácticas propias de consumo y el impacto que dejamos en el mundo son el primer paso en la reducción de nuestra marca, o al menos, en el cambio de perspectiva para dejar una más positiva a las futuras generaciones del planeta.

Escrito en: “marca, actividades, consumo, impacto

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