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Un día después

LETRAS DURANGUEÑAS

Un día después

Un día después

FCO. JAVIER GUERRERO GÓMEZ

A poco tempo de mi jubilación: se ha marchitado la hoja, cae sin pena ni gloria en el cesto del pasado. El árbol de pie por las raíces que lo originaron. Soporta el temporal, su corteza acumula costras , males de la vida.

¿Cuánto seguirá, quién sabe? Ni el tomador del tiempo, ni la guadaña de la muerte. Puede llegar el rayo y terminar con todo. Sus ramas, coyunturas esqueléticas elevan al cielo letargos incansables. Cuando se besan a las doce las manecillas del reloj, nace la hoja, nuevo calendario asoma a la intemperie. Vuelve a la rueda el tiempo, es inalcanzable, se fue como las almas. Árbol solitario medición sin regla, conserva nidos olvidados, ecos de algún trino… en cortezas carcomidas la inicial de la fecha. Dos enamorados. Vendavales, sequías estacionarias, hormigas, lengua de incendios, quieren detener tu estatura… mas tú firme ante el hacha de los años y el leñador anónimo, estarás por los tiempos, por venir de presentes en el umbral del siglo...

En el siguiente paso chorrean recuerdos sobre el cráneo viejo, charlan los otros sin mirarme a los ojos, ven a mi, el camino de la vida. Soy una isla en el océano de sus gritos, un objeto: costumbre de una silla. Sus ojos de lástima hieren mas que diez disparos. Indiferencia. Anclado en la carreta de los días, algunos vinieron… se fueron, otros siguen de pie como árboles en la ribera, los más hicieron simulacros de la primera piedra, como las cañas secas se van quebrando y en la zafra del mundo su contenido forma acíbar que será distancia. Mis ojos se evidencian, contemplan donde mismo la puerta divide un mundo que palpita y el arcaico mío… Una puerta donde ráfagas de viento traen noticias de los quehaceres diarios, profesías que se acomodan en las duras arterias. A veces creo que sueño, no puede ser posible tanta sorpresa de realidad fantástica, pronto dejaré el espacio al que viene atrás. El absentista que me envidia o soporta, el que habla a la espalda que estoy de más en la silla. Juventud que agolpa en cuello de botella, nudo de ideas, músculos nuevos, rechinar de ganas, elasticidad de venas Estoy esperando a darles lo que tengo en el almacén de años, sin quitarles nada aprendiendo de ellos, sintiendo que mi tallo se renueva en sus giros, en el dúctil contacto de sus manos tibias. Mis manos espigas de cosechas, suspendidas del surco saludan a la aurora, en ellas, agazapadas las caricias dejaron huellas, su calor florece en amistad, todo el que estrechan en su sierra de huesos, la savia que la vida siembra. Aquí donde se limita el horizonte la borrasca se mete a los ojos, el paso lento lleva diariamente donde mis compañeros buscan consejos. Otros elevan su papalote de reproches. El polvo de los tiempos se levanta, ciega… vuelta de rueda intermitencia, asoma a la ventana siempre abierta la jubilación, me ve, me mide, lanza su carcajada de visita y luego...desaparece. De que mañana a cualquier hora retornará, anida en el espacio libre, en los juveniles ojos y hasta en el polvo viejo de mi escritorio, en toda la instancia y en la voz del jefe, allí tras la puerta y algún día mas pronto que mañana, como Judas sin boca su beso me dará.

No somos más que compendios que se van haciendo cada vez menores, como libro leído o quizás revancha del destino, si recordamos que también nosotros hicimos sala de espera, en la lucha de un empleo, no hay remedio, nada es para siempre, busquemos en el siguiente ciclo que nos toque, algo que justifique lo que hemos sido. No hay remedio, el mañana ya está aquí, un sol nuevo dice: Es hora de partir...

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS puerta, ojos, polvo, rueda

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