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Juan José Arreola, las álgebras de la imaginación y la escritura

LETRAS DURANGUEÑAS

Juan José Arreola, las álgebras de la imaginación y la escritura

Juan José Arreola, las álgebras de la imaginación y la escritura

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

¿Quién era aquel hombre del que brotaban las palabras como de una fuente cantarina e inagotable? Verbo que resplandece, puente de imágenes llegadas siempre justa y milagrosamente. Escritura algebraica, celebración de lecciones milenarias. Resurrección del libro indispensable. Vida que llama vida.

Muchos años después volvió a llegar su 21 de septiembre. Admirado por los más exigentes lectores, justipreciado por Borges –el célebre argentino lo incluyó entre los autores de su Biblioteca Personal, junto a Virgilio, Flaubert y Wilde, y reconocido por el común de la gente gracias a sus apariciones, mucho más para bien que para mal, en la pantalla de la televisión en los pasados setenta y ochenta, Juan José Arreola cumple este año su primer centenario (había nacido en Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán, Jalisco, en 1918). Por lo mismo, como ya es la buena costumbre de las celebraciones se multiplicarán sus libros en las estanterías, se organizarán mesas redondas en torno a su legado, se publicarán un sinnúmero de artículos sobre el tema. Como pocos, el maestro Arreola lo merece. De hecho, el llamado artesano de la palabra debió haber recibido el premio Cervantes antes que varios de los galardonados (¡ahhh, los premios literarios, esas veleidades!), apenas después de Octavio Paz y al lado de Juan Rulfo, otro injustamente ignorado de tal reconocimiento.

Habría que empezar por una obviedad: lo primero es la obra de un escritor, en este caso los mejor será recordar a Arreola por sus cuentos, piezas maestras de la lengua castellana. Prosa a cincel, una verdadera álgebra literaria por su precisión y belleza, el mundo fantástico de “Confabulario” o “Varia invención” son las estaciones más representativas del orfebre mexicano; más adelante se podría seguir con “Bestiario” y “La feria”, para completar el cuadro. Es lo más recorrido de nuestro autor, en escuelas, círculos de lectores o usuarios comunes, como ya se dijo. Su cuento “El guardagujas”, por ejemplo, le ha ganado aceptaciones tanto por la crítica especializada como por la mayoría. Sería difícil encontrar a alguien al que no le haya divertido este relato, que tiene mucho de humor negro y recreación irónica de la realidad. La fantasía como revisión de la condición humana, a la vez “normal” –siguiendo las lecciones de Kafka-, y abierta otras dimensiones alegóricas, como en “El prodigioso miligramo”, uno de mis preferidos por su asombrosa actualidad en el mundo que nos rodea.

Su novela “La feria” –arriba citada- es un viaje por el México profundo, en donde se recuperan costumbres, dichos, escenas de pueblo, que tienen la cualidad de mantener un clima alegre y jovial a través de una oralidad que parece no haber perdido en la página un solo registro de sus orígenes.

¿Y qué decir de Arreola como maestro, dirigiendo su taller literario, editando y publicando los escritos de los demás? Que su generosidad ha dejado testimonios en libros o en revistas en figuras como Julio Cortázar, José Emilio Pacheco, Elsa Cross, entre tantos otros.

También quedarán para el comentario en esta conmemoración sus placenteros diálogos con Antonio Alatorre, sus recuerdos sobre Juan Rulfo, y sus intervenciones –reales o no- en la hechura final de “Pedro Páramo”, sus infinitas conversaciones sobre todo lo humano y lo divino, desde los apóstoles hasta el ajedrez y la buena mesa –vinos, quesos…-, pasando por el juego del ping pong, en la larga lista de sus aficiones.

Además seguramente se volverán a releer las dos biografías principales que se han escrito a propósito del célebre narrador. Escritas ambas a partir de entrevistas (y expresadas finalmente en primera persona), los libros firmados por Fernando del Paso y Orso Arreola serán, digo, capitales en estas rememoraciones. Y respecto concretamente a lo durangueño, muy interesante resultará traer e cuenta la amistad con nuestro paisano Miguel González Avelar, quienes por cierto se identificaban por su gusto y ejercicio de los palindromas.

En fin, afortunadamente habrá Arreola para sus muchos seguidores en México y más allá de nuestros linderos. Y no estaría nada mal que Televisa retransmitiera aquellos memorables programas del “El último juglar”. Su palabra recobraría un nuevo brillo. Otro más.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Arreola, Juan, libros, José

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