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Lecturas para el otoño

LETRAS DURANGUEÑAS

Lecturas para el otoño

Lecturas para el otoño

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Con la lenta caída de las hojas del otoño, envueltos en esa tranquilidad que poco a poco comienzan a respirar las calles durangueñas, dejado atrás el colorido de los fuegos artificiales del patrio, se propicia la lectura sosegada, más cercana más cercana a la vida contemplativa que a la acción imperativa. Con tal espíritu y clima emocional, me permito recomendar un par de obras que invitan a eso precisamente: al repaso sensible y a la reflexión que deja la página. Y le daremos su propia voz a las dos narrativas que nos ocupan: “Job”, de Joseph Roth y “Una librería en Berlín”, de Francoise Frenkel.

La primera fue publicada en el año 2001 (tengo a la mano la reimpresión del 2010), y aborda como el título lo anuncia un relato que toma como base –el mundo de sufrimiento y paciencia- del emblemático personaje bíblico, si bien situado en otro tiempo y en otro lugar: “Hace muchos años vivía en Zuchnov un hombre llamadoMendel Singer. Era recto, temeroso de Dios, sencillo y apartado del mal: un judío común y corriente, que ejercía la modesta profesión de maestro. Había convertido su casa en una amplia cocina, donde enseñaba la Biblia a los niños”. Así comienza la historia de una familia sometida a un implacable destino de sacrificios. ¿Es una novela de resignación? No lo creo. Al menos en parte, los hijos tratan de escapar a la tragedia.Más bien es la representación –como en el originan- de la convivencia del hombre con la divinidad, escrita mediante un lenguaje altamente poético (una de las más bellas narraciones que he leído). Como ya anticipé: dejemos que el relato hable por sí mismo, citando alguno de mis subrayados:

“Del crepúsculo surgió la noche, una noche obscura, obscura e iluminada por el resplandor de la nieve: Déborah se dejó caer ante una de las primeras tumbas; con sus puños logró liberar la tumba de la nieve, como si quisiera cerciorarse de que su voz llegaría con mayor facilidad hasta el muerto, pues una capa de hielo se interponía entre su plegaria y los oídos del difunto. Luego lanzó un grito, que resonó como si saliera de un cuerno en el que alguien hubiese colocado un corazón humano. Todo el pueblo escuchó ese grito, pero lo olvidó en seguida, porque no pudo escuchar el silencio que le siguió. Déborah comenzó a gemir en intervalos breves, pero su gemido leve y maternal fue devorado por la noche y sepultado por la nieve. Sólo losmuertos lo escucharon”.

Joseph Roth nació en 1894 y murió en 1939.

Igualmente interesante resulta la crónica narrativa de Francoise Frenkel, en que nos revela toda la compleja serie de adversidades para escapar a la embestida nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Fundadora de la primera librería francesa en Berlín. La protagonista nos lleva a un territorio literario en donde prevalece el miedo (¿no dijo Shakespeare que era el sentimiento más intenso en lo humano?), sin que falte por fortuna su contraparte: la compasión que significa la salvación.

Un pasaje me pareció especialmente logrado. Lo transcribo, a manera asimismo de sugerir la lectura completa de la obra:

“Me quedé completamente sola con mi librería. La velé toda la noche, recordando nuestra vida en común, nuestra solidaridad, nuestros años de esfuerzos y de luchas excitantes.

Veía otra vez a los clientes y a los amigos…Qué profundamente afectados se habían mostrado cada vez que había intentado marcharme. “La librería –decíanes el único ligar donde podemos venir a reposar nuestro espíritu. Encontramos en ella el olvido y el consuelo, aquí respiramos libremente. Nos es más que necesaria. ¡Quédese!”

Aquella noche comprendí por qué había podido soportar la agobiante atmósfera de los últimos años en Berlín…Porque yo amaba mi librería como una mujer ama, con verdadero amor.

Había pasado a ser mi vida, mi razón de ser.

El alba me sorprendió sentada en mi sitio habitual antemimesa de trabajo, rodeada de libros.

La librería parecía casi irreal con los primeros fulgores del amanecer.

Entonces me levanté para despedirme…

Pasé por todos y cada uno de los estantes, acariciando suavemente el canto de los libros…Me detenía en los ejemplares numerados. ¡Cuántas veces, por el cariño que les tenía, me había resistido a desprenderme de este o de aquel!

Releía las dedicatorias de los autores. Algunos ya no estaban. Ni Claude Anet…¡Con qué entusiasmome había hablado de su vida en Rusia! Ni Henri Barbusse…Me había contado sus recuerdos en Rumanía, de Rusia, de Lenin…Ni Creevel, joven, excéntrico, inquietante en su fogosidad y en su pesimismo.

Algunas dedicatorias evocaban un instante de simpatía, otras un efímero homenaje…Todos esos tesoros se iban a quedar allí. ¿Qué manos cuidarían de ellos?

Buscaba junto amis libros un poco de consuelo y de valentía.

Y de repente oí una melodía infinitamente delicada…Procedía de las estanterías, de las vitrinas, de todas partes donde los libros vivían su misteriosa vida.

Y yo estaba allí escuchándola…

Era la voz de los poetas, su fraternal consuelo a mi gran angustia. Habían oído la llamada de su amiga y se despedían de la pobre librera desposeída de su reino.

Los primeros ruidos de la mañana me devolvieron a la realidad”.

Queden aquí estas sugerencias literarias para la estación del año que apenas despunta. La primera se consigue en la Editorial Cal y Arena; la segunda en Seix Barral.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS librería, primera, poco, noche

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