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De Política Y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

ARMANDO CAMORRA

PLAZA DE ALMAS

Son las 4 de la mañana. A las 6 me van a fusilar. En toda la noche no he dormido. Y no por miedo. La verdad es que no tengo miedo. A lo mejor a la hora de la hora lo tendré, pero ahora estoy sosiego. Si no he dormido es porque primero estuvo aquí la mujer ésa, y luego me la he pasado piense y piense. Es una lástima morirte cuando tienes 23 años, pero cuando me metí en este relajo yo ya sabía que eso me podía pasar. Muchos se han muerto, ¿por qué yo no? Ésta es la bola, y rodando rodando a unos nos aplasta y a otros nomás les pasa a un lado. Varias veces me pasó a un ladito a mí. Aquel día que sentí lo caliente de una bala que me rozó el cachete. O la ocasión cuando un federal me iba a disparar de cerquitita, pero me le eché el encima y de un machetazo le partí el coco. Pero no quiero acordarme de esas cosas ahora que me toca a mí. Ayer ya tarde me dijo el capitán: "Mi coronel". Porque han de saber ustedes que a mi edad soy coronel. Un día que estábamos agarrados con los del gobierno le mataron el caballo al general Macías. Dos pelones se le echaron encima cuando estaba caído y se lo iban a escabechar. Yo me los escabeché a ellos con dos tiros de mi máuser; levanté a mi general, lo ayudé a subir en ancas y lo saqué de ahí. Por eso me hizo coronel, y eso que era teniente nada más. "Mi coronel -me dijo el capitán-. Tengo orden de permitirle a usted una visita nada más. Afuera está su mamacita, y están también un cura y una puta que le traje por si quiere usted mujer para la noche. ¿A quién le paso?". Ni lo dudé. "A la puta". Con mi mamá habría sido pura lágrima, y al cura no lo necesitaba. Con persignarme antes de que me truenen será más que suficiente. La prieta tenía lo suyo, y también sabía lo suyo. Me dejó pajito pajito. Pero lo que más me gustó de todo fue que al retirarse me hizo una cruz en la frente, como hace una madre con su hijo que se va de viaje, y me dijo: "Voy a rezar por tu alma". Después de eso ¿pa' qué chingaos quiero un cura? Ya empiezan a cantar los gallos. Han de ser las 5. Me queda una hora. No sé si es poco o mucho. ¿Qué hago en lo que falta pa' que vengan por mí? Si tuviera aquí la guitarra me pondría a cantar, que es lo que me gusta. Si tuviera una chaparrita de mezcal le daría un trago o dos pa' acordarme de los amigos de antes. Con ellos me fui a la refolufia, por pura puntada nada más y pa' ver qué sacábamos en el desorden. Quién sabe qué habrá sido de mis cuates; nos dividimos y no los volví a ver. A lo mejor me los encuentro allá en el otro barrio. ¿Qué les diré si me los topo? O ¿qué me dirán ellos? Quizá me dirán o les diré: "Cómo fuimos pendejos. Si no nos hubiéramos metido en este pedo orita estaríamos vivitos y coleando, echando relajo en el pueblo cada sábado, tomando y cogiendo, o llevándoles serenata a las muchachas de familia. 'Yo soy el árbol conmovido y triste, tú eres la niña que mi tronco hirió."'. Me acuerdo de aquella güerita, delgadita, que veía en misa. Ella me miraba de ladito y luego bajaba la vista, vergonzosa. Me imagino lo que hubiera podido ser y no será. Ella y yo. La casa. Hijos y nietos, igual que los tuvieron papá Chelino y mamá Lupe. Los días y los años, cada uno igual al otro. Me quitaría yo de borracheras y de cogederas, palabra de hombre. Con una mujer así tiene uno que portarse bien. Habríamos ido una vez al año a la ciudad, a comprar con lo de la cosecha ropa y zapatos pa' ella, pa' los hijos y pa' mí. Ella habría querido una vela de parafina grande, pa' la Virgen del Refugio. Viene gente. Se abre la puerta y el capitán me dice: "Mi coronel: ya son las 6". FIN.

Escrito en: De Política y Cosas Peores Ella, nada, mujer, cura

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