Crónica Somática de un Lugar
Nada como degustar lo mejor de cada región de este país, y al usar el término me refiero con precisión a esa incorporación (somatización) de los matices que derecho de antigüedad se tienen en estas tierras. Desde el norte, centro y sur se distingue lo endémico arraigado en las costumbres de los que advierten detalles que hacen vida. La serranía en Durango con lácteos, conservas, ajíes con picor único que por asimilación de nutrientes y clima consigue su especialidad. Los llanos con una fertilidad que no cesa de ofrecer semillas como el frijol y su carne de alta calidad siendo de los espacios con mayor crianza de ganado mayor; las "reliquias" que son ofrenda por la devoción del santo de preferencia y así dar de comer a quien sea que se acerque por el "pago" de esos favores otorgados.
En la capital del Estado como en sus municipios se despliegan de los mejores crepúsculos donde las nubes parecen caer encima sin remedio, paisajes que parecen alfombras de un amarillo solar que encandila la mejor sensación. De la ciudad evaporan aromas tan propios como su historia que dejan el mejor recuerdo en la memoria del atento, hay celajes que confirman diseños impresionistas, sabores que revientan los sentimientos, reflejos celestes en asfaltos de espejo que muestran lo desnudez del alma cuando aprecia momentos.
Durango se yergue sobre mesetas y montañas que como sus pinos ponderosa confabulan un escenario lozano, abundante, de cordialidades que se tocan, que se agradecen una vez que permites la generosidad de la gente al abordar tu sonrisa, al dejar que los vientos cálidos y fríos subyuguen los pensamientos más necios y darles liviandad para poder flotar sobre los relieves sublimes accidentados de ornato.