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El hierro en la estepa: Francisco de Urdiñola

El establecimiento de la villa de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, bajo la dirección de Urdiñola, apuntaló a la pacificada villa del Saltillo como punto estratégico para la conquista de Nuevo México. Facsímil de la firma de Francisco de Urdiñola.

ENRIQUE SADA SANDOVAL 27 jul 2023 - 08:23

Continuamos esta interesante historia de Francisco de Urdiñola y su llegada a estas tierras.

Aunque su desembarco en el Nuevo Mundo se ubica ya en la segunda mitad del siglo XVI, no será sino hasta el año de 1578 cuando la historia registrará las andanzas del futuro hombre fuerte en las cercanías del mineral de Avino, ubicado en una de las estribaciones montañosas al sur de la provincia de la Nueva Vizcaya. En este mismo año, Urdiñola adquiere una pequeña propiedad por medio de compra a Don Juan de Gamón, terrateniente español avecindado en la región y muy relacionado con el gobernador Francisco de Ibarra. Dadas las grandes posesiones de Don Juan de Gamón es que tomarán posteriormente su nombre y apellido varios sitios y poblados tales como el antiguo San Juan del Río y la Sierra de Gamón en el estado de Durango, tan solo por citar algunos casos.

No extrañará entonces el que al poco tiempo y, siguiendo el ejemplo de su predecesor en estas tierras, ya investido con grado militar, Urdiñola volverá a su pequeña propiedad nada menos que para fundar el pueblo correspondiente al próspero y legendario mineral de Peñón Blanco en 1585.

Según su parecer y aún no conforme con lo logrado, Francisco de Urdiñola emprende nuevamente marcha al sur, rumbo a tierras zacatecanas, para avecindarse en el mineral de Mazapil, poniéndose bajo las órdenes del capitán Don Alonso López de Lois.

Y a la sombra benéfica de López de Lois llegará a obtener también el grado de capitán debido al valor y mérito demostrado en muy distintas batallas contra los indios bárbaros que desde entonces ya asolaban por lo general los fundos y villas recién fundadas, saqueando y masacrando a peninsulares e indios por igual. Debido a su experiencia militar y a sus prontos conocimientos, para el año de 1580 Urdiñola fue requerido a presentarse urgentemente junto a sus soldados en defensa del poblado de Santiago del Saltillo (en ese entonces bajo la jurisdicción de la Nueva Vizcaya), que se veía constantemente amenazada por las incursiones de indios bárbaros en perjuicio de los esfuerzos civilizadores que pretendían establecerse en las estribaciones del Nuevo Reino de León tras la iniciativa de hombres como Don Diego de Montemayor y Alberto del Canto. Las labores de demarcación territorial iban de la mano con las labores de abastecimiento de bienes, así como el acopio de armamento para el desarrollo de estrategias de defensa, organizándose estas gracias al esfuerzo en conjunto con los habitantes hasta lograrse la pacificación absoluta de esta nueva villa después de seis largos años.

Sin embargo, cabe señalar que los años de resistencia por parte del capitán Urdiñola y de los pocos habitantes fueron interrumpidos en su autonomía y sus esfuerzos de supervivencia tras la llegada de Don Luís de Carvajal en 1582, fecha en que, por así convenir a los intereses de este último, pasó a quedar la villa bajo la jurisdicción inmediata de la Provincia del Nuevo Reino de León. La llegada de Carvajal y de la gente poco escrupulosa que trajo consigo solo vino a aumentar el cúmulo de problemas que se enfrentaban, ahondando aún más las grandes diferencias ya existentes debido a su afán por intentar esclavizar a los indios y a sus niños para explotarlos en las minas de Zacatecas, hecho que solo cesará hasta la captura y juicio de Carvajal en 1589.

Así, tras la borrasca política, social y militar (producto de la discordia tanto como de la amenaza exterior), llegará la calma y con ella una justa recompensa para todos: a los tres años de ser pacificada, la villa volvió a pertenecer a la Nueva Vizcaya y Don Francisco de Urdiñola fue nombrado Alcalde Mayor de Santiago del Saltillo.

En el ámbito político-social, los años de pacificación de la villa de Santiago del Saltillo abrieron y cerraron muchos capítulos con claroscuros tanto para los habitantes restantes como para sus defensores. Sin duda alguna, uno de los episodios más negros fue el concerniente a la llegada del poderoso Luís de Carvajal y su grupo de españoles y portugueses desalmados que, al igual que él, trajera consigo en sus intentos por comprar la gubernatura del Nuevo Reino de León.

La crueldad de Carvajal y sus hombres se debía a que en realidad eran criptojudíos, es decir, falsos conversos al cristianismo. Es por eso que, violando dolosamente las disposiciones de Felipe II en cuanto a Leyes de Indias, al igual que la bula del Papa Paulo III (en donde se protegía a los naturales y se prohibía el que estos fueran esclavizados), Carvajal procuró la captura, tanto de los indios como de sus hijos, para venderlos como mano de obra en las prósperas minas zacatecanas, generando gran aflicción y conflicto debido a que los indígenas preferían la muerte en los páramos agrestes o en la soledad de los montes antes que ser encadenados y vendidos. Sin embargo, la pacificación definitiva llegaría cuando Carvajal y su familia fueron descubiertos como falsos conversos. En calidad de ello fue que este último terminó siendo apresado en Nueva Almadén (Monclova), para ser posteriormente enjuiciado en la ciudad de México, donde terminó sus días encarcelado. En contraparte con lo anterior, el 24 de junio de 1586, el capitán Francisco de Urdiñola se unió en matrimonio nada más y nada menos que con la joven Leonor López de Lois y González, hija de quien fuera su jefe: el viejo capitán Alonso López de Lois. Los esponsales se celebraron con alegría y gran fausto en lo que fuera la iglesia correspondiente al Real de Minas de Nieves, Zacatecas. Ofició la ceremonia el religioso Juan de Miranda, luciendo la novia sedas y encajes en tanto Urdiñola portaba con orgullo el traje y capa blancos con el estampado de una espada roja cruciforme, correspondientes a un caballero de la Orden de Santiago.

Por lo que respecta al ámbito político-económico, Santiago del Saltillo tuvo que ser repoblado nuevamente debido a que la gran mayoría de sus colonos habían huido a refugiarse en la villa de Nueva Almadén de los ataques de las tribus bárbaras. La importancia de este enclave en particular para la Corona radicaba no solo en la riqueza de elementos propios para desarrollar un nuevo sitio de importancia en la cercanía del Nuevo Reino de León, sino más todavía, en la relevancia estratégica que representaba en el norte como punto para organizar una nueva expedición a Nuevo México, como hiciera Francisco Vázquez de Coronado décadas atrás.

En vista de lo anterior fue que el nuevo virrey, don Luís de Velasco, dio inicio a una política de colonización apoyándose en el valor de los tlaxcaltecas en 1591 y, como era de esperarse, los ojos de la autoridad pública volvieron a ponerse sobre Urdiñola quien, como alcalde mayor de la villa, recibió la encomienda de dirigir y establecer a los tlaxcaltecas por parte del gobernador de la Nueva Vizcaya. De este modo, para el 13 de septiembre de 1591, quedó fundado el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, dotándosele a los recién llegados de tierras y de aguas, así como de autoridades propias. La importancia de los tlaxcaltecas en los episodios históricos posteriores queda circunscrita debido a su lealtad para con el Rey de España, así como por sus muy valiosos esfuerzos como guerreros y civilizadores de otras tantas tribus salvajes. Concluiremos este interesante artículo en nuestra publicación del próximo jueves, los invitamos cordialmente a continuar leyéndonos.

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