Se acerca el gran día...

¡Qué nervios! Se acerca el día de la boda, ¡Qué día tan emocionante! Aún quedan cosas por organizar y tengo la sensación de que el día no tiene suficientes horas para llegar a todo.

La liberación de neurotransmisores hace que mis emociones sean tan intensas, que hasta me llega el insomnio, ¡también soy la anfitriona! Así que repaso la lista de invitados, el menú de la boda, la entrada a la iglesia, la música, el brindis, las flores, que si el vestido, los tacones, el maquillaje, el manicure y el peinado.

¡Mamá siempre llega al rescate! Habrá que ir de compras juntas y dar apoyo emocional ¡uff!

Que si hay que conseguir algo azul, algo prestado, algo nuevo y algo viejo para el ajuar de la novia. Tengo satisfacción, emoción, nervios y también tristeza y estrés, pues soy ¡la madre de la novia!, ¡mi hija se casa!

¿Cuándo pasó tan rápido el tiempo? Esto hace ponerme sentimental, es un momento de emoción, felicidad y reflexión. Particularmente creo que el matrimonio es un concepto bastante extraño, pero sin duda, debe haber sido idea de Dios, ¿qué otro podría haber pensado un plan tan extravagante como unir a dos antónimos y ponerlos bajo el mismo techo para compartir la vida?

Y precisamente, uno de los aspectos más emocionantes del matrimonio es descubrir las diferencias y aprender a complementarlas. No es poca cosa unir a un hombre y a una mujer, dos puestos tan diferentes como el cielo y la tierra, corazón y mente, teoría y práctica.

Después de la boda tendrán el transcurso de una vida para aprender a trabajar juntos y descubrir la maravilla y la belleza de dos mundos convertirse en uno. Una idea bastante extravagante y también bastante buena.

Yo tengo emociones encontradas, una confusión para mi alma, un bucle de contradicción, una paradoja existencial.

En un parpadear mi pequeña dejó de pedir mis brazos para exigir libertad. Por un lado me siento feliz y orgullosa de esa mujer hermosa e independiente que he criado, oficialmente ya tiene un compañero de vida para compartir todo, mi corazón rebosa de alegría y emoción, me emociona ver cómo mi niña ya se ha convertido en una mujer tan plena que estoy segura de que será una compañera maravillosa, mi hija se casa con la persona que ama y que la ama. ¡Qué gran bendición!

Mi mayor deseo es que este amor que comparten sea eterno y que juntos construyan una vida feliz.

Y por el otro lado, sentimientos conflictivos, tomo aire y se me llenan los ojitos de agua, y repito mi mantra: "todo va a estar bien", es momento de soltar su mano, de entregarla a la vida, al destino y a su nueva familia.

Todos los padres deberíamos cumplir la maravillosa labor de hacer lo necesario para que los hijos puedan independizarse y crear su familia si así lo deciden.

Aunque pueda doler al principio, acomodarse a la nueva situación será lo más apropiado, pues a ningún padre o madre nos agradaría ver de vuelta a los hijos en casa porque no estaban preparados para el mundo.

Por mi parte creo que le enseñé cómo hacer de una casa un hogar, cómo resolver los problemas del día, preparar una deliciosa cena, cómo vivir bonito, le di herramientas para salir al mundo como un ser humano de gran calidad, a servir, amar, a dar lo mejor y a ser feliz, cuenta con herramientas para corregir y enmendar, sanar y reparar.

En el momento en que mi hija camine hacia el altar, quizá lo más importante ya no sea lo que yo diga, sino cómo acepto sinceramente a la persona que ella ha elegido como su pareja de por vida.

Yo por mi parte les digo que, ambos tienen mi amor, respeto y apoyo: es su vida y les toca a ellos vivirla. Mi único consejo sería: el lenguaje universal del amor es el ¡esfuerzo!., esfuerzo por estar presente, por acompañarse en los mejores y los peores momentos, esfuerzo por hacer un espacio para conectar con el otro, esfuerzo para ser curioso acerca de su vida y esfuerzo para ser creativo y sorprenderse en nuevas formas de alimentar la relación.

Busquen a Dios en el amor, cuando amas encuentras a Dios.