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Sobre las cicatrices que elegimos

Sobre las cicatrices que elegimos

SAC NICTÉ CALDERÓN 1 sep 2023 - 09:27

Alguna vez, cuando era pequeña, leí que lo bonito de las cicatrices es que cuentan historias. Hasta ese momento yo sólo tenía una en la rodilla y me había librado de las marcas de la varicela, pero la frase se me quedó grabada y la pensaba a menudo. En medio de la necesidad de perfección que siempre arrastraba -y que a veces todavía me arrastra-, la idea de una cicatriz como algo hermoso me resultaba liberadora.

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Cuando era niña los tatuajes todavía eran uno de los estigmas más profundos que rondaban en la sociedad. No quiero decir que ahora no hay sectores conservadores que aún levantan la ceja de la superioridad moral (o el recelo mojigato, diría Jorge Comensal) cuando ven a alguien con tatuajes, pero creo por completo en una imagen que vi recientemente en Facebook y que decía -parafraseándola- que uno de los mejores logros de nuestra generación fue derrumbar la percepción de los tatuajes como paso seguro a la discriminación. Ahora, los mitos que rodean a esta práctica (como que no es posible donar sangre) disminuyen cada vez más.

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'Como cicatriz de un proceso doloroso, el tatuaje es garantía de pasado, afirma: 'éste fui'; como adorno visible en el presente, declara: 'éste soy'; y como marca más o menos indeleble promete 'éste seré'', escribió Jorge Comensal para Nexos.

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Mientras escribo esta columna le pido a tres de mis mejores amigas que me hablen de sus tatuajes. Para Mariela representan las primeras veces: 'El primer amor, la primera amistad que realmente te marca. La primera vez que me sentí tan rebelde por hacerlo 'a escondidas'. La tinta será el recordatorio de esas primeras veces que quedarán para siempre en nuestra piel'. Marisol tiene un Patronus -una forma de magia corpórea y no corpórea que aparece en el mundo de Harry Potter- y una frase de Paramore en la piel: 'para mí el Patronus representa los recuerdos felices con mi prima, que falleció en 2017, y el verso de Fake Happy me apoyó también durante el mismo año'. Mara me cuenta que se ha 'rayado' cuatro veces: 'La primera, un corazón formado por las claves de Sol y Fa en homenaje a mi mamá, a quien le debo mi pasión musical y que fue el arte que nos unió. La segunda, 'I open at the close', frase de Harry Potter, para recordarme, cuando más sola me siento, que aquellos que tienen que partir no te abandonan, viven por siempre en tu corazón. Otro homenaje a mi mamá y a mis abuelos fallecidos. El tercero, una flecha, simbolizando avanzar siempre, contra el viento. Por último, un teclado psicodélico que representa el fin del sueño musical, pero que quiero recordar con cariño por las oportunidades que me dio'.

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En Malvestida encontré una entrevista con Christian Castañeda (Xian of the death), la artista responsable de mi cuarto tatuaje. Ale Higareda le preguntó por qué le llama amuletos a los tatuajes, y ella respondió: 'Cada tatuaje lo pienso y lo deseo como un símbolo potenciador de cosas bonitas [...] los símbolos llevan una carga poderosa muy fuerte'.

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Aunque siempre amé los tatuajes pensaba que nunca sería capaz de hacerme uno. Hasta que mi mundo dejó de ser lo que creía y yo me descubrí como sólo un cascarón bonito relleno de imperfecciones que salían de mi control y que me perseguían entre más quería fingir que no existían. El primero surgió de ese quiebre, de saber que nunca volvería a ser la misma, de saber que sólo podía trabajar para ser mejor.

Cuando le escribí a Christian Castañeda para contarle que quería otro tatuaje, mi idea original era inspirarlo en Midnight Rain de Taylor Swift, así que le envié la letra de la canción y un ensayo mío como referencia. Cuando la conocí me dijo que ella quería que el tatuaje representara todo lo que vino después del quiebre que motivó el primero. Ella no sabía que una de mis promesas fundamentales es no volver a cerrar mi corazón, que incluso diseñé un taller al respecto, pero cuando me mostró el diseño, lo primero que me dijo fue: 'aquí estás escribiendo desde el corazón'.

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En 2018 vi un tuit de Lin Manuel Miranda en el que narraba la forma en que había iniciado el año con sus primos en Puerto Rico: según contó, comenzaron el día jugando ping-pong y terminaron en un viaje para tatuarse juntos, a pesar de las plegarias de sus padres para que no lo hicieran. 'Pero la vida nos deja cicatrices de cualquier manera', escribió, 'así que éstas las elegimos'.

Pienso en eso cuando veo mis tatuajes y los tatuajes de mis amigas, de los artistas que admiro, de los desconocidos en la calle.

Estas son las cicatrices que elegimos.

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