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El Quijote en Torreón

El Quijote en Torreón

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA 25 mar 2024 - 07:28

Hay, como sabemos, muchas y diversas maneras de acercarse al Quijote. Las más familiares son las lecturas personales, claro, o las comentadas en grupo.

La investigación especializada convive así: simpatías y diferencias de por medio, con las tareas de difusión más populares del clásico cervantino. Y son cada vez más frecuentes las exposiciones pictóricas y bibliográficas sobre el tema, y crecidito el nuevo siglo accedemos ahora al internet para ver películas, series, conferencias, dibujos animados...un vertiginoso Aleph, ciertamente inabarcable, lo que hace posible los encuentros con don Quijote y su fiel y ocurrente compañero de aventuras.

En estos días se ha presentado tanto en Saltillo como en Torreón, Coahuila, la obra El Quijote, ayer, hoy y siempre en 100 cápsulas, de la autoría de Juan Antonio García Villa. Son numerosos e interesantes los asuntos abordados por el autor. Desde el número de Quijotes que llegaron a la Nueva España en 1605, casi acabadito de salir el libro en Madrid, hasta la reseña de algunos cervantistas mexicanos como Francisco A. de Icaza, Alfonso Reyes, Carlos Fuentes, pasando por el Quijote apócrifo, la Biblia en relación a la célebre novela y las grandes colecciones cervantinas en nuestro país, como las de Franz Mayer o el entrañable don Eulalio Ferrer. Sugerentes, entonces, cada una de este centenar de cápsulas, como las nombra el propio autor.

Una parte de esta obra se dedica al Quijote por dentro, es decir, al comentario de algunos pasajes del relato. Se destacan los amaneceres -verbigracia- de su geografía, la cita de refranes o la referencia al bálsamo de Fierabrás. Y yo considero que este libro cumple cabalmente con esa forma de acercarse a la obra de manera más integral: el viaje a su interior, sí, y además el desplazamiento casi simultáneo por la historia del libro, la vida de Cervantes ?cuando quiso venir a las Indias, como apunte?, el personaje que está detrás de Alonso Fernández de Avellaneda, para dar solamente algunas muestras.

Antes de concluir me gustaría destacar otro par de aciertos de este volumen. Se apunta aquí el número de ejemplares del Quijote disponibles para su venta, en el significativo año de 2015, tanto en Saltillo como en Torreón. En total, no pasaron de cien en las librerías consultadas. Más allá del detalle, esto nos llevaría a una perspectiva analítica más amplia, tomando como centro al estado de Coahuila. Poner el énfasis local dentro de un tema universal. ¿Qué tanto se lee el Quijote en las escuelas? ¿Se toma en cuenta al clásico cervantino en los programas de difusión y promoción? ¿Quiénes alcanzan la honrosa categoría de cervantistas? ¿Cómo se presenta, en suma, lo cervantino en esta región del país? ¿Cuántas pinturas de valía retratan a los protagonistas o los episodios emblemáticos? ¿Y las obras de teatro? Abro aquí un breve paréntesis con otra pregunta que siempre ha despertado mi curiosidad: ¿Qué porcentaje de abogados, del gran número que tienen esculturas bellísimas de don Quijote en sus escritorios o libreros de lujo, habrán leído el libro? Lo digo con el mayor de los respetos, mera inquietud de ensayista, por lo que creo que la cuestión no cae del todo en la impertinencia. El otro punto tiene que ver con la portada del libro. Respecto a la fotografía a la vista, se lee en la solapa de la obra: «Esculturas de Don Quijote y Sancho Panza, donadas por el Sr. Pedro Valdés y realizadas por el escultor Joaquín Arias. Fueron develadas en 1982 en la confluencia de Calzada Colón y Boulevard Independencia, en Torreón, Coah., con motivo del 75 aniversario de su elevación al rango de ciudad». El hecho es notable: en la medida de sus recursos, una comunidad celebra su trayectoria? además de conjuntar diversas manifestaciones de orgullo y pertenencia? con un regalo que ha representado a lo largo del tiempo los ideales de justicia, amor y libertad.

Por lo anterior, es evidente que en la Laguna cuenta con muy dignas presencias sobre el tema. Juan Antonio García Villa y Saúl Rosales Carrillo, continúan el sendero de dignidad y virtud cervantinas que en su momento representó don Pablo C. Moreno, residente buena parte de su vida en esta cálida ciudad de Torreón, y a quien le debemos un volumen publicado por Porrúa en 1959, y por ello comentado a nivel nacional: Miguel de Cervantes Saavedra. Su vida y sus Obras. En ese delgado volumen de pastas color manila hay una escena que, en síntesis, ilustra inmejorablemente el objetivo al que debemos aspirar, supongo, quienes dedicamos parte de nuestras horas a la noble tradición cervantina. Corría pues el mencionado año de 1605 cuando revisaban los libros que llegaban a la Nueva España. El severo censor del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, el franciscano fray Pedro de Sepúlveda, tomó de rutina a El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de un todavía no tan famoso Miguel de Cervantes Saavedra. Comenzó a observarlo y casi de paso, como que no quiere la cosa, se detuvo esta rígida autoridad oficial a leer alguna de las aventuras quijotescas. ¡Y ahí ocurrió lo que tenía que suceder: de pronto se echó a reír enfrente de todos! Don Pablo C. Moreno lo reseña espléndidamente: «[el libro] le causó tal regocijo que los ojos le reventaban de alegría, las lágrimas de contento le resbalaban y las carcajadas atronaban su celda, a grado tal, que entraron a la habitación el padre guardián y dos austeros acompañantes para enterarse de lo que pasaba».

Termino diciendo que si alguna vez, con nuestras páginas, charlas o recomendaciones, pudiéramos provocar en un posible lector algo semejante, los que compartimos esta mesa de comentarios, sin duda nos daríamos por muy bien servidos. Enhorabuena por esta nueva luz editorial. (Parte del texto de presentación de la obra aludida, en las instalaciones de El Siglo de Torreón, recientemente, en la propia ciudad).

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