¡No! Las mujeres prehistóricas no se pasaban el día barriendo la cueva
¡No! ¡Las mujeres prehistóricas no se pasaban el día barriendo la cueva! ¿Y si también pintaron Lascaux, cazaron bisontes, tallaron herramientas y desarrollaron innovaciones y avances sociales?
Nuevas formas de estudiar restos arqueológicos, evidencias frescas de fósiles humanos, nuevos enfoques sobre los géneros de la humanidad han revisado muchas de las ideas recibidas y clichés, escribe Marilène Patou-Mathis.
A lo largo de nuestro pasado prehistórico, lo hemos imaginado como una época dominada por hombres: ellos eran los cazadores, los guerreros, los fabricantes de herramientas. Pero análisis más matizados de las evidencias arqueológicas de nuestros ancestros muestran que las mujeres tuvieron un papel mucho más grande y activo del que se había supuesto durante mucho tiempo.
Se había asumido durante décadas que las mujeres prehistóricas pasaban todo su tiempo ocupándose del hogar y criando a los hijos, siendo esta una mirada conceptualizada de las sociedades medievales que adaptaron al pasado, como si la sociedad actual se traspasara a la prehistoria. Ni la época de las cavernas se escapa del patriarcado.
De acuerdo a investigaciones arqueológicas se ha comenzado a cuestionar dichas afirmaciones. Según estudios de restos humanos, pinturas rupestres, las mujeres también participaron en la elaboración de utensilios de piedra desde hace 3,3 millones de años, la producción de alimentos, además de ejercer un poder importante en la vida social y cultural de sus grupos, siendo primordial para la evolución humana.
Las mujeres desempeñamos un papel integral en la organización de las primeras sociedades humanas, moldeando decisiones sociales, económicas y culturales, pero a menudo no son reconocidas. Sin nosotras, las comunidades habrían tenido dificultades no solo para sobrevivir, sino también para prosperar.
Adelantándonos en la época de Germaine de Staël, filósofa y escritora del siglo XIX, denuncia esta injusticia en muchas de sus novelas. Para esta filósofa, las mujeres inteligentes también son víctimas de las obligaciones sociales y del sistema patriarcal: el hombre de talento puede llegar a ser un hombre poderoso, y en ese sentido los envidiosos y los necios lo tratan con indulgencia; pero una mujer ingeniosa solo les ofrecerá lo que menos les interesa, ideas nuevas o sentimientos elevados: su fama no es más que un ruido molesto para ellos.
Hasta la gloria puede ser reprochada a una mujer, porque hay un contraste entre la gloria y su destino natural, y continúa, los hombres ingeniosos, sorprendidos de encontrar rivales entre las mujeres, no saben juzgarlas ni con la generosidad de un adversario, ni con la indulgencia de un protector; y en este combate nuevo, no observan ni las leyes de honor ni las de la bondad, y sigue, y eso no es todo: la opinión parece liberar a los hombres de cualquier obligación hacia una mujer a la que se le reconoce una inteligencia superior: se puede ser ingrato, pérfido, malvado con ella, sin que la opinión se encargue de vengarla. ¿Acaso no es una mujer extraordinaria? Pues ya todo está dicho; se le abandona a su suerte, se la deja luchar con el dolor.
Las mujeres no somos ni inferiores ni estamos subordinadas por naturaleza, como durante tanto tiempo se nos ha querido hacer creer. Los estudios filosóficos, históricos, antropológicos y sociológicos de los últimos decenios han demostrado que las percepciones biológicas de lo masculino y lo femenino no eran ni inmutables ni universales.
El patriarcado ha de sustituirse por otro sistema que debemos construir todos. No va a surgir de la noche a la mañana; la clave es no replicar los mismos errores del pasado. Para ello necesitamos hacer un esfuerzo y ser conscientes para redefinir profundamente nuestras estructuras sociales, económicas y culturales.
Solamente así, trabajando juntos, podremos construir un futuro en donde se valore el respeto mutuo, la igualdad y el empoderamiento de todos, independientemente del género, de la raza o de la clase social.
El fin del patriarcado es el comienzo de una nueva era de la humanidad.