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LETRAS DURANGUEÑAS

Un Quijote llamado Eulalio Ferrer

Un Quijote llamado Eulalio Ferrer

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA 12 ago 2024 - 04:03

Don Eulalio Ferrer Rodríguez (Santander, 1920-Ciudad de México, 2009) fue uno de esos inolvidables personajes que nos llevan a agradecerle a la vida el habernos cruzado con ellos. Su existencia parece de leyenda. De muchacho sufrió la Guerra Civil Española, por lo que fue a dar a un campo de concentración francés, a la derrota de los republicanos. Y ahí le ocurrió algo que trascendió sus días y de alguna manera muy evidente también marcó la presencia cervantina en México, "país hospitalario" -decía- al que llegó en 1940 por Coatzacoalcos, a la que le dedicó un poema conmovedor. Don Eulalio, como era conocido, contaba que en aquella concentración de españoles que esperaba un mejor destino, tuvo la suerte de cambiar una cajetilla de cigarros que él traía por un gastado ejemplar del "Quijote" (volumen que guardó siempre).

Esa lectura, en tales circunstancias, lo unió extraordinariamente con don Miguel de Cervantes. Ya en nuestro país, el entusiasta santanderino hizo fortuna con empresas de publicidad. Conoció a fondo el mundo del espectáculo y el intelectual: lo mismo a Cantinflas, su querido compadre, que a Octavio Paz, la joya más brillante de su travesía mexocana, señalaba. Sus programas de televisión -"Así es mi tierra", "Charlas mexicanas", "Noches tapatías", "Estudiantinas que estudian"- resultaron referentes emblemáticos para la época. ¡Qué buen México aquél!, diríamos ahora. Así, mientras desarrollaba e impulsaba su fecundo trabajo en los medios de comunicación, por ejemplo, profundizaba asimismo en su conocimiento del arte y la cultura.

Fue miembro de la Real Academia Española de la Lengua -como también de la mexicana- y fundó, con su colección particular cervantina, el Museo Iconográfico del Quijote de Guanajuato, único en el orbe, por su grandeza y calidad de las piezas que lo integran.

De su obra tan amplia, tengo predilección por "Entre alambradas" 81987), "41 días en el mar" (2011), "Del diario de un publicista" 81993) y "México en el corazón" (2009). Citemos siquiera dos o tres cosas:

"Me refugio en el "Quijote". (...) Es un personaje con el que convivo; me parece actual. Sobre el estilo del ayer, más allá de sus figuras pintorescas, flotan sus ideas de hoy, resaltadas por los hechos que vivimos, por los tipos que nos rodean. No sólo leo a don Quijote, lo veo". ("Entre alambradas", 16 de julio de 1939).

"¡A México! Es el grito de esperanza que suena en nuestro ánimo. Ese es el pensamiento que desborda de ilusiones el alma de México, a quien tanto añoramos en las largas meditaciones de los campos de concentración. Aparece ahora ante nosotros como un horizonte sin neblina. Como una de esas frutas verdes que son apetitosas." ("241 días en el mar", Julio de 1940. Día 11).

Las páginas que le dedicó don Eulalio a Guanajuato, son siempre entrañables. Como las que recuerdan a "Mustafá", un personaje muy singular, que participaba en los entremeses cervantinos, y que era también guía en las callejoneadas de la bella ciudad colonial, con el fondo musical de las estudiantinas. Después de aquella velada, don Eulalio le regaló el reloj y la pluma ("Noche guanajuatense" en "México en el corazón").

Saludé personalmente por primera vez a don Eulalio Ferrer en 1997, durante el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española de Zacatecas, si bien es cierto que yo ya tenía referencias de su trayectoria. Le comenté de nuestras conferencias y lecturas del "Quijote" en Durango. Me abrió así las puertas de su amplio jardín interior: me entregó su tarjeta de presentación -como director de la Fundación Cervantina de México- al tiempo que mostró interés sobre estas actividades. Me puse en contacto con él, y al poco tiempo me envío una docena de sus libros, que incluía dos regalos extraordinarios: una edición muy bella del "Quijote", con unas magníficas estampas a color -que abrían cada capítulo de la obra- y un ejemplar "Del diario de un publicista", con su dedicatoria. Pronto nos invitó a mi esposa y a mí a los Coloquios Cervantinos de Guanajuato, que había fundado tiempo atrás. Ya conocíamos estos espléndidos encuentros de muy alto nivel -donde participaban especialistas de todo el mundo-, pero ahora nuestra asistencia sería con los gastos pagados. Fue una fiesta académica cada año. En otra parte he dicho con toda sinceridad que esas conferencias fueron mi verdadera Universidad Cervantina. Así ocurrió a lo largo de un par de décadas, un tiempo en el que caben muchas anécdotas, evidentemente. Ya habrá otra oportunidad para contarlas.

Cuando se repasa su obra, nos damos cuenta de su auténtica vocación de escritor. Tenía la virtud del comunicador que nace y se hace. La sencillez de la escritura finamente pulida. A la amenidad la unen una sensibilidad a flor de piel y más que la información enciclopédica, que la hay, una sabiduría decantada por la experiencia y la reflexión. Creo que los libros que rescatan su biografía -publicados en años recientes-, en algo ayudan para apreciar su figura y su obra. Su personalidad era inmensa. Y por mi parte puedo decir que don Eulalio Ferrer Rodríguez es el hombre más generoso que he conocido. Fue una suerte, subrayo, haber coincidido con él en un punto del camino. Tendré sus libros siempre a la mano. Para continuar el viaje en compañía de un buen maestro y un fiel lector del "Quijote", y el eterno enamorado de una palabra sobre las demás: "Gracias".

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