Allá en Coneto
Los surcos nos sabían a vida,
El agua del arroyo
Crecido
Perfumaba los cuerpos
De todos (grandes y
Chicos,
Vígenes y pescadores):
A recién bañados
Olíamos
Y hasta los pájaros se
Alborotaban.
Había expectativa de buen año
-de alegría, de cantos
Enamorados
En otoño-si se
Adivinaba cosecha.
Allá, en Coneto,
Aquella esperanza era más que nuestra fe;
Era nuestra dulce
Patria
Y nos abrazábamos
A cada paisaje:
Hasta en sueños
Se nos prometían
Milagros impensados...
Mi pueblo fortifica
Vivencias con sus
Callejones.
Mi madre,
Margarita Díaz,
Marcaba con cariño
Sus ires y venires,
Mandaba lo que fuere, mesuradamente.
Miedo y miseria
Atenuábamos en su
Regazo.
Miraba y parecía abrir
El infinito.
Mientras crecíamos,
Margarita Díaz
Mantenía a distancia maldiciones y
Mentadas;
Muro alzaba contra
Adversidades.
Miraba como por
Renglones rectos
Mostrándonos llaves,
Señales...
Magia para suavizar
Palabras:
-mañana, dijo,
Mecerán sobre el
Vértigo
Manos de
Lunas llenas.
Memoria,
Palabra clave,
Mi madre lo sabía:
"Muere el mal si lo
Nombras, hijo".
PIEDRA RODANTE
Ser piedra rodante me
Define
(el destino va desde el nombre)
Y así ando para no
Oxidarme, vagabundeo
Desde siempre, doy
Vueltas -potro de noria-
En busca de lo propio, en todas direcciones
Y en ninguna: del
Hedonismo al asceta,
Del trotamundos al
Burócrata...
Lo recordé,
Encamado,
Aquel atardecer.
-Papá lo confirmó el 91, cuando yo
Enfilaba hacia los 33:
"La matrona, dijo al
Nalguearte,
Este niño será un canto rodado".
Aquel momento,
Ponchito Amaya, mi
Padre,
Recordó a un primo
Acerdote
Y para disolver mi
Destino de oveja negra,
Echó la profecía
En agua bendita;
Ignoro, pues, si me
Persigue la perdición
O soy yo quien la
Atosiga...
(Poemas incluidos en el libro "(Uni) Versos flotadores", publicado este 2025)