Día de Muertos 2025: Altar de muertos, puente de flores y memoria
El Día de Muertos es una de las celebraciones más queridas y emblemáticas de México, reconocida incluso por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Más que una fecha en el calendario, es un reencuentro con los seres que ya partieron, una forma de mantenerlos cerca a través de la memoria, los aromas, los sabores y los símbolos que dan vida al altar de muertos, esa obra efímera que mezcla arte, devoción y cultura.
¿De dónde viene el altar de muertos?
El origen de esta tradición se remonta a los pueblos originarios de Mesoamérica, quienes creían que la muerte era solo una etapa más del ciclo de la existencia.
Los mexicas, por ejemplo, celebraban a Mictecacíhuatl, la Dama de la Muerte, con ofrendas de comida, copal y flores.
Cuando llegaron los españoles, estas costumbres se fusionaron con las festividades católicas del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, creando una expresión única del mestizaje cultural: el altar como símbolo de respeto, amor y continuidad.

Cada nivel del altar tiene un significado. Los más sencillos son de dos pisos, que representan el cielo y la tierra, mientras que los de siete niveles aluden a las etapas que el alma debe atravesar para llegar al descanso eterno.
Sobre ellos se colocan elementos que dialogan con los sentidos y la memoria: velas que iluminan el camino del regreso, agua para calmar la sed del alma, sal para purificar, pan de muerto como símbolo del afecto y del ciclo vital, además de fotografías, calaveras de azúcar y los platillos favoritos de los difuntos.
Más simbolismos
El altar se cubre con papel picado, que representa el aire y da movimiento a la ofrenda, mientras las flores de cempasúchil se convierten en protagonistas.
Con su tono dorado y su perfume inconfundible, el cempasúchil, flor del sol, guía a los espíritus de regreso a casa. En muchas regiones, se colocan pétalos desde la puerta hasta el altar, como una alfombra luminosa que marca el camino de las almas.
A esta celebración se suman personajes que han adquirido gran importancia dentro del imaginario mexicano.

La Catrina, figura creada por José Guadalupe Posada y popularizada por Diego Rivera, simboliza la elegancia y la ironía con la que México mira a la muerte.
Los alebrijes, con sus formas fantásticas y colores vibrantes, representan criaturas protectoras y guías espirituales, mientras que las calaveras literarias ponen el toque de humor, recordando que reírse de la muerte también es una forma de vencerla.
En cada altar se refleja la historia, la creatividad y el amor de las familias mexicanas.
Más que una ofrenda, es una conversación entre generaciones, un recordatorio de que la muerte no interrumpe los lazos del cariño. Es el arte de honrar la memoria con flores, luz y sabor, y de celebrar la vida a través del recuerdo.