Cavernarios en el Senado de la República
El lamentable altercado entre Alejandro "Alito" Moreno y Gerardo Fernández Noroña en el Senado de la República es mucho más que un episodio anecdótico de empujones, gritos y desborde iracundo de andrógenos. Aquello fue, más bien, el clímax de la degradación de nuestra flamante clase política mexicana.
En este país, desde hace tiempo el debate de las ideas ha venido cediendo lugar a los manotazos y los insultos, mientras la investidura institucional se ha visto reducida a mero escenario de barato espectáculo, vulgar presentación al interior de un prosaico lupanar.
Qué vergüenza, y no por el escándalo en sí, porque, al final de cuentas, no es la primera vez ni será la última en que se pierda la compostura en la arena política, sino por lo que el episodio simboliza para los mexicanos que votamos y elegimos a nuestros representantes, incluso los de representación proporcional o plurinominales.
La violencia, física o verbal, no surge en el vacío, sino que se ha venido cocinando al calor de discursos cargados de insultos, de la polarización cotidiana y de un juego de poder en el que lo importante no es dialogar, sino exhibir al adversario y cosechar aplausos en las redes sociales, incapaces de construir consensos.
Tanto "Alito" como Noroña cargan con antecedentes de provocación, soberbia y lenguaje incendiario. De eso, hay constancia, y mucha. El PRI y Morena, aunque desde trincheras distintas, parecen coincidir en la misma estrategia de generar ruido, dividir y colocarse en el centro de la polémica, de la atención mediática.
El primero, con su historial de porro y la obsesión de permanecer en la escena política pese a liderar un Revolucionario Institucional en ruinas. El segundo, con el gusto particular por la provocación y la desmesura como estilo de vida pública. Reprobables los dos, erosionando la credibilidad del Congreso de la Unión.
El Senado debería ser el foro más alto de deliberación nacional, no un ring. Si quienes presumen representar al pueblo no son capaces de contener sus arrebatos, ¿qué mensaje le mandan a una sociedad que vive diariamente los estragos de la violencia? El hecho deteriora también la confianza ciudadana en la política como espacio para resolver diferencias de manera civilizada.
México necesita congresistas capaces de debatir, no gladiadores. Si en el recinto parlamentario se privilegia el empujón antes que la palabra, poco puede esperarse en términos de reconciliación y diálogo en el resto del país. Y es que está en juego no la dignidad de dos hombres enojados, sino la probidad de una institución que debería estar por encima de sus arranques personales y cavernarios.
EN LA BALANZA.- El retroceso que enfrenta el sector vivienda en Durango no es un dato aislado, sino un reflejo más de la fragilidad económica que atraviesan las familias. La caída en los créditos y el aumento en la cartera vencida evidencian que hoy, para muchos, tener una casa propia se vuelve un sueño cada vez más lejano. Mientras las cifras muestran focos rojos, lo preocupante es que no hablamos de números, sino de personas que no logran cubrir una necesidad básica.
CERROS SECOS Y PELONES... La crueldad mostrada en Lerdo no solo exhibe la brutalidad con la que algunos individuos tratan a los animales, sino también las lagunas legales que permiten que este tipo de actos queden impunes. Si los agresores de un can en el poblado León Guzmán fueron liberados por la ausencia de una denuncia formal, se advierte la urgencia de fortalecer el marco jurídico en Durango para que el maltrato animal se persiga de oficio y no dependa de trámites burocráticos.
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