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CARIÑOTERAPIA

¿Cómo aprender a distinguir el oro de lo que solo se viste de dorado?

¿Cómo aprender a distinguir el oro de lo que solo se viste de dorado?

VANESSA BARDÁN PUENTE 5 oct 2025 - 04:03

En la vida, no todo lo que brilla es oro... ¿Esa amistad tan fabulosa se queda cuando la necesitas? ¿La persona que dice querer estar contigo huye a la primera de cambio? ¿Quién no se ha llevado alguna vez un fiasco? Desde personas o amistades "brillantes" que resultaron de hojalata, hasta trabajos "soñados" que se desmoronaron como castillo de naipes. Porque, como dice el refrán, no todo lo que reluce es oro... ¡algunas cosas ni siquiera son lata, son puro confeti con pegamento barato y oropel de feria,

Hay gente (y oportunidades) que parecen recién salidas de un comercial de champú: ¡brillo por todas partes! Muchas veces caemos en la trampa de confundir lo superficial con lo valioso. El brillo puede deslumbrar, pero también puede enceguecer, aprender a distinguir el oro verdadero de lo que apenas se viste de dorado es una habilidad que se cultiva con tiempo, experiencia y, sobre todo, autoconocimiento, requiere, observar con calma y no dejarse deslumbrar por el relumbrón.

El oro, desde la antigüedad, ha sido símbolo de pureza, resistencia y valor. El oro verdadero no cambia de color, es un metal noble que no se oxida, que mantiene su lustre aunque pase el tiempo. El tiempo revela lo verdadero...

Así también las personas y las situaciones auténticas se mantienen firmes en sus valores, aunque a veces pierdan algo de brillo momentáneo. Uno de los grandes maestros para distinguir lo valioso es el tiempo: lo que permanece firme, aunque se desgaste un poco, suele ser verdadero. Dale tiempo: lo bueno se mantiene, lo chafa se desmorona como torre de barajas. Lo dorado de imitación suele descascararse finalmente, lo que solo se viste de dorado ya sea en forma de palabras bonitas, promesas huecas o apariencias brillantes tiende a perder su brillo en cuanto lo rozamos con la realidad.

La prueba de fuego es la autenticidad: Igual que en la orfebrería se realizan pruebas para comprobar si una joya es de oro, en la vida debemos poner a prueba lo que brilla para ver si es auténtico. La autenticidad se mide con pruebas de fuego: la adversidad, la paciencia y la coherencia.

Escucha tu intuición, confía en tus tripas, afina la vista, agudiza el olfato, más allá de pruebas objetivas, el corazón humano tiene un radar interno: la intuición. A veces, algo dentro de nosotros nos dice que algo no cuadra, aunque parezca perfecto por fuera. Aprender a escuchar esa voz es clave para no dejarse engañar. El oro de verdad vibra con nuestra esencia y nos hace sentir paz, aunque no siempre sea deslumbrante.

Si algo huele raro, es probable que sea raro. Igual con las personas y las oportunidades: si te hace arquear la ceja o te da mala espina, escucha a tu intuición. Esa vocecita interior suele tener razón. Eso sí, que sea la intuición y no el hambre, que a veces confundimos los dos.

Conviértete en oro para atraer oro. Sé oro para reconocer el oro. Finalmente, uno solo reconoce el oro si lo lleva dentro. Cuando trabajas en tu propio valor, en tu autenticidad y en tu capacidad de brillar sin necesidad de apariencias, te vuelves más sabio para distinguir lo valioso afuera. "Lo semejante se atrae". Sé oro en tu forma de actuar, pensar y sentir, y el oro verdadero llegará a ti, mientras lo dorado de imitación quedará atrás...

Cuando tú mismo eres auténtico y valioso, difícilmente te engañan con baratijas. Porque quien sabe lo que vale, no compra espejitos.

Porque al final, el oro verdadero no se encuentra solo en las minas ni en las vitrinas: ¡está en las personas, las experiencias y en ese brillo interior que ni el ácido más fuerte puede apagar!

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