Defraudar la paz
Cientos de miles de personas marcharon el domingo pasado en Israel por avenidas y plazas, ondeando banderas, bloqueando carreteras, congregándose en múltiples sitios demandando al gobierno del primer ministro Netanyahu acuerde de inmediato una tregua para garantizar la liberación de los rehenes que permanecen cautivos en poder de Hamas. En muchas ciudades del mundo, incluidas algunas mexicanas, continuaron las protestas exigiendo poner fin a la guerra y el genocidio en Gaza, sumándose a la ola de manifestaciones populares de solidaridad con Palestina.
A pesar de la creciente presión internacional, de las represalias, despidos y amenazas de cárcel en Estados Unidos en universidades, empresas, medios de comunicación y la burocracia federal, de las sonoras condenas de la opinión pública mundial, el gobierno israelí mantiene su obcecada determinación de expandir la ofensiva militar en la franja, redoblar sus operaciones militares, permitir los ataques recurrentes de grupos de choque de colonos en contra de poblaciones, bienes y propiedades palestinas en Cisjordania, todo con tal de "derrotar" y acabar con el movimiento islamista palestino; de paso, vulnerar a la Autoridad Nacional Palestina. En los hechos, el gobierno de Israel y sus mandos militares buscan volver a desplazar por la fuerza a la mayor parte de la población palestina atrapada en Gaza. Se han aprobado planes para concentrarla al sur en "campamentos de refugiados", buscando conseguir volver a ocupar por la fuerza el norte y el centro, asumir el control e imponer la seguridad en todo el territorio del enclave, bloqueado, destruido, devastado, con una población hambrienta después de 685 días de guerra.
La rabia, desesperación, indignación, clamor de millones de personas en el mundo prosiguen, en medio de un inocultable malestar nacional en Israel y los países árabes, y de una notoria frustración internacional. Persisten los esfuerzos diplomáticos de Qatar, Egipto, Estados Unidos y Jordania para mediar y sentar las bases para encontrar una salida negociada, comenzando con una tregua, seguida de un intercambio de rehenes por prisioneros y la negociación de un acuerdo parcial por fases, que permitiría un cese al fuego permanente, para culminar finalmente con el desarme de Hamas. La entrada incondicional, la entrega irrestricta y el acceso pronto y ordenado de la ayuda humanitaria a través de las Naciones Unidas son medidas fundamentales que deben conseguirse ipso facto. Asimismo, debe superarse la deliberada obstaculización de la ayuda por parte de Israel y poder atender las urgentes necesidades vitales con alimentos, agua, combustible y medicinas suficientes para la población civil en Gaza. La militarización de la ayuda internacional impuesta desde marzo por el gobierno de Netanyahu, con el apoyo estadounidense, debe ser denunciada y cesar de inmediato.
A los miembros del Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos, se unieron líderes de la oposición, decenas de organizaciones civiles, universidades israelíes, autoridades locales y una parte del sector económico y sindical en un paro nacional, atendido sólo en parte, ya que numerosos comercios decidieron permanecer abiertos, preocupados por la situación económica. Decenas de manifestantes fueron detenidos por causar disturbios al orden público y restringir la libertad de circulación. Partidarios de Netanyahu, colonos judíos, ultraortodoxos y simpatizantes de los partidos de extrema derecha criticaron duramente las manifestaciones, arguyendo "recompensan al enemigo".