Desapariciones en Mazatlán abren grieta política
El puerto turístico de Mazatlán se ha convertido en un escenario donde las desapariciones de personas no solo se acumulan, sino que han comenzado a tensar relaciones políticas entre Durango y Sinaloa, estados vecinos. Mientras familias viven un infierno de incertidumbre, la clase política discute si debe -o no- haber diálogo entre los gobernadores de ambas entidades.
El problema dejó de ser -desde hace mucho tiempo- uno de casos aislados, para convertirse en un fenómeno alarmante con implicaciones humanas y sociales de gran calado, pero ahora también con repercusiones políticas que deberían quedar de lado ante una situación tan delicada.
Y es que las recientes declaraciones del mandatario sinaloense, Rubén Rocha Moya -"Yo gobierno Sinaloa y él gobierna Durango. No tengo nada que hablar con él"- más que un desliz político, son un claro ejemplo del profundo desinterés de los gobiernos y quienes los encabezan, frente lo que puede comenzar a verse como una crisis humana.
En contraste, la declaración de Rocha Moya no solo exhibe el desdén de su gobierno, sino que desmiente de manera directa lo que días atrás había afirmado el gobernador de Durango, Esteban Villegas Villarreal, quien aseguró haber tenido comunicación con su homólogo sinaloense para atender el tema de los duranguenses desaparecidos en el puerto.
Tal divergencia entre mandatarios no puede observarse como un malentendido menor, pues la misma contradicción pone en duda la transparencia y la veracidad de las narrativas oficiales y, lo que es peor aún, coloca en un terreno de incertidumbre a las familias que ya viven una tragedia. ¿A quién creerle cuando las versiones de los propios gobiernos no empatan?
Aun cuando el gobernador Esteban Villegas ha buscado atenuar el discurso para intentar mostrar cierta empatía, la respuesta de su homólogo sinaloense deja expuesta esa grave fractura, entre lo que debería ser un trabajo coordinado, y lo que en realidad es una pugna por balancear las percepciones hacia sus respectivos gobiernos.
El dolor de las familias no es una campaña mediática y política, como algunos pretenden sugerir desde Sinaloa; es la expresión legítima de una sociedad desesperada, y en eso estamos de acuerdo. Ni el dolor se modera ni la angustia se calla. Cuando la justicia no responde, la voz de quienes buscan a sus seres queridos se vuelve la única herramienta para exigir atención.
Lo que preocupa, es que en lugar de reforzar los canales de comunicación y cooperación entre Durango y Sinaloa, se priorice el cuidar la imagen institucional. No hay campaña de desprestigio más devastadora para los gobiernos que la impunidad misma. Las desapariciones no son rumores digitales; son tragedias reales con nombres, rostros y familias destrozadas.
EN LA BALANZA.- Y hablando de discursos oficiales que chocan con la realidad, mientras el gobernador Esteban Villegas presumió en 2024 que Durango ya estaba en el mapa de la inversión extranjera directa, las cifras duras revelan lo contrario. Cero a la izquierda no vale, así como no existen nuevos capitales durante el primer semestre de 2025. Nuestra entidad, permanece en la orilla del desarrollo económico. El triunfalismo gigante no encuentra sustento en los indicadores oficiales, y deja claro que las giras al extranjero y las promesas de grandes inversiones no han pasado del papel a la realidad.
CERROS SECOS Y PELONES... En la Laguna de Durango, el municipio de Mapimí enfrenta deudas que superan los 50 millones de pesos. Sin cuerpo de bomberos, con patrullas inservibles y una infraestructura de seguridad, la tierra de Martín y José prácticamente está colapsada. Lo más grave es que estas carencias afectan directamente la capacidad de respuesta ante emergencias y vulneran la seguridad de la población. Amarillo no me pongo, amarillo es mi color. Más bien Moreno el expresidente municipal, Fernando Reverte Granados, quien como buen ladrón ya se les peló.
X: @Vic_Montenegro