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El unicornio

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El unicornio

J. SALVADOR GARCÍA CUÉLLAR 25 sep 2025 - 08:40

es el ente fantástico que por más tiempo ha sido considerado como animal viviente en la naturaleza. A través de la historia, la gente ha creído que existe, tal vez por testimonios de viajeros que confundieron a otros animales con el mitológico unicornio, como el antílope tibetano, que visto de perfil parece un real unicornio, o con el rinoceronte indio, de un cuerno. Todavía en la actualidad los polvos hechos con el asta de este animal tienen alta demanda como efectivo afrodisiaco, idea tal vez remanente que procede del unicornio ahora mítico.

Explicar la palabra es caer en una perogrullada, pero debemos decir que es una bestia semejante a un caballo blanco, con patas de antílope, ojos y pelo de cabra, y un cuerno en la frente, según la descripción dada por el griego Ctesias de Cnido en la segunda mitad del siglo V a. C. Sin embargo, las representaciones más actuales solamente conservan la apariencia del caballo blanco y el cuerno largo y puntiagudo, que ya es dorado.

Muchos han creído en él, desde las civilizaciones en el Valle del Indo en la edad de bronce, pasando por los griegos, los latinos, los medievales, los renacentistas… y todavía en la época de la ilustración había quien afirmaba su existencia biológica; es el caso de Jean-François Laterrade, famoso botánico francés, quien en 1825 afirmaba su existencia basándose en un razonamiento falaz por lo ingenuo: a cada animal marino, como el narval, le debe corresponder uno terrestre. El narval es un cetáceo provisto de un colmillo largo y retorcido que puede llegar a medir dos metros y pesar hasta diez kilogramos. Algunos vivales vendían ejemplares de estos dilatados dientes haciéndolos pasar por cuernos de unicornio.

Según los bestiarios medievales, el unicornio era huidizo, y solo se le podía cazar mediante una particular estrategia: había que llevar a una joven virgen al centro de un bosque, dejarla ahí y esconderse para no ser visto por el ente fantástico. Cuando el unicornio se acercara a la doncella, atraído por su aroma virginal, y se posara en su regazo, entonces el cazador podía aprovechar la oportunidad y atrapar al animal de manera sorpresiva.

Marco Polo, en el libro dictado a Rustichello da Pisa cuando ambos compartían la prisión, describió unicornios avistados durante sus viajes. Ahora no sabemos de qué animales se trataba, algunos especulan diciendo que fueron rinocerontes asiáticos, que de hecho son unicornios, aunque muy diferentes a los mitológicos.

En el siglo VI san Isidoro de Sevilla equipara al monocero y al unicornio, mezclando sus respectivas leyendas. La situación se presta a confusión, porque monocero significa precisamente unicornio, ya que viene de los vocablos griegos Monos (uno), y Kerás (cuerno), lo que iguala en lingüística a los dos seres; sin embargo, la mayoría de los analistas distinguen a uno y otro animal porque el unicornio es de tradiciones europeas, y el monocero de mitologías indias. Aun así, Estrabón, geógrafo griego, también distingue entre los dos entes, según él, animales reales de la naturaleza.

El unicornio está presente en lo más profundo de nuestro imaginario colectivo. Nos encanta porque es un animal elegante. Entre nosotros hay millones de objetos que tienen al unicornio como temática, por ejemplo, juguetes y prendas de vestir para niños. Recordamos a este ilusorio ente como si en realidad existiera; las multiplicadas representaciones tal vez sean la expresión de un deseo común: queremos que exista en la realidad para extasiarnos con su presencia y su bondad.

James Thurber, escritor y humorista gráfico estadounidense, escribió un relato aparecido por primera vez en la revista literaria semanal The New Yorker, que después se repitió en múltiples publicaciones debido a su popularidad bien ganada: Un señor dijo a su esposa que veía a un unicornio en el jardín, la esposa lo creyó tan loco que llamó a un psiquiatra y a un policía. Cuando el médico le preguntó al marido si le había contado a su esposa lo del unicornio, éste lo negó y se llevaron a la señora al manicomio. La moraleja es difícil de traducir, pues se trata de un juego de palabras que renueva un dicho en inglés, conceptos alejados de nuestra cultura y poco entendibles para los lectores de habla hispana.

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