Editoriales

 
OPINIÓN

Frankenstein y Durango: el espejo que no queremos ver

Columnista invitado

Frankenstein y Durango: el espejo que no queremos ver

ANTONIO BRACHO MARRUFO 27 nov 2025 - 04:03

La nueva película de Frankenstein producida por Guillermo del Toro no es solo cine: es una advertencia. Es el recordatorio de que las sociedades, igual que las criaturas, pueden formarse en partes, abandonadas a su suerte y obligadas a sobrevivir sin guía. Durango vive hoy un momento que se parece demasiado a ese monstruo incomprendido: no porque sea peligroso o grotesco, sino porque ha sido construido por gobiernos que no terminaron su trabajo y que, una vez creadas las estructuras, se alejaron de su responsabilidad moral. La criatura no es el problema; el problema es quien la abandona.

El primer mensaje que resuena en la película es claro: la monstruosidad no está en la criatura, sino en quien la deja sola. Esto refleja con exactitud lo que vive el ciudadano duranguense. La gente enfrenta, sin apoyo suficiente, problemas que ningún individuo debería cargar en solitario: empleos escasos y mal pagados, carreteras destruidas, escuelas limitadas, hospitales sin recursos y una inseguridad en aumento. El ciudadano no falló. Lo que falló fue el acompañamiento.

El segundo mensaje de Del Toro -el dolor no viene de ser diferente, sino de ser rechazado- también nos alcanza. Durango tiene talento, creatividad, historia e identidad. Una población profundamente trabajadora, orgullosa y resiliente. Pero la exclusión institucional se siente: jóvenes sin oportunidades, mujeres sin políticas efectivas de apoyo, deportistas sin respaldo, emprendedores sin crédito ni suelo parejo. No duele lo que somos; duele que nuestras instituciones no nos vean.

El tercer mensaje es quizás el más incómodo: la ambición sin ética destruye lo que toca. Durante décadas hemos escuchado promesas de inversiones que nunca llegan, parques industriales vacíos, obras que se anuncian con fotografías pero no con resultados. El desarrollo en Durango ha sido, por demasiado tiempo, un discurso sin estructura técnica detrás. Así se va formando un Frankenstein estatal: un territorio hecho de pedazos, sin planeación a largo plazo y sin continuidad entre administraciones. No faltan ideas; falta voluntad ética para ejecutarlas con seriedad.

El cuarto mensaje -las heridas no atendidas se convierten en violencia- es una advertencia que no podemos ignorar. Cuando la pobreza se normaliza, cuando las adicciones crecen sin programas de prevención, cuando las familias carecen de oportunidades, cuando las colonias se sienten solas y olvidadas, el tejido social se desgasta. La violencia no surge de la nada: surge del abandono. Igual que la criatura, Durango responde como puede a un entorno que le niega cuidado.

Y sin embargo, Del Toro nunca abandona la esperanza. Su quinto mensaje es el corazón de la historia: la empatía es la única salvación posible. En Durango sigue viva la capacidad de organizarse, de ayudarse, de exigir, de crear comunidad. Vecinos que se protegen entre sí, mujeres que levantan redes de apoyo, jóvenes que emprenden pese a todo, colonias que se unen para resolver lo que el gobierno no resuelve. Esa humanidad, esa fuerza comunitaria, es nuestra salida.

La gran enseñanza para Durango es que no necesitamos esperar al "creador" que venga a salvarnos. La política tradicional ya demostró sus límites. Lo que sí tiene un potencial inmenso es la sociedad organizada. Los ciudadanos tienen más fuerza de la que imaginan: una comunidad articulada, consciente y participativa puede generar un cambio de raíz. Si dejamos de aceptar las migajas, si exigimos planeación real y si asumimos nuestro papel como protagonistas -no como espectadores-, Durango puede cambiar.

Frankenstein no nació monstruo; lo hicieron sentir monstruo. Durango tampoco nació roto. Pero así como la criatura encontró dignidad cuando alguien lo vio con empatía, nuestro estado puede recuperar su rumbo cuando quienes vivimos aquí decidamos vernos con verdad, responsabilidad y valentía. El cambio no empieza con los de arriba: empieza con nosotros.

@AntonioBrachoM

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales