Halloween 2025: La Plazuela del Terror, el rincón de Durango donde la Inquisición dejó su sombra
Entre las calles del Centro Histórico de Durango se abre un pequeño respiro urbano: la Plazuela Baca Ortiz, un rincón discreto rodeado de cantera, historia y silencio.
Su nombre rinde homenaje al gobernador José María Baca Ortiz, político liberal duranguense que encabezó el estado durante el siglo XIX. Pocos, sin embargo, la conocen por otro título, más inquietante y legendario: la Plazuela del Terror.
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Los días del Santo Oficio
Durante los siglos XVII y XVIII, cuando la Inquisición extendía su poder sobre la Nueva Vizcaya, Durango fue un centro de vigilancia religiosa. En este espacio, entonces una explanada pública, se realizaban autos de fe y escarnios ejemplares: los acusados eran exhibidos ante la población, reprendidos y obligados a cumplir penitencias bajo la mirada del pueblo.
Algunos relatos aseguran que aquí mismo se levantó un “quemadero”, donde los pecadores habrían enfrentado la hoguera. Pero los historiadores aclaran que no existen registros oficiales de ejecuciones formales de la Inquisición en Durango.
Los procesos más severos se remitían a la Ciudad de México, aunque la memoria popular insistió en conservar la historia del fuego y el castigo.
Tal vez las hogueras nunca existieron… o tal vez el tiempo se encargó de borrar sus rastros.
Entre ecos y sombras
Con el paso de los siglos, la plazuela mantuvo su vínculo con la justicia y la muerte. Durante el siglo XIX fue escenario de fusilamientos y castigos civiles, lo que reforzó su reputación lúgubre y consolidó el apodo que aún la acompaña.
Los vecinos dicen que, al caer la noche, una figura encapuchada aparece frente a la cruz de cantera, y que las farolas parpadean sin causa aparente. Algunos afirman escuchar oraciones antiguas, como si las culpas del pasado aún no se hubieran absuelto.
Quizá sea solo el viento entre los portales… o el eco de las voces que no encontraron descanso.
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Un lugar que aún respira historia
Hoy, la Plazuela Baca Ortiz es parada obligada en los recorridos de leyendas que se organizan cada octubre en Durango.Entre velas, narradores y visitantes curiosos, revive la memoria de un sitio donde la fe, la justicia y el miedo se entrelazaron.
Porque aunque las ejecuciones sigan en duda, el peso del pasado se siente en cada piedra.
Y quien pasa por ahí al anochecer lo sabe: en Durango, la historia nunca muere… solo se disfraza de leyenda.