Desde temprano. Alrededor de las cinco de la mañana, varios comerciantes acuden dispuestos a darlo todo en el trabajo para poder vender la mercancía que les llega día con día sin excepciones.
Acompañamos a Elías, frutero y comerciante, en una de sus jornadas habituales para surtir mercancia para su negocio. Desde joven se involucró en este oficio gracias a su familia, y hoy forma parte de ese grupo de trabajadores que, aún con la ciudad dormida, ya están en movimiento desde las 5 de la mañana.
Su día arranca con la selección de frutas frescas en los diversos mercados duranguenses, donde cada decisión, desde el tamaño del plátano hasta el color del mango, influye directamente en la calidad que ofrece a sus clientes.
Elías, con el paso de los años aprendió diferentes cosas, a la hora de ir a los mercado no solo compra para surtir, también observa y compara precios, selecciona proveedores confiables y revisa el estado de cada caja para no quedar mal ante quienes decidan visitar su frutería. Y es que en una labor en donde la convivencia es casi que necesaria, ha aprendido que su trabajo no es solo vender fruta, sino el trato con la gente. Asegura que, si bien hay días pesados, siempre hay tiempo para una plática breve, una recomendación o incluso para fiar a quienes ya son clientes de confianza.
La historia de Elías es similar a la de muchos duranguenses que acuden a trabajar desde antes que salga el sol para poder aportar algo a la mesa, y que gracias a la convivencia que puede llegar a pasar con sus compañeros, las largas jornadas se hacen más ligeras.






