Los primeros 100 días de la 'Segunda Temporada': Durango Capital, un circo en decadencia
Durango siempre ha tenido temporadas de luces y sombras, pero lo que vivimos hoy no es precisamente una función estelar, sino la repetición de un espectáculo que ya pocos quieren ver. A cien días del arranque de la llamada "Segunda Temporada" de la actual administración municipal, lo que antes se anunciaba como una gran producción ha terminado convirtiéndose en un circo en decadencia, donde los actos se tropiezan, los artistas improvisan y el público comienza a abandonar las gradas.
Desde el primer día, el presidente municipal decidió venderse como el director del espectáculo, el maestro de ceremonias capaz de presentar números nuevos, más grandes y más brillantes. Pero el telón se abrió y el público se encontró con lo mismo de siempre: un circo donde el maquillaje es grueso, las luces son caras y el guion está agotado.
El primer acto, sin duda, fue el de los acróbatas motorizados; aparecieron en sus ya famosas patrullas "Caronas". Patrullas arrendadas desde la primer temporada, con un sobreprecio que permitiría adquirir cinco veces más vehículos de otro modelo; este número se anunció como la gran inversión en seguridad. Pero los acróbatas, más que provocar asombro, despertaron indignación. Con apenas 60 unidades RAM por un monto con el que administraciones anteriores podrían haber adquirido 300 unidades HILUX, la escena fue más de burla que de aplauso. Un acto mal ejecutado, donde los números no coinciden y el público sabe que el truco es barato.
Luego vino el turno de los malabaristas: el equipo encargado del Presupuesto Participativo. Con movimientos que pretendían parecer virtuosos-urnas, votaciones, dinámicas "ciudadanas"-los malabaristas lanzaban proyectos al aire mientras la estructura municipal, acompañada de sus familias, se encargaba de que ningún balón cayera en manos equivocadas. Lo que debía ser un acto de equilibrio democrático terminó como un espectáculo coreografiado, donde ya todos sabían de antemano qué pelota iba a caer en qué manos. Un malabarismo sin gracia, sin transparencia y sin sorpresa.
El tercer acto correspondió a los trapecistas, aquellos que se encargan del estado físico de la ciudad: calles, banquetas, limpieza, imagen urbana. Pero esta vez no hubo saltos precisos ni aterrizajes elegantes. Los trapecistas fallaron. Las calles están más sucias que nunca, las banquetas abarrotadas de tierra y chorreadas, los puentes grafiteados, los camellones -que son la primer vista a la ciudad- sencillamente transmiten una sensación de abandono. Es un trapecio sin red, donde cada salto termina en caída. El público lo ve con angustia: no hay disciplina, no hay coordinación y, sobre todo, no hay manos que sostengan la ciudad.
En el siguiente número apareció el mago, ese personaje encargado de transformar el dinero público en obras visibles. Pero esta temporada, el mago no logró desaparecer las dudas ni justificar los costos. Un expresidente ya señaló que el gasto en alumbrado navideño es hasta cuatro veces mayor que en administraciones anteriores. Y aunque el mago intenta distraer con luces, colores y adornos costosos, el truco es demasiado obvio: el espectáculo brilla por fuera, pero no convence a nadie. Es el típico ilusionista cuya magia funciona solo desde lejos, no de cerca.
El acto final corre a cargo de los domadores de la seguridad, quienes deberían demostrar fuerza, coordinación y confianza. Pero, esta vez, el público observa un número temeroso y desordenado: la percepción de inseguridad subió de 33% a 50% en el último trimestre. Lo que debería inspirar tranquilidad genera preocupación. Los domadores tropiezan, se equivocan y, para rematar, no hay valla que proteja al público.
Así, el director del circo-el actual Presidente Municipal-aparece al final para agradecer la asistencia y prometer que los siguientes actos serán mejores, más grandes, más espectaculares. Pero nadie en la carpa se lo cree. El maquillaje ya no cubre las fallas, las luces no ocultan el deterioro y el circo entero transmite la sensación de estar en decadencia, sobreviviendo más por inercia que por talento.
A cien días de la "Segunda Temporada", Durango no está viendo un espectáculo renovado. Está presenciando la lenta y dolorosa caída de un circo que alguna vez prometió grandeza y hoy apenas logra sostener la carpa. Y lo más triste es que el público-los ciudadanos-ya no espera magia. Solo espera que el espectáculo termine sin más daños.
@AntonioBrachoM