Migrantes. Algunos son migrantes internos o en tránsito, que llegan desde estados vecinos o países centroamericanos.
En las calles de Durango, especialmente en el Centro Histórico, la presencia de personas que piden dinero se ha vuelto parte del paisaje cotidiano. Adultos mayores, migrantes, personas con discapacidad y mujeres indígenas conforman el perfil más visible de la mendicidad local. Se ubican en avenidas transitadas como 20 de Noviembre, 5 de Febrero y Constitución, donde extienden la mano o realizan actividades mínimas para obtener monedas.
Este fenómeno responde a factores estructurales: precariedad laboral, desplazamiento forzado, abandono familiar y falta de acceso a programas sociales. Aunque el municipio ha implementado operativos para canalizar a estas personas hacia albergues o servicios asistenciales, muchos rechazan el apoyo por desconfianza o por condiciones personales que dificultan su reintegración.
La normalización de esta práctica como estrategia de supervivencia se refleja en la presencia constante de menores acompañando a adultos, en la repetición de rutas y horarios, y en la consolidación de zonas donde la mendicidad se tolera o se invisibiliza. Además, se ha documentado la existencia de redes que trasladan mujeres indígenas entre ciudades para pedir limosna, lo que añade una dimensión de explotación sistemática.






