Nos casaremos ahora que llueve a carcajadas.
Vos y yo y la tierra celebraremos juntos
El verdor de los cuerpos,
El sexo de las flores,
El polen de la risa
Y todas las estrellas
Que vienen confundidas
En la gota de lluvia.
Pondremos inviernos en el amor
Para verlo crecer
Al ritmo de las plantas.
Uniremos las nubes
Para formar el trueno,
Uniremos la tierra con el agua.
Nos casaremos con el cielo cerrado,
Cuando suenen los techos
Como ametralladoras
Y el canto de las ranas
Suba desde el jardín
Junto con un cortejo de hormigas voladoras.
Nos casaremos sin sombrillas, amor,
Con la cabeza descubierta,
En un patio mojado,
Oloroso de tierra,
Sin otra sed más que la del uno por el otro,
Con la ropa empapada,
Juntando nuestros quehaceres
Para que se venga el temporal
Que lo va a lavar todo,
Como la lluvia, amor, de cuando nos casemos.
Gioconda Belli
En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
Envuelta con su abrigo de marta cibelina
Y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
Rozando con su hocico la falda de Aleçón,
No lejos de las jarras de porcelana china
Que medio oculta un biombo de seda del Japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
Entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
Voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
Como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
Y en tanto cae la nieve del cielo de París.
Rubén Darío
Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
Simétricos montículos
Y ramas esqueléticas.
Bajo el invernadero,
Naranjos en maceta,
Y en su tonel, pintado
De verde, la palmera.
Un viejecillo dice,
Para su capa vieja:
«¡El sol, esta hermosura
De sol!...» Los niños juegan.
El agua de la fuente
Resbala, corre y sueña
Lamiendo, casi muda,
La verdinosa piedra.
Antonio Machado