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CARIÑOTERAPIA

Oh là là mi París inolvidable...

Oh là là mi París inolvidable...

VANESSA BARDÁN PUENTE 16 nov 2025 - 04:03

Oh la la París....Hay ciudades que se viven, y luego está París, que se bebe... especialmente si tienes una copa de champaña en la mano.

París no es solo lo que ves, es cómo lo vives: la ciudad invita a caminar lento, perderse por callejones y dejar que el olor a pan recién horneado conspire contra tu dieta. En cada pastelería te saludan como si fueras esa vieja amiga: "Bonjour, madame macarons".Por supuesto, yo decidí que mi misión cultural incluía probar un macaron en cada color disponible. Rosa, verde, dorado y "arcoíris edición limitada"...

La champaña, por otro lado, se convirtió en mi compañera de aventuras. Una copa para celebrar que encontré el Louvre. Otra por la Mona Lisa, y por la magnitud y variedad de arte, otra más para celebrar que encontré la salida del Museo, una más para celebrar que sobreviví cruzando una rotonda parisina y la última porque a ¿quién se le ocurre robar joyas reales a plena luz del día?. Estos ladrones del Louvre merecen un premio... ¡por pensar que podían salir con 88 millones en joyas sin que nadie notara.

Entre sorbo y sorbo, descubrí que París tiene un efecto curioso: uno empieza hablando español con acento madrileño, luego mezcla tres palabras en francés y termina creyendo que puede pronunciar Croissant como un verdadero local.

Y así, entre burbujas y azúcar, me di cuenta de que lo mejor de París no son solo los monumentos. Sino el momento en que, con una copa en la mano y un macaron en la otra, piensas: "Yo podría quedarme a vivir aquí... al menos hasta que se me acaben los ahorros".Podría hacer picnic con baguette y queso en los jardines junto al Sena o sentarme cada tarde de mi vida, en un café parisino, pedir un croissant o un café crème y mirar pasar la vida...

En este bello lugar ¿yo no sé qué te enamora más su historia, la gastronomía, el arte o simplemente pasear y absorber su ambiente iluminado?.

Oh, París de noche... es como un poema que camina a tu lado, como si la ciudad se pusiera su mejor vestido de gala solo para ti. Los faroles de las calles parisinas parecen diseñados para confundir al tiempo: encienden la noche con un brillo suave que hace que hasta los peatones se sientan protagonistas de una película romántica.

Caminas por esas calles empedradas y cada farol parece susurrarte: "Aquí todo puede pasar... incluso que te tropieces con el amor de tu vida". Su luz dorada no solo ilumina, acaricia, hace que cada esquina tenga un aire de magia ligera.

Su icónica Torre Eiffel parpadea como un guiño coqueto, pero no importa si la miras de día o de noche es otro nivel. Los puentes sobre el Sena brillan como joyas, sus luces no solo iluminan la ciudad, sino que encienden el corazón, hasta el aire parece perfumado, caminas y sientes que cada farol podría ser testigo de un amor eterno... o al menos de una selfie épica.

Cuando moda y aroma se encuentran, no solo vistes un cuerpo... proyectas un alma... y París siempre te recibe con esa mezcla de glamour y una Torre Eiffel que, te hace pensar que todo en la vida es posible.

París seduce con suavidad, con encanto, con la promesa de momentos que no se olvidan, y que solo se viven si te atreves a mirar, a probar un bocado dulce, un sorbo de champaña y, por qué no, un poquito de aventura romántica también.

Mi viaje empezó como todo viaje chic,empezó con una maleta más grande que yo y la firme convicción de que esta vez no iba a comprar nada extra para traer de vuelta. Al final, la maleta terminó más llena que mis expectativas y el corazón más ligero que cuando salí.

Cada calle, cada aroma, cada risa y cada descubrimiento se convirtió en un recuerdo que no cabe en ningún equipaje, pero que viaja conmigo para siempre... París me enseñó que no importa cuánto planifiques, siempre terminas comprando un poquito de todo... y llevándote recuerdos que pesan más. Al final, mi tarjeta de crédito lloró, mis pies gritaron y mi corazón... bueno, mi corazón se enamoró de cada calle, de cada farol y de cada macarrón que devoré con culpable alegría.

Porque "La vie est belle", viajar es dejar que tu corazón se llene de nuevos colores,y un viaje no se mide por lo que traes de regreso, sino por todo lo que dejas que te transforme en el camino...

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