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CARIÑOTERAPIA

Viajar ligera es un mito y mi maleta lo sabe

Viajar ligera es un mito y mi maleta lo sabe

VANESSA BARDÁN PUENTE 9 nov 2025 - 04:04

Viajar es toda una experiencia... Empacar una maleta, para una mujer, no es una tarea, es una experiencia mezclada con ansiedad anticipatoria y desconfianza climática, como si fueras a un apocalipsis.

Llevas diez trajes de baño y un libro que jamás abrirás, un cuaderno (porque capaz se te ocurre una novela), un frasquito de esencias, snacks (por si el aeropuerto falla), y una bolsa extra por si compras cosas. "No necesito tanto"... te repites en tus adentros, mientras doblas seis blusas blancas "por si acaso", cuatro jeans "por si engordo o enflaco", tres vestidos "por si se ofrece un cóctel" y un abrigo "por si hace frío"...

Luego viene el debate ético: ¿realmente son demasiados siete pares de zapatos? No. Hay uno para caminar, otro para cenar, uno "comodito por si quiero andar a gusto", tacones "por si salimos", sandalias "por si vamos al mar", zapatillas "por si hay desayuno en terraza", y botas "por si pasa algo raro con el clima o la vida"

El kit de belleza es todo un kit de supervivencia, la bolsa con maquillaje pesa lo mismo que un bebé recién nacido. Y cremas. Cremas para el día, para la noche, para los ojos, para los pies, para el alma. Toallitas desmaquillantes, bloqueador, perfume, una vela aromática (nunca se sabe) y por supuesto... secadora y la plancha del pelo, por si la humedad decide atacarte.

Y llega el estresante momento de "ya no cierra" la maleta... te sientas encima de ella, gritas, maldices y por fin logras cerrarla. Y juras que en el viaje de regreso empacarás mejor. (Mentira).

La noche anterior, tú estás despierta desde las 4:17 a.m ¿Dormiste? No. Tu cerebro estaba ocupado pensando si empacaste el cargador, si cerraste el gas y si esa ropa interior "por si pasa algo" es la adecuada...

Despedidas, beso al perro, drama ligero y tus plantitas bien regadas. Otra vez revisas el pasaporte aunque ya lo viste tres veces. Sales corriendo al Uber con cara de "ahora sí empieza el viaje"...

Salir rumbo al aeropuerto debería ser algo sencillo. Pero no. Es una carrera contra el tiempo, contra el tráfico, contra tu maleta que se niega a cerrar, contra la aerolínea que cambia la puerta sin avisar y contra tu sistema nervioso central.

Llegar al aeropuerto, nunca es solo "llegar" al aeropuerto, es una pequeña película de suspenso con toques de drama, comedia y a veces terror existencial, siempre hay un corre porque "ya cierran el vuelo". Buscas la aerolínea y, claro, la fila es más larga que un lunes sin café...

"Señorita, su maleta pesa 24.6 kilos. El límite es 23". Y ahí empieza el striptease de objetos: sacas un zapato, un suéter, el cargador, y terminas con ropa interior en la mano frente a una fila de extraños...

Y llegas a la revisión final, te quitas los zapatos, el cinturón, la dignidad. El escáner pita, siempre pita. Sacas el gel antibacterial, los audífonos y los chicles. Finalmente pasas, pero con la sensación de haber sido emocionalmente desnudada sin tu consentimiento por un rayo X.

Finalmente, la chica de la aerolínea te mira con la expresión neutra de quien ya ha destruido 37 ilusiones ese día, y te dice con voz en modo pasivo-agresivo: "El vuelo viene lleno... su asiento ya fue asignado a otra persona. Pero si quiere, le podemos ofrecer un vuelo para mañana... a las 8 de la noche."

¿Mañana? ¿Ocho de la noche? Y tú, con el alma colgando de un hilo, solo atinas a preguntar: "¿Incluye hospedaje... o la pesadilla continúa?"...

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