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CARIÑOTERAPIA

Vida solo hay una...

Vida solo hay una...

VANESSA BARDÁN PUENTE 30 nov 2025 - 04:04

Esa sensación de sentirse vacío viene dada porque somos como niños insatisfechos. Si somos adultos con nuestras necesidades cubiertas, ¿por qué nos empeñamos en no sentirnos satisfechos? quizá sea porque tenemos muchas obligaciones con el mundo y expectativas demasiado altas y eso nos hace caer a menudo en la frustración.

El famoso «no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy» es una lección de vida importantísima, pues nunca sabes si mañana habrá vida y oportunidades, uno de los más grandes impedimentos para ser feliz, es la mala gestión del tiempo pues solo aplaza la felicidad.

Podemos decir que sentimos felicidad cuando experimentamos una satisfacción plena, ocasionada por el cumplimiento de un objetivo o una experiencia placentera. La cosa más sencilla del mundo es encontrar una excusa que justifique nuestra falta de acción y la acción es lo que finalmente marca la diferencia entre una vida aprovechada al máximo y una vida en la que la máxima final sea "Bien pudo haber sido... y no fue".

Solemos convencernos con facilidad de que no lo hemos hecho, porque estamos demasiado cansados, demasiado ocupados, demasiado estresados,.... y la lista podría continuar indefinidamente. ¡Qué fácil es encontrar una excusa cuando nos hace falta justificarnos!

A eso le llamamos "el síndrome de la felicidad aplazada". Postergar la felicidad no hace más que dar rienda suelta a las emociones negativas y tiene un costo alto, aunque a veces no nos damos cuenta de inmediato pero sus consecuencias son reales.

Te empiezas acostumbrar a lo mínimo, a pensar que lo normal es conformarte, aguantar, o vivir a medias. Lo que un día era "temporal", se vuelve permanente sin darte cuenta. El resentimiento se va acumulado, con el tiempo, sientes frustración o enojo contigo mismo o con otros por no haber tomado las decisiones que necesitabas y eso el alma lo resiente. Las oportunidades se van y no vuelven, hay puertas que se abren solo una vez.

Aplazar la felicidad a veces significa perder personas, proyectos, lugares o momentos únicos. Tu cuerpo y tu salud lo resienten, el cuerpo grita lo que el alma calla: estrés, ansiedad, insomnio, cansancio crónico... todo eso aparece cuando postergas lo que tu corazón pide. Y claro llega el famoso vacío interior, de "no viví lo que quería", o "¿en qué momento se me fue la vida?" Ese es uno de los dolores más grandes.

Si vibras en resignación o postergación, el universo responde igual: te manda más situaciones que te mantengan estancado y atraes más de lo mismo. La felicidad no siempre es renunciar a todo o dar un salto loco, a veces es dar pequeños pasos valientes cada día hacia lo que te hace bien, no dejes que el miedo, la espera o las dudas te roben tiempo. No te quedes mirando puertas cerradas cuando el mundo está lleno de caminos abiertos. No vivas cargando culpas ajenas ni esperando que los otros comprendan tu valor, quien ve tu luz, se queda; quien no, se pierde un regalo.

Ámate tan fuerte que tu vida se llene de experiencias que te hagan vibrar. Ríe, equivócate, abraza, viaja, di lo que sientes, construye tus sueños, rompe patrones que ya no son tuyos. No te conformes con una vida tibia, la plenitud no está en lo "seguro", está en lo auténtico.

Muchas veces, lo cierto es que al final, la felicidad, de tanto posponerla, termina por no llegar, no postergues tu felicidad esperando que alguien más te la traiga. Tú eres el regalo que esta vida trajo al mundo. No lo olvides.

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