(fragmento)
A veces un niño llora en nuestras venas,
o los ojos fluyen un río azul de pájaros:
Hay instantes que tienen la turbulencia de un siglo,
noches que van cayendo de una en una las estrellas.
¿Y qué voz más idéntica a sí misma
que la escuchada en el sueño frente al sueño?
o qué imagen más pura
que la presa en el agua
de un espejo de cielo?
Hay horas apagadas, cetrinas,
cuando los labios acuden a la cita del beso,
y en una esquina silenciosa huyen los recuerdos.
Hay días que el corazón lleva al héroe
al hombro luminoso del día,
y la efigie de una amante
como un lirio en la vértebra de un río.
A veces llora un niño en nuestra sangre,
toca su grito el muro ciego de la vida.
El grito sordo rueda como lluvia huérfana
a la mitad de un río tumultuoso;
va creciendo, llegando hasta el cerebro
o es el hijo que circula en nosotros
desde el tiempo, por espejos y nubes,
por semillas y ríos; ajeno al exterminio,
al adiós, como polen de una rosa divina
A veces llora un niño en nuestra sangre.
Y bajo la frente –curvada como un mundo,
la mirada es tierna, los ojos fingen agua,
lumbre, petróleo o arenas.
Donde nace la fuente de las lágrimas,
a veces llora un niño de ojos ciegos.