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JESÚS MENA SAUCEDO

El día en que conocí a doña Olga Arias

JESÚS MENA SAUCEDO

El día 9 de abril, del año en curso, se cumplieron 26 años del fallecimiento de la gran poetisa, quien durante más de cincuenta años logró que la llama de la poesía iluminara el cielo de Durango.

El día de su fallecimiento recordé el momento que tuve el privilegio de conocerla y que a partir de entonces durante más de treinta años, me otorgó el título de "amigo mío", aunque era conocido que esa era su forma habitual de saludo, acompañado de una enorme sonrisa, lo que generaba que de manera inmediata naciera un afecto especial hacia ella.

En mi época de estudiante universitario, había tratado durante varias semanas, sin éxito, que tanto el Director de la Escuela Superior de Música, como el Rector de la Universidad, que se me permitiése presentar mis primeras composiciones musicales en un recital de piano, sin lograr su aprobación.

Sin embargo, recordé las palabras del rector en la última entrevista: "Vaya a ver a la señora Olga Arias, jefa del Departamento de Extensión Universitaria, y si ella lo aprueba, lo presentamos".

Así una tarde de verano de 1962, caminaba por la avenida 20 de Noviembre, dirigiéndome hacia la casa de la renombrada poetisa, y al pasar frente al templo de San Agustín, a escasos cien metros de su domicilio, todavía me asaltaba la duda de si valdría la pena entrevistarme con ella.

Mi duda nacía del hecho de que, si dos de mis maestros, uno en la Escuela Superior de Música y el otro en la de Leyes, no autorizaban mi recital, estimaba muy difícil que una señora, que no me conocía, de nada, lo hiciera.

Sin embargo, armado de la sonrisa que dibujó mi esperanza, llegué a la puerta de su casa.

A mi llamado acudió una persona, quien, al manifestarle que deseaba ver a la señora Olga Arias, me preguntó: "¿de parte de quién?", a lo que le contesté con la seguridad de mis 23 años: "de un estudiante universitario". A los pocos minutos regresó y me comunicó: "en seguida viene la señora".

En efecto, al momento la vi caminar por el corredor. Me sorprendió notar que irradiaba una gran energía, la que contrastaba con la aparente fragilidad de su persona, de baja estatura y muy delgada. Con paso firme me preguntó sonriendo: "Amigo mío, ¿en qué puedo servirle?" Le expliqué que, siendo un alumno de la Escuela Superior de Música, deseaba dar a conocer mis primeras composiciones musicales en un recital de piano, y enseguida le entregué las partituras que llevaba.

Ella me miró y me preguntó: "¿es usted alumno de la Escuela de Música? ¿usted escribió esto? ¿toca el piano? Ante mis respuestas afirmativas me dijo: "pásele", y nos dirigimos a su sala. Al llegar me señaló su piano, diciéndome: "toque usted".

Mientras me aproximaba al piano, ella se sentó en uno de los sillones cercanos a la puerta, y yo empecé a tocar mi Sonata Número 1, que había compuesto en 1958 y por la que todavía tengo especial predilección, precisamente por haber sido la primera.

Ocupado en la interpretación, no me percaté de que ella se levantó de su asiento y terminó de escuchar la pieza de pie en el centro de la sala, de modo que al levantarme y dar la vuelta, la vi muy sorprendida y, sin más, me dijo: "yo lo voy a presentar". Necesito que me entregue la lista de las composiciones que va a tocar una foto suya y yo me hago cargo de todo.

En efecto días después la prensa anunciaba la celebración del concierto presentándome como "Joven compositor duranguense", la Sra. Olga me llamó para que recibiera las invitaciones.

Grande fue mi sorpresa cuando leí la presentación que se hacía en dicha invitación misma que textualmente decía : "El Departamento de Extensión Universitaria de la Universidad Juárez del estado de Durango se enorgullece al presentar al público duranguense a Jesús Mena Saucedo estudiante del cuarto año de la Escuela de Derecho autor de una música que revela gran sensibilidad y honda reflexión, pianista de fino temperamento, joven de altas cualidades que ameritándose honra a la juventud universitaria y a la patria".

De manera que, así sorprendido de inmediato, sentí la enorme responsabilidad y el gran compromiso que implicaba dicha presentación, lo que naturalmente aumentó el nerviosismo propio de la actuación.

Así, el 21 de julio de 1962, en el aula "Fanny Anitúa" de la Escuela Superior de Música, ofrecí en mi primer recital de piano, el estreno de mis composiciones musicales.

El Abogado Héctor Palencia Alonso (q.e.p.d.), al reseñar el evento, expresó:

"El Departamento de Extensión Universitaria de la Universidad Juárez de Durango obtuvo un éxito indiscutible con la presentación brillante del joven pianista y compositor Jesús Mena Saucedo... Envío mis sinceras felicitaciones a la señora Olga Arias de Weber por los trabajos efectuados en favor de los jóvenes universitarios, trabajos que contribuyen a hacernos esperar con la sonrisa en los labios el resurgimiento cultural de Durango".

Ese día, nació mi eterno agradecimiento para esa gran poetisa, excelente amiga y, sobre todo, extraordinaria mujer que por más de tres décadas me alentó, impulsó, y brindó toda clase de apoyo en el devenir de mi carrera artística.

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